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domingo, 20 de junio de 2010

Los cubanos libres se acordarán... !!!!!!!!!!!!




por Zoé Valdés


LOS CUBANOS LIBRES SE ACORDARÁN…

Ayer volví a ver un documental en Arte, presentado por Régis Debray, quien desde hace años se ha vuelto sumamente crítico del castrismo. Este documental se titula: Los franceses libres se acuerdan, dirigido por Samuel Thiebaut.

El documental trata sobre el llamado del general Charles De Gaulle, el 18 de junio del 1940, a los franceses libres, a los que se encontraban en el exilio, y a todos los franceses, pero fundamentalmente a los que podían unírsele. El mensaje, en esencia, era el siguiente: Aún cuando Francia haya sido ocupada, y el gobierno de Vichy haya traicionado a los franceses, la guerra no se ha terminado. Y esta frase final constituía el mensaje verdadero e importante: “La guerra no se ha terminado”.

El documental presenta a cuatro franceses gaullistas que en la época contaban entre 18 y 20 años, y ya llevaban a sus espaldas una historia de compromiso con la libertad de su país. Todos salieron a encontrarse con el general De Gaulle en Londres, luego de su llamado.

Stéphane Hessel organizó la Francia libre del General De Gaulle en 1941 y entró en el Buró Central de Información y de Acción (Bureau Central de Renseignements et d’Action: BCRA); fue preso en julio de 1944, y será deportado a Buchenwald, donde conoció a Jorge Semprún, más tarde a Dora. Después de haber sido hecho prisionero por los alemanes y de haberse escapado, Jean-Louis Crémieux-Brilhac se alistó en las Fuerzas Francesas Libres (FFL), en septiembre de 1941, y se convirtió en jefe de servicios de difusión clandestina de la Francia Libre. Yves Guéna llegó a Londres desde Ouessant en la noche del 19 al 20 de junio de 1940; combatirá en Libia, en Túnez, en Normandía, en Alsacia, y después en Alemania hasta Berchtesgaden. Daniel Cordier se alistó en el FFL en junio de 1940; después de dos años de entrenamiento militar, llegó como paracaidista a Montluçon, el 26 de julio de 1942, y se convirtió en el secretario de Jean Moulin. Todo eso hicieron estos hombres desde el exilio, desde la Francia Libre, y luego sobre el terreno en guerra, para liberar a su patria. Todos ellos profundamente gaullistas, creían en De Gaulle porque creían en el sentimiento libertario del general; también Winston Churchill sentía una verdadera admiración por De Gaulle y el entendimiento entre ambos fue importantísimo para las decisiones estratégicas que tomaron, pese al gobierno de Vichy con el que Churchill no podía crear un rompimiento, y al conflicto diplomático que podía suponer Siria y el Libano.

El asunto es que el documental se desarrolló haciendo hincapié en los recuerdos de estos hombres, que desde afuera, desde el exilio primero, no sólo propusieron soluciones, sino que solucionaron la libertad de Francia y de Europa, con la ayuda de los aliados, en la que la de los Estados Unidos fue esencial.

A las preguntas de si ellos dudaron alguna vez de Charles De Gaulle, los cuatro respondieron que nunca, que sabían que De Gaulle significaba la libertad. Y que ellos luchaban por la libertad. En cuanto a la resistencia, la respuesta fue unánime, y nada halagüeña. La resistencia era poca, y no estaban organizados, tampoco tenían mucho que ofrecer, además de que una parte de esa resistencia interna creía que debían negociar con Vichy. Ahí, en ese punto, tuve que hacer un paralelo entre los disidentes cubanos que piensan que el raulismo es la solución, y que alargarle la vida al castrismo pactando con el dictador a través de Estados Unidos, los conduciría a una transición pacífica, salvando, desde luego, las amplísimas distancias.

Por otro lado, cuando escucho a estos hombres hablar, me doy cuenta de que estamos ante gente culta, que se curtió con la guerra, pero que la guerra les propició no sólo información, sino un hambre y una sed de cultura, de libros, de lecturas, personas de formación política vasta; lo que los llevó a hacer auténticas vidas y carreras políticas, aún a los que no siendo políticos reales han sido símbolo histórico de la libertad.

A estos hombres, exiliados, luchadores de la Francia Libre, nadie les reprochó jamás que se enfrentaran a los resistentes con la razón que los asistía, algunos de los resistentes –como he dicho antes- bastante equivocados, por cierto, tal como ellos mismos testimonian. Las proposiciones de estos valientes no siempre fueron escuchadas, atendidas, y mucho menos respetadas; hasta que no probaron que llevaban razón. Lo hicieron, claro está, jugándose la vida, lo que a los cubanos del exilio tampoco se les está permitido.

Artículos como éstos, del señor Carlos A. Saladrigas en El Nuevo Herald, atiborrado de falsedades, donde se huele el oportunismo a pulso, el oportunismo económico a secas, el peor, en el que sólo se beneficiarán los que ponen el dinero y los que mantienen el poder desde hace 51 años, son los que me producen una vergüenza irreparable. Estos 74 opositores que él cita, y a los que él envió una carta –según se dice, escrita por él, lo que es válido- son el equivalente, a mi juicio, de aquellos que pensaban desde la resistencia que había que negociar con el gobierno de Vichy.

Eso bueno tiene conocer la historia de Europa, de la que bebieron Carlos Manuel de Céspedes, José Martí, y tantos hombres que quisieron elevar a Cuba al pedestal de nación, y no arrastrarla en el lodazal de las urgencias de los aspirantes a millonarios con el dinero de los demás, y jugando con la vida de los otros.

Los cubanos libres nos acordaremos de los que dentro de Cuba siguen luchando por empinar la isla a la altura que ella se merece, en la que debiera estar por su historia y por su cultura.

Zoé Valdés.


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