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sábado, 26 de diciembre de 2009

El Che: terrorista confeso


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El Che: terrorista confeso
Baldomero Vásquez Soto


La revista TIME, en su edición del 21 de diciembre de 1962, recogió la opinión de Ernesto Guevara (el Che) sobre el acuerdo donde los mandatarios Kruschev y Kennedy pusieron fin a la amenaza de guerra nuclear provocada por la instalación clandestina en Cuba de bases militares rusas, equipadas con armamento atómico. La fuente de aquella reseña sería una entrevista concedida por el comandante guerrillero a Sam Russel, corresponsal en La Habana del periódico socialista inglés London Daily Worker, publicada el 04 de diciembre de aquel año.

El inestimable valor histórico de aquella entrevista radica en que contiene las únicas declaraciones que diera el Che en los meses que duró la crisis de los misiles. La mencionada reseña de TIME se titulaba “Cuba: Castro's Warhawk”, en una clara referencia al Che como el halcón de guerra de Fidel Castro. Sin embargo, al leer su contenido no queda duda de que el calificativo de terrorista es el que mejor le cuadra.

Dibujando un retrato de sí mismo, Guevara afirmaba lo siguiente: "If the missiles had remained, We would have used them against the very heart of the United States, including New York City" (“Si los misiles hubiesen permanecido en Cuba, nosotros los habríamos usado contra el propio corazón de los Estados Unidos, incluyendo la Ciudad de Nueva York”).[1] Sólo alguien con una mentalidad terrorista podría jactarse alegremente del deseo de ejecutar una acción que habría causado la muerte de millones de seres inocentes. Acción que, por lo demás, habría significado también la desaparición de millones de inocentes cubanos, pues la respuesta nuclear instantánea de EEU contra la URSS implicaba fatalmente la destrucción de Cuba. Tanto desamor a su pueblo y a la humanidad hacen inexplicable como este hombre trasmuta en símbolo romántico de esperanza de los pueblos.


La mentira es revolucionaria: de la Acería del Che al Puerto Pesquero de Fidel



Los diferentes aspectos involucrados en la “Operación Anadyr ” (nombre dado por los rusos a la instalación de las bases en Cuba) revelarían otra cara, también perversa, del Che Guevara y de Fidel Castro, que evidencia el absoluto irrespeto de uno y otro hacia la opinión del pueblo cubano y la hipocresía de ambos como defensores de la soberanía de Cuba.

Al subordinar a Cuba a los intereses geopolíticos del imperio ruso, había que obedecer las órdenes que emanaban del imperio. Una de éstas fue que la instalación de las bases militares se haría en secreto. Siguiendo esa línea, el 27 de agosto de 1962 el Che Guevara salía a escena a engañar a la opinión pública internacional. En Moscú declaró que la URSS construiría una gran Acería en Cuba (según la agencia soviética TASS “una factoría de fundición de acero”).[2]

De la falsa Acería no se volvió a hablar más. En su lugar, el comandante Fidel Castro, para engañar al mundo y al propio pueblo cubano, inventó otra mentira: que los rusos construirían un Gran Puerto Pesquero en Cuba.[3] El engaño llegó a su máximo el 23 de octubre de 1962 con la respuesta de Castro, transmitida por radio y TV, al discurso pronunciado por el Presidente Kennedy el día anterior. Ese día Castro desmintió la denuncia de Kennedy acerca de la instalación de misiles nucleares rusos en Cuba y “acusó al presidente norteamericano de mentir al acusar, a su vez, a Cuba de que dispone de armas atómicas”.[4]


La “Crisis de los misiles” en el Testamento del Che

Como se puede comprobar en su Carta de Despedida a Fidel [5], el Che mantendría inalterado el engaño al que siempre ha estado sometido el pueblo cubano sobre la crisis. En lugar de referirse a la “crisis de los misiles”, intencionalmente adopta la retórica rusa, la cual se refería a aquellos peligrosos acontecimientos como la “crisis del Caribe”. Esta frase le permitía obtener una doble ganancia: esconder la responsabilidad de la URSS en la crisis y presentar el conflicto como un enfrentamiento heroico entre el pequeño David (Cuba) y el gigante Goliat (EEUU).

Este terrorista confeso dejó muy mal parado al filósofo Jean Paul Sartre, quien en 1960 lo consideró “el ser humano más completo de nuestra época”. Con toda razón, Ralf Dahrendorf ha señalado al existencialista francés de haber sucumbido a la tentación totalitaria: “siempre que se dieron tales tentaciones, Sartre sucumbió a ellas”



(Cubanet)

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