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lunes, 15 de febrero de 2010

Impuesto (tax) revolucionario o La gran estafa de la dictadura castristra








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Es un como un casino. Pura especulación. Los economistas del gobierno cubano nada tienen que envidiar al mago financiero George Soros. Desde el 25 de octubre de 2004, cuando Fidel Castro decretó el impuesto de un 18 por ciento al dólar estadounidense y un 8 por ciento al resto de las divisas, sólo por ese concepto Cuba ingresa más de 600 millones de moneda dura al año.

Les explico. No hay truco alguno. De los mil millones de dólares por concepto de remesas anualmente enviados por los cubanos exiliados en la Florida, el gobierno se embolsa 200 millones. Sin invertir un duro.

Si damos como válida la entrada a la Isla de dos millones de visitantes al año, nórdicos ingenuos, excitados españoles en busca de mulatas, canadienses relajados huyendo del frio y miles de cubanos-americanos que vienen a visitar a sus familiar, a todos sin excepción, cuando hacen el cambio de moneda, el gobierno les aplica el impuesto revolucionario.

Como buenos descendientes de gallegos, los Castro son reacios a dar cifras, sobre todo cuando se habla de plata. Entonces uno tiene que sacar cuentas sobre el papel. A esos 600 millones, agreguemos 200 millones por el impuesto aplicado a los turistas, suponiendo que cada uno de ellos, como promedio, canjee 3 mil dólares o euros.

Y para finalizar la operación Robín Hood que se viene aplicando en Cuba, sumemos otros 200 millones de dólares proveniente de los altos precios en los establecimientos que venden u ofrecen servicios en divisas. Desde el 2004, productos básicos como aceite, jabones, detergentes y ropas de vestir se venden exclusivamente en cuc o pesos cubanos convertibles, la moneda de paja que encubre al dólar gringo.

100 dólares en 2002 significan 60 en el recién estrenado 2010. Es simple la aritmética. 20 dólares que pierdes cuando cambias en los bancos estatales y otros veinte que sin compasión te chupan impuestos que en ocasiones superan el 240 por ciento cuando vamos de compras a las tiendas recaudadoras de divisas.

En su momento, el comandante único justificó ese tipo de impuesto abusivo porque el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, con sus regulaciones producto del embargo, hacía imposible comerciar con el dinero yanqui. Fue a raíz de que los americanos en el banco suizo UBS descubrieran 4 mil millones dólares procedentes de operaciones con Cuba y que el gobierno de La Habana alegó procedían de las ventas en tiendas recaudadoras de divisas.

Siempre me he preguntado por qué guardalo tan lejos. Después vino la operación desplume. Incluso el “bueno” de Castro, una mañana soleada del 2005, dijo a la prensa extranjera, que con esa plata se estaba sufragando la cacareada “revolución energética”, como él le llamó a la sustitución de millones de artefactos electrodomésticos de la era prehistórica en casi todos los hogares cubanos.

Neveras americanas de los años 40, ventiladores caseros con motores industriales, que hacían tanto ruido como un avión al despegar, y televisores rusos con pantallas en blanco y negro. Repartió ollas arroceras, televisores y neveras chinas de baja calidad. Además de pagar los nuevos equipos, las personas tenían que entregar los viejos. Y lo mejor del caso fue, que la operación de ahorrar combustible y sustituir arcaicos equipos electrodomésticos, lo pagaron los exiliados cubanos, también los turistas y visitantes foráneos con el impuesto del gobierno a las divisas. Negocio redondo.

Alan Greenspan hubiera palidecido de envidia. Con un gobierno que no le quita el dinero a los ricos, como hacía el héroe de los bosques de Sherwood. No. Castiga a los emigrados cubanos que tienen hasta dos trabajos en Miami y viven en un piso barato y a golpe de sacrificios, para poder enviar dinero a su familia en Cuba.

El gobierno siempre comete un error de cálculo garrafal, cuando supone, que por tener un coche de segunda mano, ordenador Apple, móvil Motorola, aire acondicionado y una antena satelital, un cubano es un tipo rico. A lo mejor se miran en su espejo. Como ellos suelen tener toda esa parafernalia y el resto del pueblo no, presumen que a los “gusanos” de Miami les sobra el billete verde.

Lo de colocar un impuesto revolucionario sin que las personas lo deseen no es nuevo. El grupo terrorista vasco ETA, puso de moda el pago de grandes sumas de dinero a empresarios y banqueros, como una de las maneras de poder mantener sus acciones de terror contra el gobierno español. También grupos de izquierda han atracado bancos o secuestrado a personas adineradas, para luego exigir una buena cantidad de plata. Todo vale en pos de conquistar la Dictadura del Proletariado.

De las tantas omisiones que los hermanos Castro callan, el impuesto revolucionario a las divisas es una de ellas. Como también obvian que desde hace 16 años son los exiliados y sus parientes en Cuba, los que en un alto grado mantienen la raquítica economía insular.

Se conoce que la economía cubana está en bancarrota. Y es con esas prácticas reprobables que se mantienen a flote. Lo menos que debieran hacer los Castro, tan dados a museos y estatuas, es erigir un gran monumento, en el corazón de La Habana, a los cubanos de la diáspora que le dan oxígeno a su economía.

Iván García
(del Blog Desde la Habana)

2 comentarios:

Unknown dijo...

oportuno y preciso. lo enlazo

Jorge Luis Llanes Naranjo dijo...

Porsupuesto compatriota, este Blog esta a su disposicion.
Saludos
Jorge Luis

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