Aquí me sentaré, en el sofá de mi bisabuela. Señalaré con mi dedo a cada uno de los culpables de mis penurias. Esperen, me pondré cómodo porque tengo una lista extensa.
Vivo en un país que sus últimos 55 años han sido gobernados por una familia de apellido Castro y que ha sido un experimento político llevado a cabo por laboratoristas inexpertos. Lo que muchos llaman revolución, en la actualidad, no es más que algoritmo consecutivo de errores.
No tenemos elecciones presidenciales. ¿Hace cuánto que no votamos por un referéndum? Tenemos un gobierno que nos corta las alas ante el progreso. El estado es dueño de la economía, de los supermercados, tiendas, hoteles; propietario de todas las empresas de servicios incluyendo telefonía y servicios de internet. El estado es dueño y controlador absoluto de todos los medios de comunicación legales en Cuba y es el único que tiene acceso a importaciones y exportaciones. Las decisiones ocurridas en Cuba en el último siglo, acertadas o desacertadas, han descendido de las órdenes de una misma persona. ¿Quién es el culpable? ¿Fidel Castro?
Tenemos unos amigos infieles en el exilio, varios congresistas republicanos que son capaces de activar todo un escándalo mediático por la simple diplomacia de Barack Obama al saludar en un acontecimiento internacional a Raúl Castro. Son, los mismos políticos que hablan de libertad pero apoyan un Embargo económico nada funcional que en medio siglo no ha cumplido ninguno de sus objetivos. Ese embargo extraterritorial es la perfecta excusa del gobierno cubano para limpiarse las manos por cada una de las malas decisiones tomadas. El pueblo cubano aún cree en eso que llama “bloqueo”. ¿Quién es el culpable? ¿El gobierno de los Estados Unidos?
Tenemos un montón de opositores en la isla. Cada vez son más, y hay varios con bastante fuerza en los medios internacionales. ¿Qué hacen? ¿Sólo denunciar? ¿Dónde están esos programas políticos? ¿Dónde está ese trabajo directo y de frente a la gente? ¿Dónde está la unidad? Muy pocos les conocen en la isla mientras otros se exilian y se van. ¿Quiénes son los culpables? ¿Los opositores?
Y yo, estoy aquí, sentado en este sofá tomándome un café y criticando desde mi posición pasiva todo lo que veo. No hago nada. Ni siquiera hablo de política con mis amigos. Me da pánico y terror decir lo que pienso. Permito que violen mis derechos, que pisoteen mi dignidad y no me quejo. De alguna forma estoy esperando que alguien llegue y haga algo por mi país.
Me pregunto: ¿qué garantiza que cuando Raúl o Fidel no estén en el poder venga un cambio democrático? Para lograrlo, hace falta un fuerte trabajo con la sociedad, organizar al exilio, tomar serias responsabilidades y duras decisiones. Pero eso, que lo haga otro. Yo seguiré aquí en la comodidad de las cuatro paredes de mi autocensura, ajeno a la realidad y a la necesidad hirientemente muda de mi nación. Me abstengo de ejercer mi función de ciudadano preocupado por mi pueblo.
Seguiré buscando un culpable: ¿Fidel Castro, el gobierno de los Estados Unidos o la oposición? No se engañen señores: ¡El culpable soy yo!
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