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martes, 1 de septiembre de 2009

Articulo para reflexionar



La situación

¿Cuál es la situación? Esta: desde hace décadas la dictadura ha infiltrado cientos ¿miles? de agentes de influencia en Miami. Esos agentes han ido escalando posiciones y situándose en los medios de prensa escrita, radio y televisión. También en bancos y hospitales; no olvidemos el caso de la agente descubierta en Miami hace algunos años, cuya labor consistía en enviar las historias clínicas de personalidades exiliadas al DSE. ¿Y cómo se llamaba aquel otro que trabajaba para una poderosa radio cubana?

Hay dos tipos de agentes de influencia. Primero, el que se dedica a establecer una cabeza de playa ideológica desde donde defender abiertamente la dictadura entre sus víctimas. No hay nada más desmoralizador, nada que tenga mayor capital simbólico. Entre esos están los que retransmiten los discursos de los Castro, mantienen una perpetua campaña de desprestigio del Exilio, defienden la dictadura y controlan de paso las agencias de viajes a Cuba, que son una mina de divisas al servicio de nuestro enemigo. Simultáneamente, propagan el veneno de la reconciliación y el diálogo. Estas patrañas son armas capitales de la dictadura. Ninguna de las dos existe. ¿Con quién hay que reconciliarse? Nunca hemos estado enemistados con el pueblo cubano. También somos el pueblo cubano. Ellos son tan víctimas como nosotros. En cuanto al diálogo, hacen falta dos para dialogar y los castristas nunca han estado dispuestos.

El segundo tipo de agente de influencia es el que podríamos llamar agente travestido. Las agencias de inteligencia norteamericanas lo toleran y, en ocasiones, trabaja para ellas. Estos se presentan como simpatizantes de nuestra causa. Van disfrazados de adalides de la moderación, de defensores a ultranza de la imagen del Exilio. A este espécimen podríamos catalogarlo también como agente castrador. Su labor en las últimas décadas ha tenido consecuencias devastadoras. ¿Cómo hacer la guerra a un enemigo implacable si nuestro deber fundamental es quedar bien con la opinión que tenga el mundo de nosotros? Muy sencillo, no se puede. La única manera de hacer la guerra a enemigos como los Castro es infligirles el mayor daño posible. Por cualquier medio.

Los agentes abanderados de la moderación, la tolerancia y la impoluta imagen del Exilio han jugado un importante papel en la domesticación y ovejización del Exilio cubano. No todo el que hable de tolerancia y moderación es un agente, por supuesto, pero sirve de tonto útil a los intereses de la dictadura. De esos también hay muchos en Miami. Lo hacen por oportunismo, egocentrismo, pura majadería, o porque sacan una buena lasca de cara al mundo anglosajón, mayoritariamente partidario de esta tesis.

Me atrevería a decir que el Exilio cubano de Miami debe su actual estado de indefensión ante el castrismo, en gran medida, al trabajo de estos agentes de influencia.

¿Dialogar? Cómo no, en cuanto la dictadura declare una amnistía para los presos políticos, despenalicen el derecho a huelga, a expresarse libremente, a reunirse, a fundar partidos políticos. A partir de ahí podemos dialogar. Sin exclusión de nadie. Hasta el mismo asesino Castro puede participar en el “diálogo” si decide democratizar la isla.

Ahora bien, como esto no va a pasar, la posibilidad de diálogo está descartada. Lo que queda es la guerra. Que han ganado ellos. Hasta ahora. Siempre con colaboración norteamericana, no seamos infantiles. Las condenas a quienes se han atrevido a empuñar las armas contra Castro en EE UU son más largas e implacables que las que se aplican en ese país a asesinos en serie, violadores o al chiflado que le disparó a Reagan.

Y téngase en cuenta que hablamos de antes del nacimiento del terrorismo islámico. En plena Guerra Fría. No olvidar que nos vendieron a los rusos. No olvidar Bahía de Cochinos.

Esa es la situación. ¿Qué hacer? Bueno, hay dos opciones. Seguir siendo ovejas controladas desde La Habana a través de sus agentes de influencia. Seguir siendo víctimas dispuestas a aguantarlo todo con tal de que nuestra imagen de exiliados dóciles y agradecidos no sufra, o hacer de una vez la guerra a nuestro enemigo.

No hay que renunciar a nada. Pero podríamos empezar por hacerle pagar un alto precio a los cantantes, escritores, intelectuales, cineastas y cuanto mamarracho de esta índole le haga el juego a la dictadura burlándose olímpicamente de nuestro dolor.

Sería un buen comienzo.

Juan Abreu
Barcelona

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