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martes, 4 de junio de 2013

Del exterminio entre cubanos.por Zoé Valdés




Llevo días muy ocupada y tratando de alcanzar el triunfo psicológico, vital y espiritual, que yo misma me he propuesto como objetivo principal: el de la indiferencia total y absoluta frente a todo lo que tenga que ver con Cuba y el castrismo. Hoy, sin embargo, vuelvo a caer en el desliz de escribir acerca del monotema. Esa propuesta me la impuse a raíz de varios sucesos, y en primer lugar porque hace rato que me percaté de una realidad muy importante, y es ella que la libertad de Cuba, su ¿merecida democracia?, y la justicia, tardará en llegar, o no llegará nunca por el camino que van las cosas. Por varias razones, tanto la libertad, la democracia, la justicia, no son las conquistas esenciales que se han trazado la mayoría de los cubanos. No, no es ni siquiera el éxito económico en pos del desarrollo del país. No, ¿y qué es entonces? Me preguntaba yo hasta hace muy poco. ¡Es el dinero, estúpida! Me respondí. Los Castro forjaron una sociedad malévola, eso lo sabemos, salta a la vista por donde quiera que se la mire; pero hay que decir, porque todo habrá que decirlo, y hay que empezar a decirlo y a recalcarlo ya, que la base para que esa sociedad se convirtiera en lo que se ha convertido existía ya. ¿O no se acuerdan de cómo terminó Quintín Banderas? Barriendo calles. Como jefe de los barrenderos, sí, es cierto, pero con una escoba en la mano, y cuando se dispuso nuevamente a tomar las armas fue vilmente macheteado por las fuerzas de la Guardia Rural, en El Garro, un 22 de agosto de 1906. O sea, que el odio, la envidia, la necedad, la desidia, la violencia y el interés por enriquecerse de manera individual y grosera, sin importarles nada más, de los cubanos, siempre ha existido mucho más que de manera latente, además de manera perversamente latente. Es un odio que también nos viene del mestizaje y sus consecuencias, que no fueron, como se dice, todas buenas y absolutamente maravillosas. La historia lo ha probado, y esa historia real e inhumana acaecida a Quintín Banderas lo demuestra. Los cubanos y sus características, sumado al castrismo y al guevarismo, crearon el peor “hombre nuevo” que haya dado la historia del Caribe, muy cercano al “hombre nuevo” hitleariano (algo de lo que ya escribí en mi libro La Ficción Fidel). Es un ser hipócrita, burlón, descarado, maleducado, tramposo, tartufo, ladrón, mentiroso, zoquete, bambollero, delator o chivato, colaboracionista, interesado, bajo, lépero, violento, cruel, en fin, comunista. Un ser repulsivo, intolerante, mediocre, o sea, un ser deleznable dispuesto a exterminar a su semejante sin el más mínimo temblor de la mano y sin escrúpulos de ninguna clase. De tal modo acabaron con el país, y acabaron con la gente triunfadora, con aquellos que se tuvieron que marchar al exilio. Aunque “marchar” es una palabra muy fina. Es curioso que para la mayoría de los cubanos Batista fue el único que huyó. No, perdón, todos huyeron. Todos huimos. De lo que haya sido, de lo que nos hayan hecho padecer, pero el exilio es principalmente fuga, huída. El exilio cubano triunfó porque se dio a la tarea de producir dinero, pero como además fueron bobos de la yuca, también se empecinaron en limitarse, con la ilusión de llegar un día a Cuba y empeñar sus ganancias allí, claro que para hacer más dinero. Al límite (ese es el lado “bobo de la yuca” del exilio y del “buen cubano”, del cubano del tiempo de antes) lo llamaron esperanza, nostalgia, o cualquiera de esas boberías que se les ocurren solamente a los cubanos. Hago un aparte para señalar que entre toda esa gente al inicio se fue al exilio, no había solamente gente buena y tronca’e’boniata, no, también estaban los bichos de toda la vida, los Guardia Rurales de siempre, y los Sembraditos, o sea, los que el castrismo sembró desde el principio para cuando llegara el turno del despelote y de los últimos estertores, les sacaran las castañas del fuego. Ese tipo de exiliado –vuelvo al exiliado decentón- se creyó muy listo, muy vivo. Contra ellos –se decían- nadie podría, no se atreverían a tumbar sus emporios financieros y mucho menos sus altares super-morales. Aunque esa moralidad habrá que cuestionarla cuando