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lunes, 22 de marzo de 2010

En huelga de hambre prisionero ciego


Juan Carlos González Leiva


LA HABANA, Cuba, 22 de marzo, (Juan Carlos González Leiva , www.cubanet.org) - El preso ciego Manuel Cabrales lleva una semana en huelga de hambre en la Cárcel Nacional de Boniato, en Santiago de Cuba, exigiendo su licencia extrapenal (libertad condicional por enfermedad), reportó el pasado 16 de marzo desde ese complejo penitenciario el prisionero político Eduardo Díaz Castellano.

Por su parte, Cabrales se comunicó con este centro de información y aseguró que no depondrá la huelga hasta que muera o el Gobierno cubano atienda a sus demandas, que incluye además la libertad de los prisioneros políticos y de conciencia cubanos y el fin de los tormentos dentro de las prisiones.

El invidente agregó: "A las 3 de la madrugada, en el mayor silencio, comencé a entonar consignas contra Fidel Castro y arengué a toda la población penal a sumarse a la protesta. Entre otras cosas dije: Luchemos en memoria de nuestro hermano Zapata, porque él murió por una causa justa. Yo sigo sus pasos, sus huellas, aunque muera. Cuba sí Castro No."

Manuel Cabrales tiene 46 años de edad y reside en las Mangas, Bayamo.
Centro de Información del Consejo de Relatores de Derechos Humanos de Cuba.


CUBANET

Periodistas disidentes: El ejercicio ilegal de la palabra

Veo a los carceleros de mis amigos, impunes en el glamour mediático. Sus declaraciones circulan con ceño intelectual por los medios del mundo, pero mis amigos las ven y escuchan desde televisores en cárceles dantescas y en sesiones de reeducación política, secuestrados de sus familias y de sus vidas.

Son hombres pacíficos castigados brutalmente por hacer periodismo. Como dijo en su búsqueda Mirta Wong, esposa de Oscar Mario González, quien fue detenido en La Habana, sin cargos, el 22 de julio del 2005: “he indagado para que me den el número de expediente pero no tiene…Estaba ejerciendo el periodismo, no me dan otra explicación”.

Son los únicos periodistas presos en América Latina y, a varios, los conocí antes de que perdieran su libertad. Hoy el olvido los está matando de a poco. El disidente Orlando Zapata Tamayo acaba de morir, a los 42 años, cuando estaba por cumplir siete años en una cárcel, después de intentar perforar esa tumba de silencio con una desesperada huelga de hambre de casi tres meses.

El sistema de medios de comunicación oficial ignora con detalle a los disidentes, a no ser que sea para destruirlos. Frente a la gran cobertura internacional que recibió esta muerte solo lo mencionaron al cuarto día, para asesinar su reputación. Por eso es una involuntaria ironía el comienzo de la nota oficial de la Iglesia cubana: “Por los medios internacionales de prensa hemos conocido que el preso Orlando Zapata Tamayo, de 42 años de edad y vecino del municipio de Banes, albañil de profesión, quien acumulaba una condena de 36 años de prisión, falleció en la Habana después de 83 días de huelga de hambre”. Los obispos también aclararon que “la Iglesia solicitó en varias ocasiones visitar al Sr. Zapata lo cual no pudo realizarse”.

Mover la banderita

No siempre las modas ideológicas fueron sabias en derechos humanos. Los partidos comunistas de América Latina crecieron más que nunca antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando José Stalin gestionaba una purga animal de cientos de dirigentes del partido y de miles de campesinos; cuando el maoísmo galopó en América Latina, en los primeros sesenta, China vivía las bestiales hambrunas forzadas por Mao en las que murieron decenas de millones de personas; y, cuando la guerrilla de Sierra Maestra se reproducía en todos los países de la región, durante los primeros setenta, Cuba ya era una esbelta dictadura en pleno “quinquenio gris”, y combatía a los escritores, a los Beatles, a los católicos, a los homosexuales y, as usual, a los disidentes. En esos años estaba naciendo en el interior de las cárceles el movimiento de derechos humanos en Cuba, que hoy florece.

Las modas arrastran rebaños de personas hacia políticas que a veces tienen una crueldad intrínseca. Pero, igual, los rebaños mueven alegremente la banderita.

En Cuba, el encierro de periodistas es rutina. Durante la última década fue la principal cárcel de encierro de periodistas en América Latina, y hoy es la única junto con Venezuela. Los periodistas reciben hasta veintiocho años de cárcel, la misma condena que, en las tan denigradas democracias latinoamericanas, reciben los asesinos de periodistas, como ocurrió en recientes condenas en Colombia y en Brasil. Eso no priva al gobierno cubano de dar premios al periodismo de investigación de otros países, ni a muchos periodistas latinoamericanos de identificarse y prestigiar la dictadura.

Ahora hay alrededor de veinticinco periodistas presos, con condenas firmes, más otros que sufren un control absoluto de sus vidas donde son esporádicamente detenidos, molestados, chantajeados, espiados, aconsejados, secuestrados y demorados, humillados, golpeados e intimidados. La policía política tiene “jefes de enfrentamiento” con los periodistas, los que se dedican a reprimir toda crítica y expresión libre. Muchos de los periodistas latinoamericanos que están dispuestos a hacer el mayor escándalo por el mínimo acto represivo de un gobierno democrático, son sordos, mudos y, por tanto, complacientes, con los que a diario cometen los Castro.

