ALDO ROSADO,CABECILLA DE UNA PANDILLA DE ASESINOS Y COBARDES.RESPONSABLE DEL AMETRALLAMIENTO Y HUNDIMIENTO DEL PESQUERO ARMANDO II A 8 MILLAS DE CAYO BLANQUIZAL AL NORTE DE CUBA,Y DEL AMETRALLAMIENTO DE LOS TRES TRIPULANTES DE ESTE BARCO CUANDO INTENTABAN SALVAR SUS VIDAS AGARRADOS A UN MADERO SOBRE LAS OLAS DEL MAR (1964)
¿Podría el régimen de Castro intercambiar prófugos de la justicia con EEUU?
El nuevo panorama preocupa a los cerca de 70 fugitivos estadounidenses que se ocultan en Cuba, en algún momento de sus vidas fueron útiles como propaganda para el régimen de los Castro
MONEDAS DE CAMBIO | 14 de Octubre de 2015
LA HABANA.-IVÁN GARCÍA
Especial
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En algún lugar de Cuba reside Joanne Chesimard, una terrorista estadounidense por la cual el FBI ofrece dos millones de dólares por información fiable que propicie su captura.
La foto en blanco y negro de Chesimard aparece en las paredes de un amplio salón de la Embajada de Estados Unidos en La Habana. Es el mismo lugar donde los cubanos esperan sus visas para emigrar, pero ellos apenas se percatan del historial delictivo de la prófuga femenina número uno de la justicia estadounidense.
En La Habana nadie conoce a Chesimard por su nombre. Ni siquiera por el de Assata Shakur, su nuevo alias desde que desembarcó en Cuba en 1984. Hace tres años, en una investigación conjunta con otros periodistas independientes, fuentes confiables aseguraron que Shakur, de 68 años, se dedica a la compra y venta de obras de arte.
Le dicen La gringa y quienes tratan con ella probablemente desconozcan que el 2 de mayo de 1973, Chesimard, integrante de Las Panteras Negras y del Ejército Negro, asesinó al policía Werner Foerster de un disparo en medio un control rutinario en una autopista rumbo a Nueva York.
En noviembre de 1984 escapó de una penitenciaría federal de alta seguridad donde cumplía cadena perpetua y reapareció en Cuba, donde el gobierno de Fidel Castro le concedió refugio político.
Su caso fue señalado reiteradamente en los informes anuales del Departamento de Estado como una poderosa evidencia para mantener a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo desde 1982 a 2015, cuando el presidente Barack Obama decidió excluir a la Isla.
Con absoluto respaldo del Gobierno cubano, en 1985 la fugitiva pudo reunirse con su hija Kakuya. En 1987 escribió el libro Assata: una autobiografía. Y laboró como redactora de inglés en Radio Habana Cuba.
Acogida por Fidel Castro
Según su propio testimonio, fue acogida en Cuba con el beneplácito personal de Fidel Castro, quien la describió como una luchadora por la igualdad racial en Estados Unidos.
“Quererla presentar como una terrorista es una injusticia, una brutalidad, una mentira infame. Esa señora fue un ejemplo”, dijo Castro en una comparecencia televisiva en 2005, a raíz de que Washington reanimara los esfuerzos para capturarla.
Chesimard es la más connotada de los prófugos estadounidenses en Cuba, pero no es la única. Según el FBI, alrededor de 70 fugitivos de la justicia de Estados Unidos residen en la Isla.
Algunos ya han muerto
Algunos han muerto, como Robert Vesco (Detroit, 1935) financista que defraudó 224 millones de dólares y luego se guareció en Cuba. Todos los documentos -si es que existen algunos- duermen en una caja de caudales del templete estatal.
Se rumora que financió la construcción del Polo Científico al oeste de La Habana y por un millón de dólares compró una casa en Cayo Largo, un islote turístico al sur de Cuba.
“Era un tipo que conocía al detalle la corrupción financiera de la nomenclatura. Por tanto, era un activo peligroso para el gobierno”, dice un ex oficial jubilado de la inteligencia cubana.
El 23 de noviembre de 2007, Vesco murió en una celda del Combinado del Este, La Habana. Había caído en desgracia con el régimen de Fidel Castro, que en 1996 lo sentenció a 13 años de prisión por estafa y actividad económica ilícita, y a 9 años, como cómplice, a su esposa, la cubana Lidia Alfonso Llauger.
Charles Hill es requerido por la justicia estadounidense por un cargo de asesinato y otro por participar en el secuestro de un avión. (CORTESÍA)
Otros fugitivos
Más suerte ha tenido Charles Hill, quien camina libremente por las calles estrechas de La Habana antigua. Hill fue acusado por la justicia norteña de asesinar el 8 de noviembre de 1971 a Robert Rosenbloom, teniente de la policía de Albuquerque, Nuevo México.
El pasado 4 de mayo, el periodista cubano Carlos Manuel Álvarez entrevistó a Hill para la BBC de Londres y contaba: “Los ojos de Charles Hill indican que acaba de despertarse o que hoy ha vuelto a beber. Tomar ron se ha convertido en un deporte y un alivio para este prófugo de la justicia estadounidense, refugiado en La Habana desde hace 43 años. Sin embargo, nunca como ahora ha corrido tanto peligro”.
Con el reinicio de las conversaciones entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos, el 17 de diciembre de 2014, su destino se ha vuelto bastante incierto.
"Ya estoy sintiendo la presión. A veces la depresión me agarra y me tiro en la cama a dar vueltas o a leer un libro, pero no puedo dejar que la depresión me domine”, le dijo Hill al reportero. Se puede entender su miedo y el de otros prófugos de la justicia norteña que viven en la Isla.
El pasado 18 de septiembre, una comisión bilateral de Cuba y Estados Unidos hablaron por vez primera cara a cara sobre los fugitivos de la justicia norteamericana y Luis Posada Carriles, anticastrista que el gobierno de Castro acusó de volar un avión de pasajeros en pleno vuelo el 6 de octubre de 1976 y que Venezuela, aliado del régimen, desea extraditar.
Ese día, las dos delegaciones abordaron asuntos sobre los que existen “diferentes concepciones”, dijo la cancillería cubana. Los dos países discrepan conceptualmente sobre los motivos y circunstancias que indujeron al delito de los fugitivos.
“Hace unos años, Cuba decidió acoger a un grupo de personas luchadores por los derechos civiles en los Estados Unidos, a los que nuestro Gobierno legítimamente les dio asilo político”, declaró la funcionaria Josefina Vidal a la agencia AP en diciembre de 2014.
Al no existir un acuerdo de extradición vigente, al haber expirado los suscritos en 1904 y 1926, y no estar Cuba dispuesta, por el momento, a la entrega de Chesimard y otros prófugos, deberán concebirse una solución técnica y políticamente viable para llegar a un acuerdo.
El FBI busca también a William Morales, exmilitante de un grupo nacionalista puertorriqueño implicado en atentados con explosivos en Nueva York que causaron cuatro muertes.
Fuentes estadounidenses sitúan también en la Isla al ex agente de la CIA, Frank Terpil, quien vendió armas al difunto dictador libio Muamar el Gadafi y al atracador Víctor Manuel Gerena, que se hizo con un botín de siete millones de dólares en Connecticut en 1983.
El nuevo panorama preocupa a los cerca de 70 fugitivos estadounidenses que se ocultan en Cuba. En algún momento de sus vidas fueron útiles como propaganda para la autocracia verde olivo. Ahora pueden ser monedas de cambio.
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