en medio de la lucha por la libertad de Cuba se amasaban los muslos de las jovencitas hijas de sus compañeros dejados atrás, encarcelados en las cárceles de Castro, o se empeñaba la palabra en pos de una vana promesa. Como en todo lo cubano, la moralidad, o mejor dicho, el moralismo, iba hasta un punto. Sin embargo, no contaron con lo que se avecinaba, con el fruto directo del castrismo, el famoso “hombre nuevo” de cuchillo entre los dientes. Y el “hombre nuevo” les llegó al exilio, a Miami, con el cuchillo entre los colmillos, contándole a los ancianos y a los tembones el cuento de la Buena Pipa, y se los jamaron con papas. Exterminaron al exilio. Lo invadieron, lo hicieron picadillo desde su mismo corazón. Los cubanos son los únicos seres que en lugar de aprender de los viejos, pone a los viejos con la babita salida a oir y a aprender de las inexperiencias, o peor, de las imbecilidades de los jóvenes, y ¡qué jóvenes! Casi todos ex militontos de las juventudes comunistas. ¿Y cómo pudo suceder una cosa semejante? Porque todo fue fríamente calculado, como en las mejores novelas de terror y misterio. Impusieron sus reglas: no se podía gritar, o había que reclamar bajito y moderadamente, porque no se podía pedir libertad para Cuba si no se hacía a media lengua, porque el mundo nos estaba observando, porque había que parecer más que decentes, refinados y educados, para que el mundo no nos juzgara mal, y pudiera entendernos mejor. Y así hicieron. ¿Qué tuvieron como resultado y qué seguirán teniendo? El mundo se ha defecado mil veces en el exilio, llamándolo “mafia de Miami” como le ha dado la gana y siguiéndole la rima a Castro y al Consejo de Estado. ¿Por qué? Porque el exilio se fue extinguiendo bajo las órdenes del castrismo, que muy solapadamente introdujo en Miami el pandillerismo del “hombre nuevo” y sus lecciones castrocomunistas de pacotilla. Entonces, al rato, el “hombre nuevo” se cansó de pinchar en el exilio, de doblar el lomo, y de no dar pie con bola, de usar las pocas neuronas invalidadas que le quedaban de su paso fetal y fatal por el castrismo. Y decidió regresar a Cuba. Entonces el “hombre nuevo” decide hacerse disidente, u opositor, esa modalidad nueva. Y de venderse al mejor postor. Llámese cualquier organización de exiliados “granteada” por los idiotas contribuyentes americanos, llámese el DTI, el FBI, la DSE, la Interpol, la CIA, Scotland Yard, lo que sea, con tal de chivatear, y de paso enriquecerse con el dolor ajeno. Amansaron, domesticaron, y compraron y pervirtieron a los periódicos del exilio, a la Radio y a la Televisión del exilio, sembraron prensa en el exilio que ellos llamaron moderada ¿Qué moderación puede existir en contra de una dictadura? Y convencieron a los gobiernos, entre ellos al gobierno estadounidense, y a los norteamericanos mismos, que la mafia del exilio era peor que la dictadura castrista. No les falta razón, por otra parte: la dictadura castrista siempre ha sido infinitamente más eficiente. Consiguieron dividir y exterminar al exilio y además ponerlo a trabajar en función de sus intereses. Lo doblegaron, y lo están rebajando a llenarles las arcas a los verdugos con el cuentecito de la oposición pacífica. Pero, que alguien me diga, ¿cuándo ha sido violenta la oposición en Cuba? Los únicos que han sido violentos desde que empezaron a mandar en la isla han sido los Castro y el castrismo. ¿Quiénes fusilaron? ¿Quiénes ahorcaron? ¿Quiénes apedrearon, golpearon, torturaron y encarcelaron? ¿Quiénes enfrentaron a cubanos contra cubanos? Incluso, en la actualidad, hemos vuelto a la época de Quintín Banderas, aunque ahora ya no a machetazos, sino a picotazos, como hicieron recientemente con una adolescente negra, sobrina de una Dama de Blanco, a la que apuñalaron por el mero hecho de defender a cuatro miembros de su familia, mujeres honradas que pertenecen a esa organización disidente. Si esto hubiera ocurrido en Estados Unidos ya Barack Obama estuviera diciendo que Berenice Héctor González, mulata, de 15 años, de la que ya he hablado en dos posts anteriores en este blog, y de la que otros han hablado, y de la que hoy se ocupa por fin ENH, hubiera podido ser su hija, como dijo de Trayvon Martin. Pero a Barack Obama, como a la UNICEF, como a los demás, no les interesa