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sábado, 26 de diciembre de 2009

El país de los inventos





Fernando García | La Habana. Corresponsal | 21/12/2009 | Actualizada a las 02:08h |
"Los cubanos le encontramos arreglo a todo". La frase es de Carlos Rojas, un joven mecánico de La Habana. El suyo es el perfil idóneo para ilustrarnos sobre la que es ya una seña de identidad de Cuba: la capacidad para el invento cotidiano, la ingeniería precaria, la reparación inverosímil y eficaz.


El término "Aurika 70" no le dirá nada al lector. Pero todo cubano sabe que hablamos de una aportación clave de la antigua Unión Soviética a su pueblo. No es un fusil, tanque o cazabombardero, a aunque suene a eso. La marca en cuestión es por contra sinónimo de bienestar, pues designa un artilugio que lo mismo cura una lesión que alivia el calor de la canícula. Eso además de limpiar la ropa, ya que la Aurika 70 no es sino una vieja lavadora-secadora rusa.

De la importancia del electrodoméstico supimos en una casa particular (hostería) de Viñales. El dueño no salió a recibirnos porque estaba "dándose un hidromasaje". ¿En casa? "Sí, sí, pasen a verle", nos invitó la esposa. Y lo vimos. El hombre tenía la mano izquierda metida ¡en una lavadora! De carga superior, menos mal.

No era una ocurrencia. Como nos dijo el paciente, su fisioterapeuta le había prescrito "tres sesiones diarias de Aurika". Al parecer, el programa de lavado produce una marejada de prodigioso efecto rehabilitador tras una fractura o desgarro en alguna extremidad. Más tarde comprobaríamos que la receta es común en Cuba, incluso para lesiones en los pies aunque haya que encaramarse a la máquina.

Había más. Como muchos otros cubanos, nuestro hospedero había cortado verticalmente su Aurika para separar la parte de la secadora, aquí prescindible, y convertir su motor en fuerza motriz de un ventilador. El ingenio producía "tremendo ciclón" –lo verificamos-, una vez acopladas las correspondientes aspas de aluminio.

"El problema es que, o pones un buen soporte, o el aparato echa a andar por la casa, así tenga cable", advirtió el hombre mientras mostraba la cubeta de la secadora transformada en maceta y un cenicero de pie hecho con un pistón de coche y el trípode de un atril.

Carlos, nuestro mecánico, nos explicaría una aplicación más sofisticada del rústico ventilador: la de pieza central de un equipo de "aire acondicionado" con la caja de un televisor Krim, también soviético, como carcasa. Para producir el frío, el inventor/usuario coloca un bloque de hielo entre el ventilador y lo que fue la pantalla, sustituida por una rejilla que orienta el soplo polar obtenido.

El último uso creativo de la Aurika del que hemos tenido noticia corresponde a la última y fructífera campaña del tomate. El plan de incremento productivo dictado desde el Gobierno desbordó previsiones y capacidades de aprovechamiento; en especial por falta de máquinas e instalaciones de triturado y conservación. Muchos campesinos y comerciantes agrarios emplearon la lavadora, con sus potentes aspas laterales, a modo de batidora gigante. El tomate así triturado se introducía luego en botellas de cristal que se sellaban con cera y se pasaban al baño María para una larga conservación.

La improvisada trituradora prestó un servicio al país, aunque no evitó que cientos de toneladas de tomate se pudrieran en el campo. El "tremendo ciclón" con motor de secadora fue en cambio motivo de debate nacional desde que, en el 2005, Fidel Castro salió por la tele para lanzar una amplia campaña de ahorro energético que implicaría la caza y captura de aparatos artesanales, en particular de los ventiladores Aurika, esos "devoradores de electricidad", dijo. Sus órdenes no siempre iban a cumplirse, como hemos visto, por mucho que un año después anunciara la sustitución de más de un millón de ventiladores clandestinos por otros de factura "ahorradora".

