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lunes, 13 de septiembre de 2010
Los plátanos y la tercera guerra mundial del senil Fidel Castro!!!!!!!!
Un agricultor en Campo Florido. La Habana, 20 de abril de 2010
Si las autoridades querían robar la atención de una inminente guerra en Oriente Medio, nuclear para colmo de desventuras, según Fidel Castro, las recientes imágenes en la televisión de rastras enteras de plátanos quemándose al sol hicieron mirar a millones de televidentes hacia otro conflicto mucho más cercano y menos hipotético.
"¡Una barbaridad más de las tantas!", repite un hombre que se protege del sol con su portafolio negro en una fila a la entrada de una oficina telefónica.
"Y después te meten el discurso de que se preocupan por la alimentación del pueblo", calza una mujer que se abanica obsesivamente.
"¿Dónde están los responsables? ¿Ya aparecieron?", pregunta una joven de la cola sin encontrar respuesta. Manosea un móvil.
Un anónimo "bah" intenta poner fin al diálogo. Alguien que ha permanecido en silencio lo secunda con una mueca de fastidio. El calor intensifica en todos un mismo anhelo: escapar lo más rápidamente posible de la espera.
Lo visto en la televisión ha llevado a muchos a la indignación, a otros a la perplejidad. Fue un reportaje de minutos, repetido en dos telediarios, en el que la cámara se regodeaba en toneladas de fruta chamuscada por días a la intemperie, sin que el sistema estatal de transportación consiguiera llevarlas a los mercados. La contraparte del proceso, los campesinos privados y de cooperativas, alegaban ante la periodista el cumplimiento de los contratos.
Uno ellos llegó más lejos. Propuso llevar la estiba a los mercados con su camión, debidamente documentado. Imposible. Le fue negado por los funcionarios.
No es la primera vez que se tienen noticias de un desaguisado productivo —de hecho, miles de toneladas de frutas, vegetales o café se pierden anualmente por falta de transportación estatal—, pero no es común que las noticias del desastre sean crudamente mostradas en medios oficiales, y menos en los telenoticieros, reiteradamente acusados de ofrecer un vergel por país.
En marzo pasado, el primer vicepresidente, José Ramón Machado Ventura, escuchó duras críticas de los productores al sistema de distribución. En una reunión celebrada en el poblado habanero de San José de las Lajas, previa al X Congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), que tuvo lugar en mayo con más penas que glorias, los campesinos plantearon que las cooperativas llevaran directamente los productos a los puntos de venta en sus camiones.
Machado Ventura tomó nota de la protesta, pero derivó los temas hacia la falta de recursos y los gastos imprevistos en que el país incurrió en 2008 por los daños de los huracanes, más de 10.000 millones de dólares, de acuerdo con el cálculo oficial.
Durmiendo con el enemigo
El Estado, dicen analistas, se niega a entregar o compartir el monopolio de la distribución, en un país donde controla el 90 por ciento de la economía.
Es un sector de implicaciones estratégicas y una de las piezas de la seguridad nacional, pero, en contrapartida, siempre ha sido manejado con porfiadas incompetencias.
"El intermediario, como en toda economía moderna y como parte de la división social del trabajo era y es un componente importante de la cadena agroproductiva y de la economía agrícola en su conjunto", escribió el doctor Armando Nova.
Nova, quien es profesor e investigador de la Universidad de La Habana, recordó que en los años cincuenta "el intermediario disponía de recursos financieros que le permitían efectuar las compras a los productores y cubrir sus operaciones. De igual forma, disponía de medios propios tales como: transporte, envases, locales, almacenes, e instalaciones de beneficio, también tenía vínculos con el mercado minorista urbano y/o la industria". Mirados con resquemor, los transportistas privados que hacen rodar todavía una flota de camiones estadounidenses de la primera mitad del siglo XX, mantienen en vilo a las autoridades. Su expedita acumulación de capitales y su psicología de contrabandistas han hecho de ellos una falange siempre bajo sospecha para la cual el Estado no tiene alternativas.
En octubre de 2009, según la prensa, la producción de agroalimentos alcanzó las 300.000 toneladas mensuales, nivel prehuracanes de 2008, pero la ineficiencia en la distribución e incapacidad de la industria crearon un cuello de botella en el que se perdieron no pocas cosechas.
Francisco Fernández, director de una finca estatal, dijo en esa ocasión al semanario Trabajadores que el problema de los envases para transportar la producción "es crítico", pues muchas de las cajas de madera o plástico, así como los sacos, no retornan.
El año pasado, producciones récord de tomate, cebolla y plátano registraron pérdidas, a consecuencia de la falta de envases, transporte ineficiente, largas filas en los mercados de compra e incapacidad de la industria para procesarlas.
Paralelamente, el gobierno admite que la política importadora es insostenible. En ella emplea miles de millones de dólares anuales para garantizar el 80 por ciento del consumo.
A esto se suma que del millón de hectáreas entregadas en usufructo a unos 100.000 agricultores en los dos últimos años, poco menos de la mitad está en producción, debido a plagas, falta de recursos y sequía.
Eso lo dijo Granma cuando faltaban unos días para la hora cero en los mares iraníes.
(Diario de Cuba)
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