Por Jaime Leygonier/ Hablemos Press.
Al Historiador de la Ciudad de La Habana, Eusebio Leal Spengler, funcionario estatal y diputado, lo separaron de su cargo por corrupción, con implicaciones para muchos de sus subordinados, según funcionarios de la cultura. El Gobierno lo desposeyó del rentable negocio que creó en torno a la restauración de La Habana Vieja, le dio un Honoris Causa y está considerando enviarlo como embajador de la UNESCO a cualquier país. Por razones de imagen gubernamental y de tratarse de una figura cultural no desea implicarlo en el escándalo de corrupción. Todavía no se ha hablado en los medios oficiales sobre el caso. Eusebio Leal, era ayudante de su predecesor en el cargo, Emilio Roig de Leuchsenring, a cuya muerte recibió el puesto cuando aún carecía de título de graduado universitario. Se rodeó de ayudantes -también sin títulos- para que no le hicieran sombra, y logró ir dándole importancia económica al cargo hasta convertirlo en una gran corporación estatal y despertar la codicia de superiores en el Gobierno. Desde el cargo, y con ocupaciones que naturalmente le vedaban cursar estudios, se hizo doctor en Ciencias Históricas, pero su obra no es literaria, como la de su predecesor Emilio Roig de Leuchsenring quien investigó y promovió obras de otros autores. Publicó un librito sobre La Habana -repetitivo de la obra de Roig-, y "El diario perdido de Carlos Manuel de Céspedes", documento ajeno a su cargo, el cual -según rumores de colaboradores cercanos-, se lo remitió para autentificarlo su homólogo, el Historiador de Santiago de Cuba, a quien defraudó con esa publicación. Su mejor obra, es la comercialización turística con la restauración de varios edificios y lugares históricos, y una gran habilidad personal para obtener donaciones extranjeras para financiar los aventureros proyectos que tanto lo han enriquecido. Se hizo famoso con el programa televisivo "Andar La Habana", en el que hablaba sobre lugares históricos con un apasionamiento y una verbosidad que lo hicieron simpático -No a los profesionales de la Historia que le cogían faltas. Que la UNESCO nombrara en 1986 a La Habana Vieja -parte antigua de La Habana- como Patrimonio cultural de la Humanidad, dio gran importancia económica a su cargo que devino fuente de donaciones extranjeras. Alma de cortesano, proclamaba: “Fidel Castro es mi padre", pero al menos dos veces, el dictador lo avergonzó en televisión por adulaciones que le desagradaron. En una de ellas, en la Asamblea Nacional, en los años 90, comparó a Castro con Bolívar quien en Caracas, destruida por un terremoto y espada en mano, hizo callar a un cura que predicaba el castigo divino por la revolución. Castro, disgustadísimo, le dijo: "Ni yo soy Bolívar, ni Cuba es Venezuela destruida por un terremoto". Por menos, cayeron personas más poderosas, pero Leal flotaba como corcho, por sus relaciones en el mundo cultural internacional que lo hicieron inamovible en un cargo donde, en tiempo de crisis, hacía malabarismo con donaciones a medio conseguir. Raúl Castro, centralizador, le cercenó parte de su poder económico. Que un hijo de Leal tenga una galería de arte en Europa para vender obras cubanas, recuerda el rumor extendido entre sus empleados, y en el mundo cultural, de que desde sus orígenes Leal visitaba a ancianas solitarias, poseedoras de obras de arte o artesanías lujosas, y encantador las obtenía por testamento o "préstamo para exposición", sin llevarlas a museo alguno. Según referían, en vida, el académico Néstor Baguer y la poetiza Dulce María Loynaz, ésta escritora fue víctima de uno de esos "préstamos": Una barca egipcia de marfil que Leal le solicitó para una exposición, que nunca expuso y jamás devolvió. Digno hijo de "la Revolución", esa hormiga disfrutó de sus alas mucho tiempo antes de caer… en paracaídas sobre un cargo de embajador de la gran estafa que llaman gobierno de Cuba.
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