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jueves, 14 de enero de 2010

Los verdaderos incineradores de la Constitución Socialista de Cuba







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Los verdaderos incineradores de la Constitución Socialista de Cuba

2010-1-14

Por Miguel Saludes .

Néstor Rodríguez Lobaina sufre desde el pasado 6 de enero una fuerte represión. Los hechos comenzaron el 6 de enero con un acto de repudio virulento, según narró el opositor vía telefónica a Heriberto Leyva. Ese día Lobaina protagonizó una manifestación pública, en protesta por la situación de los presos políticos en Cuba, y en particular del prisionero de conciencia Orlando Zapata. Durante la protesta Néstor expresó abiertamente su postura respecto a la política represiva del régimen castrista y quemó una copia de la Constitución socialista, vigente en la isla desde 1976. El suceso se produjo en pleno parque Hatuey de Baracoa.

Posteriormente el joven opositor salió del lugar rumbo a su domicilio coreando consignas de libertad y en contra de la que calificó dictadura político policial que rige al país. Miembros de la Seguridad del Estado, secundados por elementos represivos vestidos de civil, lo atacaron y le advirtieron que podía ser linchado por el pueblo.


Nestor Rodríguez Lobaina

Al siguiente día las cosas se recrudecieron. Lobaina permanecía en su casa, rodeado por efectivos paramilitares. Estos arrojan piedras y otros objetos contra la vivienda mientras gritaban lemas pro gubernamentales y amenazas contra el disidente. Una de las más preocupantes, referidas por el agredido, fue el anuncio de su liquidación física. La voz de alguno de los sitiadores la anunció como una orden directa, dictada por el mismo General Raúl Castro.

El acto protagonizado por Néstor Rodríguez Lobaina constituye un nuevo episodio en la saga de la lucha por la democratización de Cuba. Algunos pudieran criticar lo que parece un gesto inútil, que sirve para atraer la furia del poder sobre la fragilidad de su persona. Otros tal vez señalen lo erróneo de la demostración, teniendo en cuenta que la Constitución actual, con todos sus arrastres y defectos, ofrece cierta cobertura de legalidad institucional en la Isla.

El gobierno de Fidel Castro, que prometió devolver al pueblo la Carta Magna del 40, pisoteada por el General Fulgencio Batista, no solo incumplió su promesa, sino que mantuvo al país durante más de una década sujeto a un cuerpo de leyes revolucionarias que funcionaban a su arbitrio. La entrada en la órbita de Moscú y los intereses que esto representaba, llevaron al Comandante a aceptar la conformación de una legislación muy similar a la que regía en los países del eje comunista. Este paso, forzado por las circunstancias, no debió contar con el total agrado del dictador. Este, aún si prever el desenlace de los acontecimientos por venir, no confiaba siquiera en los breves resquicios legales que significa la existencia de una Ley de leyes. Y el tiempo le dio la razón. En la Unión Soviética los grupos pro derechos humanos basaban sus reclamos en la propia constitución comunista, a la que apelaban en sus demandas y juicios efectuados contra activistas cívicos. En Cuba hubo que esperar al 2002 para saber como reaccionaría el gobierno enfrentado a una situación similar. El Proyecto Varela fue la máxima prueba de lo que podía soportar.

Si alguien pretendiera juzgar a Lobaina por quemar una copia de la Constitución del 76 debe hacerse antes un llamado a la reflexión. En primer lugar la generación nacida después de 1959 creció viendo noticias internacionales donde se reflejaba con beneplácito la destrucción de banderas y otros símbolos en países capitalistas, fundamentalmente Estados Unidos y Europa Occidental. Las imágenes de protestas donde se incineraban enseñas nacionales, fotos de presidentes elegidos democráticamente y documentos de todo tipo, eran difundidas ampliamente por noticieros, prensa y documentales en Cuba. Ahora les toca el turno de asumir esa realidad. Y deberían hacerlo imitando el proceder de aquellas sociedades, donde nadie fue expulsado del trabajo o la universidad, ni recibió pedradas o resultó encarcelado, a causa de esas acciones.

En segundo lugar el mayor acto atentatorio contra la ley castrista fue cometido por el propio gobierno. Sus principales figuras violaron impunemente la actual Constitución Socialista, demostrando que ni ellos mismos la respetan. Esto ocurrió cuando Fidel Castro Ruz y Ricardo Alarcón de Quesada, en un esfuerzo brutal por cortar el proceso iniciado por el Proyecto Varela, desoyeron el reclamo hecho de acuerdo a lo establecido en la Carta constitucional. El presidente del Parlamento cubano, Ricardo Alarcón, no solo ignoró y se mofó burdamente de la petición de referendo avalada por más de 10 mil firmas ciudadanas, sino que secundó el desacato de lo instituido por una Ley cuyo cumplimiento debía velar. Poco después, junto con todos los parlamentarios, se hizo cómplice de la mordaza impuesta al pueblo mediante la coletilla que hacía intocable a la Revolución, léase a la dictadura. Fue la misma Asamblea Nacional comunista la que incineró el espíritu y la letra de su propia Constitución. Rodríguez Lobaina solo quemó sus cenizas.

Ciertamente Néstor es un joven temerario, con ese valor quijotesco que impregnó la sangre de aquellos revolucionarios que ofrendaron sus vidas para lograr una Cuba mejor. Basta esa razón para absolverle del pecado incendiario. Solo por ello el gesto queda fuera del alcance de acusaciones y discrepancias. Su irreverencia indica la necesidad de conformar una verdadera Constitución que se instaure sobre el recuerdo de aquella otra a cuyas sombras los ciudadanos cubanos fueron atropellados de manera infinita.

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