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miércoles, 27 de enero de 2010
Con techo de cristal no tires piedras al vecino!!!!!
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Con techo de cristal Autor y Ciudad:
Oscar Espinosa Chepe, La Habana
Aunque las autoridades cubanas no puedan mostrarse como ejemplo de nada, siempre han estado en disposición de acusar a los demás gobiernos de lo que aquí han hecho colosalmente durante más de 50 años. Así, en los últimos tiempos se han autoproclamado jueces implacables sobre los problemas del medio ambiente en el mundo, y con saña acusan a los países desarrollados de ser los únicos culpables de las emisiones de gases de invernadero y los cambios negativos que ocasionan sobre la naturaleza.
Ciertamente, los avances tecnológicos propiciados por la Revolución Industrial, a la vez que significaron colosales beneficios para la humanidad, han creado amenazas para el equilibrio ambiental en el planeta. Sobre ello hay consenso internacional, pero la solución es compleja. No sólo por la necesidad de desarrollar nuevas tecnologías productivas y adoptar otras culturas de vida, sobre lo que se trabaja intensamente, ya con logros palpables, sino también porque para enfrentar la problemática ambiental se requieren enormes recursos financieros, en momentos cuando con dificultad el mundo se recupera de una intensa crisis económica.
Los suelos
Resulta contradictorio e inexplicable que en Cuba, donde se ha maltratado el medio ambiente con tanta agudeza en el último medio siglo, las autoridades se distingan por sus críticas destructivas y labor de obstrucción frente a los esfuerzos internacionales para encontrar soluciones viables a los graves retos de carácter medioambiental que afronta la humanidad. El panorama nacional es desastroso en el tratamiento de la tierra, las aguas, el aire y la biodiversidad. Estos no son criterios sin fundamento; se basan en datos tomados de las estadísticas oficiales.
En el caso de los suelos, elementos brindados por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), basados en estudios realizados por el Instituto de Suelos en 2001, demuestran que en un área estudiada de 8.7 millones de hectáreas —cercana a la superficie total de la isla, de 10.9 millones (Anuario Estadístico 2008)—, únicamente clasificaron como suelos muy productivos 1.6 millones (18.4%); productivos 1.4 millones (16.1%); poco productivos 1.6 millones (18.4%) y muy poco productivos 4.1 millones (47.1%).
Otro estudio efectuado por el Instituto de Suelos en 1996 había arrojado que de más de 7.0 millones de hectáreas evaluadas, 1.0 millón estaban afectadas por la salinidad y sodicidad; 2.90 millones con muy fuerte a media erosión; 2.70 millones tenían mal drenaje; 1.60 millón presentaba altos niveles de compactación; 3.40 millones elevados grados de acidez; 4.66 millones muy bajo contenido de materia orgánica; 2.50 baja retención de humedad, y 1.52 millón elementos de desertificación, entre otros factores limitantes edáficos.
Recientemente, el director del Instituto de Suelos, Sr. Dagoberto Rodríguez, señaló en declaraciones ofrecidas a la prensa internacional que: "la superficie cultivada de Cuba se ve afectada por problemas como erosión, salinidad y acidez de los suelos, lo que contribuye al bajo índice de fertilidad". Asimismo, expertos de ese Instituto expusieron que el 70.0 % de la superficie cultivada está "maltratada" por algún factor erosivo, mientras que otro porcentaje similar tiene poca productividad.
Todos estos indicadores se han incrementado luego de años de degradación de las tierras por la falta de rotación de los cultivos, el uso descontrolado de las aguas subterráneas, la mala utilización y el exceso de mecanización agrícola, el empleo de enormes cantidades de fertilizantes con fórmulas inadecuadas para las verdaderas necesidades de los suelos, y el laboreo incorrecto, incluso sin tener en cuenta los niveles de humedad, entre los muchos factores que han originado los terribles perjuicios ocasionados a las áreas cultivables. Aunque parezca increíble, el único beneficio que podría arrojar que aproximadamente el 50.0% de las tierras cultivables haya estado ociosas, en su mayoría cubiertas por marabú, es que fueron "protegidas" contra los daños que causa el sistema agrícola nacional.
Las aguas
En cuanto a la aguas, el escenario no es mejor. Los ríos se encuentran altamente contaminados; la vida acuática es prácticamente inexistente en las bahías y puertos por los altos niveles de desperdicios tóxicos y materias extrañas; las aguas subterráneas en muchos lugares se han salinizado por el exceso de extracción para el riego. En la Isla no hay grandes distancias al mar y al consumirse el agua dulce por encima de los niveles permisibles, las aguas salobres penetran el manto freático; de esa forma, al seguir extrayéndose agua para regar, van salinizándose las aéreas agrícolas.
Por otra parte, los recursos hidráulicos se desperdician enormemente. Baste apuntar que más del 50.0% del agua bombeada para usos industrial y doméstico se pierde antes de llegar a su destino por el desastroso estado de las redes conductoras. Las redes de aguas negras en muchos lugares están rotas o no funcionan y el alcantarillado está en muy malas condiciones, por lo cual el agua potable también tiene altos niveles de contaminación.
Contaminación, biodiversidad, hipocresía
Las sustancias agotadoras de la capa de ozono no presentan elevada contaminación porque existe un grado muy bajo de industrialización, y los niveles productivos han descendido extraordinariamente debido al proceso de destrucción y no reposición acaecido durante más de 20 años de "Período Especial". Al cierre del 2008, el Indicie del Volumen Físico industrial por el Origen de los Productos no sobrepasaba el 46.1% de los niveles de 1989. De todas formas puede decirse que la industria y el transporte en funcionamiento son altamente contaminantes por la atrasada tecnología y su mal estado. En zonas productoras de níquel como Moa y Nicaro, o cemento como Mariel, existen elevadísimas cotas de contaminación.
La biodiversidad ha sido muy afectada por la pérdida de muchas especies. Un estudio realizado por especialistas del Jardín Botánico de Cienfuegos en 2005 reveló que estaban en peligro de extinción casi mil especies de la flora endémica, alrededor de un tercio del total existente en el país. Esto no debe extrañar porque muchísimas frutas tropicales muy conocidas antaño han desaparecido, al extremo de que los jóvenes no conocen muchas de ellas.
Como se aprecia en los datos antes mencionados, las ínfulas de las autoridades cubanas de ser jueces de otros países por la mala gestión del medio ambiente resultan hipócritas y ridículas, al carecer de autoridad moral alguna. Si quisieran realmente ayudar en la solución de los graves retos que enfrenta la humanidad en esa materia, deberían comenzar por proteger los recursos existentes en nuestro país.
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