Varios de estos periodistas sufrieron parte de su encierro en la cárcel de Guantánamo, pero la que controlan los hermanos Castro. No es una cárcel mediática como la Guantánamo gringa. Esta es una cárcel sin membrete, que nadie fuera de Cuba conoce, y que los corresponsales extranjeros tampoco piden ni pueden visitar. También sufren la brutal separación de su familia y de su vida Pablo Pacheco o Pedro Argüelles, con quienes pasé una tarde conversando, sentados en el piso de un living de un departamento mínimo y vetusto en Ciego de Ávila, solo pocas semanas antes de su detención; u Omar Ruiz, que fue secuestrado de su hijo de cinco años y recién volverá a vivir con él cuando este tenga veintitrés.

Resisten todo lo que pueden. Se plantan, no usan el uniforme de preso, inician huelgas de hambre, se escriben la L de libertad con un fierro en la frente, alguno hasta se cosió la boca, y no van a las clases de reeducación política. Son pequeñas victorias silenciosas, que nadie ve excepto un dios de la libertad que cada persona tiene en su conciencia y le da fuerza.

Nariño preso en Cuba

Mi amigo Ricardo González Alfonso acaba de cumplir sesenta años el pasado 18 de febrero. Y está preso desde hace siete. Le darían la libertad en su cumpleaños setenta y tres. La última vez que lo ví, mientras hablaba conmigo, abrazaba a su hijo adolescente de forma casual. Pensé entonces que ese gesto de tocarlo, de sentirlo, era para no dejar pasar instantes, hasta los más pequeños y eventuales, frente a la inevitable realidad de que fueran a buscarlo y ya no fuesen posibles. Muy pocos días después de ese leve abrazo a su hijo, mi profecía inconfesable se cumplió. Ricardo fue preso y nunca más salió. Era el corresponsal de Reporteros sin Fronteras en la isla y había sido guionista de televisión.

En estos momentos, en La Habana, la compañera de Ricardo, Alida, lo espera, lo visita, lo sostiene, lo ama con hechos. Ricardo sueña con ser libre y escribir en un país libre, pero Raúl y Fidel sueñan con que eso no ocurra. Ante cada novedad de la cárcel, Alida corre al cibercafé, compra a cinco dólares con cincuenta una hora de internet, se identifica como todos los cubanos con su nombre y número de documento, y envía el mensaje a los amigos del mundo, esperando la ayuda que sea, que siempre es poca. Parte de nuestro olvido se da porque es imposible creerse que solo por eso alguien pueda pasar una vida en la cárcel. No puede ser verdad. Es un invento de contrarrevolucionarios paranoicos. Pero a principios de enero, su pantalla le respondió: “HEMOS DETECTADO ACTIVIDAD SOSPECHOSA EN SU CUENTA, POR LO QUE SU CORREO NO PUEDE SER ENVIADO”. Como dijo Alida, en un reciente email que me mandó: “En Cuba todo lo que no es ilegal, está prohibido”.

El delito de palabra se abolió en el siglo XIX, pero hay personas presas en el XXI. A uno de nuestros primeros próceres latinoamericanos, Antonio Nariño, lo encarcelaron los españoles en Bogotá en 1794 por imprimir y distribuir la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Es triste, pero el bicentenario encuentra a Cuba sin ningún cambio. No hay pueblo en el mundo que no merezca la democracia. Y no es necesario tener amigos entre ellos para entender que los cubanos forman parte de este mundo.

Quizás tendrían más suerte si pidiera Greenpeace, pero solo piden por ellos Amnistía Internacional, Human Rights Watch, las organizaciones internacionales de periodismo, y nadie más. Pasar como anticastrista no es políticamente correcto en América Latina, y el miedo al aislamiento promueve la espiral del silencio, enseñó la teórica alemana Elizabeth Noelle Neuman, y esta condena también se cumple.

Nariño preso en Táchira

Cruzando el mar Caribe, está Gustavo Azocar que es un luchador mediático. Es periodista y opositor furibundo. Cree que Chávez es un terremoto para su país y lo combate. Desde su estado de Táchira, en la frontera con Colombia, Gustavo levantaba su vozarrón en radio y televisión contra los chavistas. Y le llegó su merecido, lo castigaron, lo persiguieron, lo difamaron, hasta que lo encarcelaron en julio del 2009.

La excusa fue rebuscada: lo acusan por supuestamente no haber emitido en el 2000, hace nueve años, avisos cobrados de la lotería oficial en la televisión regional. La saña político-judicial es feroz. Según sus amigos, tuvo más de veinte audiencias y le impusieron una medida cautelar que le obligó durante 42 meses a presentarse cada treinta días en el juzgado, hasta que finalmente lo encerraron.

