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sábado, 3 de octubre de 2009

Lo que la gente está esperando


El Estado cubano ha abolido, con el peso del poder absoluto y la tenacidad de cinco décadas de intransigencia, el emprendedurismo de la gente. Cada vez que en el pueblo surge alguna iniciativa para tratar de resolver el inmovilismo económico y la hambruna que provocan una economía inviable; el estado se apresura en buscar la manera de penalizar el modo y frenar el entusiasmo.
En 1980, cuando la industria ligera cubana le ganó la emulación a la soviética y logró ser más desastrosa aún, surgieron los merolicos. Inspirados en un héroe anónimo de una telenovela mexicana, aquellos emprendedores lograron fábricas mucho más eficaces que las del Estado y capaces de consumar las más inverosímiles invenciones.
Años después de que los merolicos fueran exterminados, surgieron los trabajadores por cuenta propia. Ya en ese momento, la década de los noventa, el paisaje cubano comenzaba a transformarse en una ruina irrecuperable, pero los cuentapropistas lograron producir bienes y servicios que el Estado era incapaz de ofrecer.
Al filo de la segunda década del siglo XXI, 50 años después de que acabara la guerra, Ramiro Valdés la invoca para quejarse del pueblo. “Aquí se ha derramado mucha sangre para garantizar el triunfo de la Revolución y consolidar(lo), que esto se hace, después de los tiros, con el trabajo. Eso es lo que nosotros tenemos que convocar, a trabajar y a trabajar bien”, recalcó.
Según el comandante de 77 años, cuya tarea principal dentro del Gobierno es impedir que el pueblo acceda con libertad a la Internet, los cubanos no pueden seguir esperando a que “papá Estado” resuelva todos sus problemas. Si hubieran invitado a Willy Chirino al Concierto por la Paz, Ramiro Valdés se habría enterado con más exactitud qué es lo que la gente está esperando.
Una sola canción le habría hecho entender con más claridad.

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