«El domingo marcharé con las Damas de Blanco»
La Dama de Blanco Sonia Garro, excarcerlada por el régimen tras más de dos años y medio de prisión sin juicio, conversa con DIARIO DE CUBA.
Apenas 48 horas después de salir de la cárcel de mujeres Manto Negro, en la periferia de La Habana, Sonia Garro Alfonso, disidente de barricada y Dama de Blanco, todavía digiere gradualmente su libertad.
"Me siento mareada. Apenas camino unas cuadras y me canso. Me siento rara, han pasado muchas cosas en estos dos años y ocho meses que estuve en la cárcel. Cuando me encarcelaron junto a mi esposo [Ramón Alejandro Muñoz] nuestra hija era una adolescente de apenas 16 años, ahora es una joven que ha madurado, obligada por las circunstancias", apunta Sonia.
El jueves 11 de diciembre, un sol tibio no lograba superar el frío cortante y húmedo que asolaba La Habana. Rayando las 12 y 30 del mediodía charlé desde mi móvil con Sonia Garro.
Concertamos una entrevista, más bien un recuento de su historia en la cárcel y de aquel día fatal de la primavera de 2012, cuando un operativo desmesurado de una brigada antimotines, disparando balas de goma, irrumpieron en su casa del barrio Los Quemados, en Marianao, para detener al matrimonio Garro-Muñoz como si fuesen connotados terroristas.
Me llegué a casa de la madre de Sonia, en un callejón estrecho de aceras destruidas y fachadas que piden a gritos una mano de pintura. En una vivienda desvencijada y oscura, con paredes cuarteadas y una sala sin muebles, comenzamos a hablar.
Pero los amigos y las insistentes llamadas a su celular no le permitían concentrarse. "Dejémoslo para mañana. Por la tarde tengo que ir a casa de Laritza Diversent [directora de Cubalex, consultoría jurídica independiente que radica en El Calvario, al sur de la capital]. Creo que ahí estaremos más tranquilos", acotó.
En la tarde del viernes pudimos reanudar la conversación interrumpida. Después de un café fuerte y dulce, Sonia Garro charló para DIARIO DE CUBA.
¿En qué situación jurídica te encuentras ahora mismo?
La primera sorpresa fue mi excarcelación, por supuesto. Por mi delicada salud, el médico del penal le había recomendado a las autoridades que
me ingresaran en la sala del hospital de la prisión. Incluso en la mañana
del 9 de diciembre, horas antes de mi excarcelación, desconocía que me otorgarían la libertad. Conmigo no habló ningún oficial de la Seguridad del Estado.
La directora del penal me había dicho que me trasladarían a un hospital civil. Luego, sorpresivamente, me dijo que me concederían
la libertad condicional. Puso sus reglas. No podía participar en fiestas públicas y una vez por semana debía acudir a firmar un acta en una unidad policial. Ella es la directora del penal, pero no es representante de ninguna institución jurídica. Me trasladaron a casa de mi madre en un auto de la prisión. Por la tarde fui a la unidad de policía de Marianao y nadie conocía mi caso. El viernes por la mañana el abogado me contó que en mi expediente no cuenta el estatus de libertad condicional ni ningún otro.
Todo siempre pareció un montaje muy forzado. Desde tu detención hasta la suspensión de cuatro juicios. Estabas en tierra de nadie, legalmente hablando. Pero la cruda realidad era, que a pesar de tanta incertidumbrelegal, dormías privada de tu libertad en una cárcel de máxima seguridad y alejada de tu hija. Cuéntame sobre la detención aquella mañana del 18 de marzo.
Aquel día yo había llegado de la calle y junto a Ramón subimos a la azotea a tirar volantes en pro de la democracia y los derechos humanos. Al instante, la cuadra se llenó de paramilitares y tropas élites del MININT. Irrumpieron en la casa a la fuerza. Nosotros nos defendimos como pudimos. Me dispararon a mansalva con balas de goma. Me hirieron en una pierna
y me desmayaron a golpes. Cuando desperté estaba en una unidad
policial. Luego me trasladaron a una central de investigaciones en 5ta Avenida, Miramar. Allí estuve quince días. No hubo interrogatorios. Ningún instructor habló conmigo. De allí fui a parar a Manto Negro.
