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domingo, 27 de diciembre de 2009
LA IRA REVOLUCIONARIA
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En la primavera de 1980, cuando conocí los mítines de repudio contra los que intentaban escapar del paraíso de Fidel, además de repugnancia, sentí desconcierto. Nunca imaginé que hubiéramos llegado tan abajo en la escala zoológica. Pero, es una triste realidad humana, los límites de la infamia siempre pueden ir mucho más allá de lo que uno supone.
No debía asombrarme el regreso de los mítines de repudio. En realidad, nunca se fueron. Sus promotores olvidan que son contraproducentes, y como si no tuvieran otra fórmula a qué acudir, los traen de vuelta cada vez que lo estiman necesario.
Los estrategas de la represión vuelven a apostar fuerte por las coreografías de las turbas callejeras y la indignación de utilería. Sólo que luego de tantos años de desencanto, el trabajo de los coreógrafos es más difícil. Cada vez son más los que se niegan a danzar al son de la ignominia.
Pero todavía encuentran apapipios, marranos y porristas para sus sainetes represivos. No pasaron en vano tantas décadas de vileza y abyección. Hemos vuelto a ver en estos días el odio en las caras de los rufianes y las arpías, los gritos rabiosos de la jauría sujeta por traíllas.
La turba, pastoreada por corpulentos oficiales de la policía política que reciben órdenes por sus móviles, ahora se desplaza en ómnibus Yutong. Presta a insultar o golpear a una señal de sus amos. Lo curioso es cuán fácil vuelven a la calma, justo cuando más exaltados parecen. La indignación revolucionaria tiene flujos y reflujos, a conveniencia de los directores de escena. Si en algo son buenos, es en domar bestias de pelea: perros sin dientes y gallos tusados. Habrá que averiguar qué extraño fenómeno (sabe Dios si freudiano) ocurre con la indignación popular y la chusmería orientada por el Partido.
El 10 de diciembre (¡vaya día para el reality show de los porristas!), la marcha de las Damas de Blanco no fue molestada en su recorrido de varios kilómetros desde la casa de Laura Pollán, en Neptuno y Aramburu, hasta el antiguo Palacio Presidencial. Por el contrario, la gente que aceptaba sus gladiolos, las miraba con una mezcla de curiosidad y admiración. Hasta que llegaron los ómnibus con los indignados revolucionarios, no comenzó el progrom. Parecían dispuestos a devorar y escupir luego los huesos de “las gusanas”. Su ira terminó, como si nunca hubiera sido, tan pronto gritaron los últimos insultos en la puerta de Laura. Entonces se retiraron disciplinadamente. Como salidos de una escuela dominical.
No sé si Moratinos y Zapatero, tan ingenuos, creerán que esto es una historia de hutus y tutsis, y agradecerán el hecho de que las autoridades evitaran las bajas fatales. Por mi parte, no creo para nada en la espontaneidad de la ira del pueblo revolucionario. En todo caso, si estos gamberros y pirujas de las brigadas de respuesta rápida quieren salvar la revolución y el socialismo, ¿por qué en vez de hostigar a mujeres indefensas, no trabajan más y mejor, dejan de robar al Estado y en la primera asamblea que se lo permitan, levantan la mano y dicen unas cuantas verdades?
Por Luis Cino *
Arroyo Naranjo
La Habana
Cubanet
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Máximo Tomás
Dept. de Investigaciones
La Nueva Cuba
* Periodista independiente cubano, residente en La Habana. Galardonado en el 2004 con el Premio por la Libre Expresión, en la categoría Testimonio, por su trabajo "Algunas noches hablo con Nelson". Ha sido arrestado en múltiples ocasiones. Ha coloborado con diferentes agencias de prensa independientes dentro de la Isla.
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2 comentarios:
asere cubano
Muy bueno esto, las turbas sustentan al tirano moribundo que cada vez necesita mas de incautos y títeres para seguir en su panacea dictatorial pisoteando todo cuanto encuentra en su camino de odio y destrucción.
Si compatriota, esos son los miserables que reciben de premio un bocadillo,una cocacola y una camiseta.Y por estos trofeos se prestan para las represiones que organiza el partido comunista.
Saludos
Jorge Luis
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