Plomo en la sangre, el temor de los habitantes de dos comunidades habaneras
Se quejan de que las autoridades les escamotean resultados de análisis y piden que los trasladen.
Los vecinos de las comunidades Yuca 1 y 2, en Guanabacoa, viven con un temor constante, el envenenamiento por plomo en sangre.
Esta es la única sustancia nociva que oficialmente se ha identificado en los alrededores. Los habitantes de las comunidades se quejan de falta de información por parte de las autoridades y de respuestas a los enfermos, que se multiplican. Piden lo que consideran la única solución posible, el traslado a otro lugar.
Los asentamientos se levantaron hace más de 20 años sobre terrenos en los que antes Cubana de Bronce arrojaba residuos de su producción. La idea inicial era que fueran albergues "transitorios", destinados a acoger damnificados de ciclones, derrumbes y otras desgracias. Sin embargo, algunos de sus habitantes llevan décadas allí.
"Para llegar a la Yuca te bajas en la parada de El Mikito", indica Niuris. "Entras por la carretera de Santa María, coges cualquier cosa: un camión de dos pesos, una camioneta de cinco, un carro de diez; pasas la línea y, cuando estés llegando a las Ocho Vías, verás las naves a mano derecha".
En un inicio los pobladores eran solo vecinos del edificio San Pedro 310, de la Habana Vieja. Luego han sido muchos los que han llegado para quedarse.
Las "Yucas" imitan casitas con techos de zinc, exactamente iguales entre sí. Sus moradores las han pintado, cercado, adornado con plantas, pero aún así no escapan al hacinamiento y la miseria.
Milagros lleva 22 años y sus hijos llegaron siendo bebés. Han pasado toda su vida sufriendo las Yucas.
"Hay plomo por todas partes", asegura. "Si vas al patio y remueves un poco la tierra empiezas a encontrar los pedazos. Y los niños juegan con ellos".
En la misma tierra donde juegan los niños, se siembran plátanos, calabazas y boniatos que los vecinos consumen.
"No tenemos esperanzas de irnos para casas decentes. Mi hijo se fue del país por eso. Él trabajaba en el hospital Ameijeiras y la única solución que encontró fue dejarme sola", se queja Milagros.
"Ya llevo 16 años en este lugar", dice una anciana. "A esta parte no llega el agua. Tenemos que abrir huecos en la tierra, romper las tuberías y sacarla cubo a cubo. En Yuca 1 pusieron una turbina y más o menos resolvemos. Pero antes no teníamos ni mercado, ni panadería, ni teléfono, ni posta médica".
Para "aliviar" la situación, las autoridades instalaron dos teléfonos públicos. Pero enfermarse en las Yucas sigue siendo un problema serio.
"Por el día tenemos la posta médica para cualquier cosa sencilla, pero reza por no tener alguna urgencia de noche. Antier a Verónica le dio un cólico nefrítico y terminó yéndose en una perseguidora porque la ambulancia nunca llegó", cuenta una vecina de Yuca 2.
'Lo primero que habría que hacer es sacarnos de este lugar'
Los habitantes de las "Yucas" creen que es un hecho que viven con plomo en la sangre, pero no pueden probarlo. Muchos se niegan a dar su nombre.
"Hace un tiempo una madre mejor informada consiguió que, a través de amistades, le hicieran a su hija unos análisis de sangre. Los resultados confirmaron las sospechas, tenía envenenamiento por plomo. El caso fue silenciado y a la familia, milagrosamente, le dieron un apartamento", relata una mujer. "Así fue como nos enteramos de que el plomo en sangre mata".
En el lugar abundan también los casos de cáncer.
"La vecina de atrás murió de cáncer; a la de al lado, la niña se le enfermó y le dieron casa, pero todos sabemos que tenía cáncer también; la de enfrente, nadie sabe de qué murió, pero sufrió muchísimo", dice otra mujer.
En la vicedirección de Higiene y Epidemiología del Policlínico docente de Centro Habana aclaran que el envenenamiento por plomo no necesariamente provoca cáncer, por lo que los vecinos temen que en el terreno haya otras sustancias dejadas por Cubana de Bronce.
Los especialistas en Higiene y Epidemiología reconocen, no obstante, que "la exposición prolongada al plomo puede ser nociva".
Varios habitantes de las Yucas han escrito cartas al gobierno municipal, al Partido Comunista, al Poder Popular y a Salud Pública. Cuando fueron demasiado molestos, dicen, los montaron en una guagua y los llevaron a una reunión para amenazarlos. No se han callado, aunque ya no saben qué más hacer.
"No es cuestión de que nos den un poco más de azúcar o de arroz", dice un hombre, "es que nos están matando".
"En otro país esto les cuesta", opina una joven, "pero nosotros no sabemos cómo hacerles pagar".
"A mi familia le hicieron análisis de orina, pero me enteré de que no era suficiente, y me busqué una amistad que nos hizo análisis de sangre", añade. Afirma que todos tienen diferentes niveles de plomo.
"A mi sobrino de 12 años hay que operarlo de una malformación en la rodilla. Ahora que sabemos un poco más estamos convencidos de que nació así por causa del plomo", dice.
Ante tanta insistencia de los vecinos han aparecido por la zona médicos que han facilitado análisis a los niños y a sus padres. Los resultados se han demorado más de la cuenta para algunos. A otros, los más evidentes, se los han llevado, les han hecho pruebas en el hospital y luego los han devuelto a las Yucas, relatan los vecinos.
Hay una niña hospitalizada y a otra están a punto de llevársela, aseguran.
A pesar del silencio de las autoridades y el desconocimiento de los vecinos sobre las verdaderas implicaciones del envenenamiento por plomo, cada día más personas se deciden a expresar su miedo.
Las protestas llegaron a su clímax cuando "se corrió una bola" de que los resultados de los análisis se habían extraviado. Empezaron a aparecer letreros en puertas y paredes exigiendo casas y hablando del temor al plomo.
"Lo primero que habría que hacer es sacarnos de este lugar", dice una farmacéutica. "Pero qué vamos a esperar si ni siquiera aceptan que estamos enfermos".
"No creo que nos den ninguna respuesta", apunta Milagros. "Nunca se han preocupado por nosotros y no lo van a hacer".
"Lo ultimo fue que vino Higiene y Epidemiología y nos dijo que nos estuviéramos quietos, que aquí no hay ningún problema", afirma un hombre indignado.
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