Las incoherencias de ciertas grandezas.
Por Ondina León ©
Los medios de difusión están de plácemes: ha muerto un hombre grande.
Con la necrofilia que los caracteriza y la superficialidad endémica que
los corroe, estos medios se aprestan a canonizar a Nelson Mandela en un
aquelarre que tiene de fiesta, rumba y guaguancó, y lanzan titulares
tremendistas y excluyentes, como uno que reza “Miami deja atrás la
controversia con Mandela para celebrar su legado”. Sin embargo, creo que
el momento se presta para reflexionar y debatir, aunque, claro, con el
cáncer galopante de la corrección política, nadie se atreve, en estos
momentos de luto y de lata, a mencionar, ni por accidente, alguna mancha
en este “Sol de Sudáfrica”, en el ya llamado “Padre de la Patria”.
Siempre he tenido una relación de amor-odio con Mandela. Si bien he
admirado y respetado su acción y su heroísmo contra un régimen tan
injusto y oprobioso como el apartheid, también he detestado su amistad y
su alianza con dictadores terroristas —perdón por la redundancia,
porque todo dictador, de derecha, de izquierda o centro, es un
terrorista— y su absoluto desprecio y silencio por causas tan válidas
como la resistencia y lucha de ciertos pueblos, como el cubano, contra
las dictaduras que los oprimen, los expolian y los masacran. Porque, eso
sí, Mandela siempre fue fiel a sus “amigos” que apoyaron su lucha con
armas, asesores, financiamiento, campañas mediáticas y alianzas
políticas. No sólo los admiró y los respetó, sino que también, ya en el
poder, los condecoró sin escrúpulos, tanto a Yasser Arafat, como a
Muamar El-Kadafi y a Fidel Castro, entre otros “líderes”, que no
estadistas.
Hasta donde sé, Mandela nunca alzó su voz contra la dictadura de los
Castro, a los que siempre abrazó como a sus hijos, mientras estos
imponía el peor apartheid de América Latina, ese en que los cubanos era
(y son) discriminados y segregados y no podían ni entrar libremente a un
hotel, en su propio país, por razones de origen nacional y porque eran
los descastados sin dólares, el vil metal del “enemigo”. Mandela pedía
en foros internacionales el levantamiento del embargo estadounidense
contra “Cuba”, pero jamás pidió el fin del embargo que tiene, desde hace
55 años, la mafia castrista contra los derechos básicos, humanos y
civiles, de los cubanos, de todos, sin distinción de raza.
Mientras Mandela se convertía en un símbolo mundial en su lucha por
los derechos de los negros en su país, el imperialismo castrista los
masacraba en sus campañas africanas —Angola, Etiopía, Mozambique, etc.—,
porque enviaba mayoritariamente a los negros cubanos como carne de
cañón, bajo el lema del “internacionalismo proletario”. Mientras, los
generales castristas, como el fusilado Ochoa, financiaban sus
operaciones “libertadoras” traficando con diamantes, drogas, maderas
preciosas y hasta petróleo, amén del “rubloducto” que el imperio
soviético sostenía abierto para la isla caribeña, en el abrumador marco
de la Guerra Fría. ¿Cuántos muertos, heridos y traumatizados le costó a
Cuba la aventura legionaria castrista? Creo que Mandela nunca se hizo
esta pregunta.
El líder sudafricano es el típico ejemplo del político o guía,
carismático y heroico, que justifica los medios por tal de alcanzar sus
objetivos, por eso se vuelve tan vulnerable a la hora de ser juzgado por
la historia. Las incoherencias de su grandeza dejan una estela patética
de falta de ética y de respeto por los derechos humanos, más allá de la
cuestión étnica. Porque la libertad y la dignidad humana se la merece
tanto un negro sudafricano como un negro o un blanco cubano, un árabe
libio o un blanco de Zimbabue, el reino del sangriento dictador Robert
Mugabe, amigo entrañable (¡qué sorpresa!) de los emperadores Castro I y
Castro II.
Si bien el mundo tiene sus razones para llorar la muerte de Mandela,
creo que sobran sinrazones también para lamentar su falta de autoridad
moral, su falta de escrúpulos y su afinidad con la peor crápula mundial.
Podrán canonizarlo ahora, pero jamás me hincaré de rodillas ante su
altar.
http://www.guitafora.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario