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sábado, 3 de octubre de 2009

Ver para creer


“Mejoría en el correo Cuba-USA” dicen los cables, pero mi ingenuidad no me alcanza para pensar que me llegarán intactos los libros de Vargas Llosa y Zygmunt Bauman prometidos desde Suecia.

¿Entonces abrirán cursos de cívica y moral para los “aguerridos trabajadores” de la empresa Correos de Cuba? ¿Les dejarán saber en letras times new roman de 24 puntos que lo ajeno se deja quieto?

Si el ciclón político de Obama hace bajar la cerviz a los inquietos chicos de Correos de Cuba, ¿me devolverán el reloj sustraído al esfigmógrafo que me enviaron desde New Jersey el año pasado?

Para que no le pasara lo mismo que a mí, una señora de mi pueblo y su hermana de Miami se complotaron para burlar a los timadores de la mensajería nacional y poderle celebrar las fiestas de quinceañera a la hija con todos los atributos que se requieren para el ritual de fotos con diferentes ropas y zapatos. En el primer envío arribaron a San Germán los cuatro zapatos del pie derecho para la jovencita. Los del pie izquierdo en la segunda oportunidad.

Las secciones de quejas de los diarios cubanos dan fe del libertinaje de funcionarios y trabajadores que sólo en contados casos han sido amonestados. Virutas de madera, envases plásticos llenos de arena, trozos de metal y trapos viejos son parte del botín que recibe el usuario luego que los ingeniosos seleccionadores de las oficinas postales revisan la mercancía que llega a la isla.
Luis Felipe Rojas

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