En 2011 me contaste sobre un ultimátum enviado por la Seguridad del Estado. Era la etapa donde tú y un grupo de mujeres tenían en jaque a los servicios especiales con protestas callejeras. ¿No consideras que estos dos años y ocho meses han sido una represalia del régimen para amedrentarte?
Por supuesto. Formaba parte del plan destruirme como persona llevándome a prisión. Recuerdo que en 2011 me llevaron detenida
a una casa de la contrainteligencia. Tuve que agachar la cabeza en
el auto y tras innumerables rodeos me condujeron a una residencia ubicada en las afueras de La Habana. Allí un alto oficial de los servicios especiales, de manera escueta, me trasmitió un mensaje de las más altas instancias. 'Sonia, o dejas de protestar en la calle o te enjuiciamos. El propio presidente [Raúl Castro] nos ha dado la orden de terminar ese asunto'. Cumplieron con su palabra.
Ya en prisión, ¿cómo fue el trato hacia tu persona?
Horrible. Las golpizas fueron constantes. La más violenta fue
la del 6 de agosto de 2013. Fue una paliza brutal. Eran como 14 guardias golpeándome. Te imaginas cómo salí. Por cualquier motivo me castigaban y me enviaban a una celda. Son calabozos de dos metros de largo por un metro y medio de ancho. Los barrotes están tapiados. Hay una letrina hedionda y una llave de agua que después de la dos de la tarde la abren para que te bañes. En tiempo de frío la abren a las ocho de la noche. Duermes encima de una colchoneta que recogen por la mañana. Estuve en ese tipo de celda de castigo varias veces. De la comida, ni hablar. Una bazofia. También tuve otros tipos de castigos. Como suspenderme la visita familiar o no poder hacer llamadas telefónicas a mi familia una vez a la semana.
¿En el destacamento tuviste incidentes? ¿Cómo fue el trato del personal médico?
La atención médica en una primera etapa era pésima. Luego llegó un doctor nuevo, que me brindó un trato humano y correcto. En la cárcel escaseaban los medicamentos. En prisión se me agravaron mis problemas renales, de hipertensión y de diabetes. Gracias a la solidaridad de las Damas de Blanco y del exilio cubano que me enviaban medicamentos y alimentos, pude tener una alimentación adecuada.
En el destacamento donde estuve recluida, el más peligroso de todo el penal, nunca trabajé. Incitadas por las autoridades del penal algunas presas violentas, a cambio de visitas familiares o pabellones conyugales, intentaron provocarme. En Manto Negro, como en cualquier cárcel de Cuba, el tráfico de favores de los guardias de prisión y la corrupción es descomunal. Se trafica con todo. Desde comida y alcohol hasta drogas.
Contaba el poeta y periodista Raúl Rivero que lo peor de la cárcel son las noches. Es el momento de pensar en la familia, los hijos, los amigos que dejaste atrás...
Es cierto, era terrible. Sufría mucho por no poder ayudar a mi hija, darle una caricia, saber de sus problemas. Elaine [hija de Garro] tuvo que soportar presiones de todo tipo, igual que mis hermanos. A uno de ellos, Yunier, lo sacaron de su trabajo. Desde hacía nueve años laboraba como cocinero y solo por ser mi hermano y ayudarme, un oficial de la Seguridad, pariente de
uno de sus jefes, lo sacó del trabajo. Todo el tiempo que estuve presa la policía política trabajó para dividir a mi familia. No les basta con tenerte encerrada, quieren destruirte como ser humano.
¿Cuáles son tus proyectos futuros?
Me hace ilusión retomar mi proyecto comunitario para ayudar a niños pobres y de matrimonios disfuncionales. De momento, el domingo 14 de diciembre marcharé con mi grupo de las Damas de Blanco en la iglesia de Santa Rita, Miramar, con mi amiga Berta Soler a la cabeza.
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