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lunes, 9 de abril de 2012
Paquito D'Rivera: ¿Orgullosos de ser cubanos, por qué?
El siempre polémico Paquito D'Rivera ha hecho pública esta carta a un amigo, cargada de una profunda desilusión sobre el presente de Cuba y las actitudes manifiestas entre las nuevas oleadas de la diáspora cubana.
El destinatario de su carta -según explicó el saxofonista- es un musico cubano que vive en España desde 1980, y que ahora ha adoptado el "apoliticismo de Izquierda".
"Hay mucha gente que no les gusta escuchar la verdad, entre ellos el amigo a quien escribí esa carta. Yo no le dije absolutamente nada que fuera ofensivo, solamente la verdad; bueno pues el se ofendió y hasta se acordó del Che Guevara, uno de los principales causantes de nuestra desgracia", escribió el laureado músico en un mensaje enviado a CaféFuerte.
Reproducimos a continuación la carta de Paquito, que seguramente no quedará exenta de nuevas controversias.
CARTA A UN AMIGO
Amigo Florencio:
¡Qué pena te tomaste tan a pecho mis desilusiones por la nuevas (y no tan nuevas) generaciones de cubanos de aquí y de allá! Lamento que el inclemente poder ofensivo de la verdad te hiriera tanto, pero es que hace ya más de tres décadas que nos largamos de aquella bazofia de sistema y el cuartico está igualito. Así que dime tú: ¿orgullosos de ser cubanos, por qué?
Han pasado más de 20 años de la caída del muro de Berlín, de la revolución de terciopelo en Checoslovakia, de la protesta juvenil de la plaza de Tiananmen en China; y más de treinta años tiene ya la valiente creación de los sindicatos independientes en Polonia. Más recientemente, la Primavera Árabe conmovió al mundo… ¿Y a todas estas, a los cubanos solo se nos ocurre pedir permisos renovables para residir en otros países y de vez en cuando mendigar visas de turistas para pasear por las ruinas de La Habana? ¿A rezarle al Papa?... No me hagas reír, Flori. Tal parece que ya los escritores y artistas cubanos de principios como Celia, Olga, Cabrera Infante, Cachao, Bebo Valdés, Montaner, Álvarez Guedes y Rolando Laserie se van acabando. Ahora son "apolíticos", y algunos hasta actúan gratis en los festivales que organizan sus antiguos verdugos aquí o en Cuba. Y de los artistas y músicos de la Isla mejor ni hablar. Allá hacen cualquier cosa por ganar unas piastras afuera (o más bien adentro, como diría nuestro amigo Nicolás), y después ir a la chopin a buscar jabones, pasta de dientes, blumers y cuanta chuchería de "área dollar" encuentran pa’ llevar, como hormigas, pal solar. Tú y yo hicimos esto por un tiempo, pero… ¡¿Hasta cuando?!
El lenguaje de tu carta -que suena un poco como Manolo Ortega-, me hizo recordar también a esos nuevos (y no tan nuevos) “exiliados” de Miami, que cuando quieren portarse bien pa’ que los autoricen a ir de visita a (lo que queda de) el Caimán, se vuelven apolíticos, cambian los CDs de Chirino por los Van Van, hablan de los supuestos logros en la educación y la medicina, mencionan a Viet Nam y empiezan a llamar bloqueo al embargo. Yo conozco a uno que tuvo que corretear por todo el mapa de México, desde Cancún a Tijuana, huyendo de los comunistas que lo querían zumbar pa’ La Habana antes de tiempo. Cuando llegó aquí echaba pestes de los dirigentes cubanos, pero unos años después también se volvió “apolítico” y hace poco me dijo:
-Voy pa’ Cuba (como por tercera vez); ¿quieres algo de allá?
Y yo pensé contestarle que sí, que me trajera de vuelta el derecho básico y fundamental de entrar y salir de nuestro país cuando nos diera la gana, sin pasar por la humillación de pedirles permiso a los dueños de la perla de las Antillas. Y que si podía me trajera la libertad de expresarme y de escribir libremente sin ser encarcelado ni golpeado salvajemente como lo son las Damas de Blanco, el doctor Biscet, Yoani Sánchez, Gorki Aguila y unos pocos cubanos con dignidad que aún quedan por allá sueltos (casi ninguno músico).
También me gustaría que me regresaran la propiedad de la casa que construyó mi abuela en 1929, donde crecimos mis hermanos, yo y mi hijo, y donde ahora vive un militarote. Y de paso –como me gustan tanto los carros viejos–, que me pasaran las llaves del Plymouth 41 que mi padre tuvo que entregar a Inmigración para que lo autorizaran a emigrar. Además, pensé pedirle a mi amigo que hablara a favor de reinstalar la opción legal de afiliarme a un partido político, aspirar a cualquier cargo público y cooperar al progreso del país en que nací y que ellos han destruido metro a metro. Hasta me pasó por la mente sugerirle a los de la Nueva Trova que le pidieran disculpas a Mike Porcel por el tremendo “mitin” de repudio que le dieron en la puerta de su casa sitiada, cuando decidió irse con su música a otra parte. Y también a las familias de los fusilados y a los periodistas independientes presos por informar lo que el gobierno esconde. Y le iba a insinuar a mi amigo que les halara las orejas a los escritores, pintores, bailarines y músicos de vuelos internacionales por su silencio cómplice ante tanta coacción, abuso de poder, corrupción administrativa y familias separadas. No le pedí que me trajera la niñez de Franco, mi único hijo, porque al secuestrármelo por casi 10 años y destruir además mi matrimonio, ya no había forma de recuperar esos años perdidos, que lo convirtieron en un verdadero extraño para mí.
Tampoco me atreví a pedirle que por lo menos protestara cuando estuviera allá, por aquella censurable acción que fue el hundimiento del remolcador 13 de Marzo, comparable solamente a la monstruosa voladura del avión de Barbados, que tú mencionas en tu carta. Ambos hechos lamentables; solo que en aquel infortunado vuelo iban en su mayoría unos cuantos funcionarios comunistas, policías guardianes y atletas que representaban a la tiranía castrista; mientras que por otro lado, en aquel barco arbitraria e innecesariamente hundido, fueron masacrados hombres, mujeres y niños cuya única culpa era tratar de escapar del anacrónico sistema que tanto aquellos políticos como los “medallistas” del fatídico vuelo celebraban con júbilo.
En conclusión, mi querido Florencio, que decidí no pedirle nada a mi apolítico amigo, pues no podría complacerme en ninguna de mis peticiones. Solo le recordé que cuando él y yo tuvimos que huir de Cuba, existía allí una dictadura que encarcelaba, reprimía y fusilaba a los opositores. Nada de eso ha cambiado en 53 años, de modo que sigo sin entender el por qué regresaba a donde poco antes había tenido que espantar el mulo.
Para terminar, debo confesarte que no por triste me resultó sorprendente la despedida de tu carta: -"Hasta la victoria siempre"-, citando el eslogan favorito del Che Guevara, siniestro personaje de la camarilla de ineptos que montó en nuestro empobrecido país ese régimen cruel y obtuso, hecho a la medida para vagos, resentidos, mediocres y envidiosos, del cual tú y yo tuvimos la suerte de escaparnos hace ya muchos años.
Saludos,
Paquito D’Rivera
New York, Marzo 23-2012
CAFE FUERTE
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