Otro equipo de bajo consumo que el Gobierno distribuyó fue una jarra eléctrica para hervir agua. Pero la operación se paró en unos meses, cuando las autoridades detectaron su uso "para fines no previstos que generan consumos por encima de lo calculado". ¿Qué pasó? Pues que muchos cubanos habían convertido la jarra en calentador para la ducha. Las instalaciones, aún quedan por ahí, son dignas de ver. La jarra aparece conectada al enchufe ás cercano y acoplada al último tramo de la tubería. El agua corriente entra fría en el recipiente para, una vez mezclada con el que hierve dentro, retornar al tubo ya templadita antes de llegar a la pera.

Ventilador o trituradora Aurika y ducha eléctrica forman parte de un repertorio inconmensurable de invenciones, chapuzas y apaños creados en la Cuba de los últimos años bajo el triste estímulo de las privaciones. Unas carencias que afectan sobremanera al transporte. Por eso la crisis conocida como periodo especial, sobrevenida con el fin de la URSS y el endurecimiento del embargo, tiene como símbolo el camello: monstruo del transporte colectivo consistente en una cabina y dos contenedores de camión acoplados.

El camello, en vías de desaparición, fue una creación oficial. No como el popular rikimbili, blanco de frecuentes batidas policiales. Se trata de una bicicleta enriquecida con el motor sustraído de una mochila de fumigar. Estas bicis empezaron a volar tanto o más a sus anchas que los insectos salvados por el robo de los motores de fumigación. Las redadas casi las erradicaron, pero aún quedan.

A medio camino entre camellos y rikimbilis, entre lo legal y lo furtivo, los coches son el máximo exponente de la ingeniería popular cubana. Ahí nunca hubo guerra fría. Imponentes automóviles imperialistas tipo Buick, Dodge o Chevrolet de los 50 sobreviven gracias a un fluido transplante de piezas extirpadas a ejemplares de Lada, Mosckvich o Volga rusos, cuando no a tractores rumanos. El promiscuo tráfico de recambios alcanza ya a los carros europeos y asiáticos, que no escapan del canibaleo (despiece) al que todo vehículo es sometido en Cuba cuando por robo, siniestro total o avería irresoluble queda fuera de circulación.

Todo lo que rueda en la isla es susceptible de cirugía mecánica. Y esto incluye asimismo bicitaxis, carros de la compra, calesas y carromatos, cuya dotación con ruedas arrancadas de contenedores de basura es una plaga de inmundos efectos. En el ámbito militar, la isla ha producido carros de combate propulsados con carbón.

Las antenas de radio y televisión para captar señales prohibidas son toda una rama de la subrepticia artesanía local. Cientos, tal vez miles de terrazas de La Habana acogen las más extravagantes formas de disidencia tecnológica. Destacan las parabólicas hechas con paellas, bandejas de aluminio o sombrillas y las antenas radiofónicas a base de perchas o agujas de coser que desde los 90 transportan a los barrios habaneros el rap o el reguetón de las emisoras de Florida.

También la alimentación y la cosmética dan cuenta del ingenio doméstico a la cubana. La utilización de químicas golfas e ingredientes bastardos en la gastronomía y el aseo personal fue una práctica extendida en los 90, por fortuna casi erradicada. Pero en confección y peluquería todavía se ven creaciones y aditamentos curiosos, más positivos que aquéllos. Zapatos hechos con hojas de plantas y bolsos fabricados con abridores de latas son ejemplos de reciclaje y empleo de materias naturales que una pasarela europea podría exhibir como piezas de post-vanguardia pero aquí son fruto de la necesidad... Como de manera más tosca lo atestiguan, con glamour cero y ternura infinita, los rulos para el pelo hechos con cilindros de cartón del papel higiénico o trozos de tubería de PVC. Los cubanos carecen de casi todo, pero casi todo se lo inventan. Menos la comida, claro.

(LA VANGUARDIA.ES)

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