una adolescente cubana, mestiza, apuñalada por una represora de un régimen dictatorial. Entre otras cosas porque no consideran que el régimen sea tiránico, porque la disidencia les importa un comino. Como no sea la disidencia diseñada entre el mismo gobierno norteamericano, la izquierda de caviar internacional, y el raulismo light… ¿Y por qué no nos consideran? Porque el mismo exilio se ha mantenido callado, demasiado discreto y restringido, profundamente obediente a las órdenes del gobierno norteamericano de turno, y de las señales de humo del Comité Central del PCC. ¿Han protestado los escritores y los artistas como seguramente habría ocurrido en otro país del mundo en contra de este abuso? ¿Se lanzaron los disidentes a las calles? ¿Las figuras de la oposición más famosas de la disidencia light han dicho algo? No. En cuanto a los cubanos, bueno, ya me dirán ustedes, si en 1906 machetearon a un héroe negro de la Guerra de Independencia, qué de extraño hay que en el 2012 picoteen a una mulatica sobrina de una disidente “medio loca”, dirán los castristas de su tía. Exterminado el exilio, ahora el siguiente paso es exterminar a la verdadera oposición, a la disidencia auténtica. Matan a los que de verdad se les reviran, sin concesiones, a los que no se dejan comprar, ni se regalan por una prebenda, ni se cambian por un premio, o por una promesa politiquera. Matan a los que jamás han tenido alojados o alquilados en sus divinas casas (porque nunca alcanzaron siquiera a tener un “mínimo espacio”, ése del que hablara el poeta nacional castrista, transformado por la magia de sus versos en disidente, Nicolás Guillén) a los sujetos más detestables, como a un abogado norteamericano defensor de los Cinco Espías con su puta habanera. Matan a los que sirven, picotean a los que valen. Así que no me hablen más de pacifismo, que los verdaderos violentos, los que de verdad están matando hace rato, asesinando cruelmente, los que de verdad sacaron las jeringuillas y los puñales, y andan picoteando en las calles, son ellos: los castristas. Y todavía me vienen a hablar de pacifismo y de la bobería que venden algunos, por cierto, a tremendos precios. Porque hoy en día, que un disidente en Cuba se declare pacifista y de este modo le haga el juego al régimen, lo puede llevar a convertirse en millonario, a acaudalar premios y más premios, e incluso a estar nominado a los EMMY’s. ¡No te jode! Mientras tanto, la Guardia Rural de toda la vida, los castristas a los que estos mismos pacifistas defienden picotean y asesinan en las calles de Cuba. Y para colmo hay que callarse y ser pacifistas. Yo lo soy, siempre he luchado por la paz en el mundo, por la justicia, por la democracia. Pero entiendo cuando un pueblo no puedo sentirse más vejado y decide destrozar la tiranía que lo oprime con todas sus fuerzas y posibilidades. Y las posibilidades pacíficas bajo una tiranía son siempre pocas y frágiles. ¿Violencia, pacifismo? No, señores y señoras. Exterminio de los cubanos. Como mismo exterminaron al exilio exterminarán a las principales figuras de ese país, ¿tendría que citar nuevamente sus nombres, tanto a los vivos como a los recientemente asesinados? Exterminarán a los mejores valores de ese país, que es su juventud, y arrasarán con la poca inocencia y dignidad que aún nos queda. Y lo harán con la complicidad del mundo, y de los mismos cubanos, con los colaboradores de siempre, ahora tras la máscara del “hombre nuevo”. Ese hombre nuevo que un día es vendedor de la FNAC o de cualquier mercadillo (lo que no es para nada un demérito, pero él sí que lo considera así), y además opina que la poesía “inútil”, y otro día es poeta, hasta es considerado un reputadísimo señor y profesor, y otro día es novelista, y otro día es disidente, y otro día es bloguero, y otro día es periodista, y al día siguiente es músico, y después es bailarín, y más tarde es… lo que sea, lo que le ponga el castrismo en bandeja de plata, con tal de acabar con la verdad y pisotear la vergüenza. Con el único propósito que tendrá invariablemente en mente: el de exterminar. Pero eso fue lo que trajo el barco. Mi intención siempre ha sido nadar a mar abierta, libre. Zoé Valdés

Publicado en el Blog:El Portal de Manuel

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