Ahora una juez ha resuelto suspender todas las acciones e iniciar de nuevo el juicio. Pero no liberó a Gustavo. No solo es un preso por el que nadie pide, sino que tampoco tiene una causa que lo condene. El efecto ha sido silenciar la voz más crítica de la televisión local en Táchira. Su perseguidor local, el entonces gobernador chavista de Táchira, Ronald Blanco La Cruz, acaba de convertirse en el nuevo embajador de Venezuela en Cuba, donde seguramente perfeccionará su vocación de encarcelar periodistas.

Mi amigo Gustavo también está separado de su familia. Otra vez, como con Ricardo y el resto de los disidentes cubanos, es una pelea desproporcionada contra un régimen poderoso poniendo en juego el núcleo más íntimo de afectos. Finalmente se trata de familias disidentes. El estado versus un periodista y su familia.

¿Porqué estas revoluciones temen a estos hombres? No son ricos, ni están armados, ni mueven gobiernos, ni deslumbran con su estrategia. Representan solo la fuerza gris del hombre común. Y eso puede ser lo temible: son representativos del pueblo. “No he estado en los mercados grandes de la palabra, pero he dicho lo mío a tiempo y sonriente”, dice Silvio Rodríguez en su tema Resumen de Noticias. Esos hombres y mujeres no son ni de la CIA ni de la KGB, sino de la propia entraña cubana. Tienen, como diría Vaclav Havel, el poder de los sin poder.

Los argumentos para meterlos en la cárcel son transparentes. Son peligrosos pues son los difusores de la crítica, y la supervivencia de los regímenes autoritarios necesita bloquear ese pensamiento corrosivo. El periodismo es un método de reforma continua de la sociedad, por eso una sociedad cerrada no puede darle oxígeno.

En una democracia la policía es auxiliar del poder judicial, mientras que en una dictadura es al revés. Cuando la policía política sienta en un tribunal a un periodista acusado, la argumentación de los tribunales es similar: son personas “desafectas” con el régimen (que rima con ‘infectas’), que publicitan sus críticas para que los cubanos se dividan, se levanten contra el gobierno, y construyan un sistema distinto al existente. Estos jueces defienden la sociedad cerrada que necesita criminalizar la crítica. Los periodistas disidentes son el motor de la crítica, como lo son en las sociedades abiertas.

Y, como Andrei Sajarov, Elena Boner y Alexander Solzhenitsyn en la difunta Unión Soviética, y Adam Michnik o Lech Walesa en Polonia, prefirieron decir lo que piensan, en vez de tener su expresión reprimida y su cuerpo en libertad. Los llamamos prisioneros de conciencia, pero son las conciencias más libres de sus países. Dilema terrible que define a los autoritarismos: elegir entre la libertad del cuerpo o la del alma.




Por Fernando Javier Ruiz
22 de marzo de 2010
Fernando J. Ruiz es Profesor de la Universidad Austral. Es autor de “Otra grieta en la pared. Informe y testimonios de la nueva prensa cubana” y de “Revolución en la profesión: Hugo Chávez y su impacto en el periodismo latinoamericano”. Es miembro del Consejo Académico de CADAL.

EMBAJADOR CUBANO EN MÉXICO AMENAZA AL SENADO MEXICANO






El Gobierno mexicano se precia de no intervenir en los asuntos internos de otros países. El gobierno cubano interviene, de la manera que mejor le parezca o que se le presente, en los asuntos internos de cualquier país.



Las embajadas cubanas en ningún caso lo son; es decir, no son cubanas y por tanto no están dedicadas para los cubanos de cualquier filiación política que se hallen en el extranjero. Sólo se ocupan de aquellos que manifiesta o solapadamente aúpen a la tiranía castrista. Si un cubano exiliado, y por tanto discrepante de la dictadura, por ejemplo, muere en el extranjero, la embajada no lo reconoce como hijo legítimo de la Isla; sus amigos y los posibles familiares tienen que encargarse de las gestiones pertinentes. Tampoco las embajadas castristas se encargan de representar a "ese tipo de cubanos" cuando a éstos se les presenta un percance legal o cuando son víctimas de cualquier violación o delito en el país en que se halle; en este caso el hijo de Martí se queda solo.


La mayoría de las embajadas de Fidel Castro –y no serán todas porque en algunos sitios les ponen cierto freno– se hallan repletas de promotores del comunismo castrista que se infiltran en cuanta institución sea posible para captar adeptos y mentir con toda precisión acerca de las bondades del régimen que Allá padecen los cubanos.

La ciudad de México quizá sea uno de los ejemplos más ilustradores de lo anterior. Aquí los representantes de Castro campean por su respeto: organizan ferias del libro, conferencias, bailes, eventos cinematográficos, etcétera, con la anuencia de las autoridades del Gobierno capitalino. Muchas de las personas que aquí trabajan en estas instituciones creen que la excluyente embajada de Fidel Castro es la embajada Cubana, "con todos y para el bien de todos", como diría el Apóstol, como debería ser.

El Gobierno de México, a lo largo de cinco décadas, ha sido muy condescendiente con la representación diplomática de Fidel Castro y muy condescendiente en fin con la dictadura castrista.

Hoy, en el Senado de los Estados Unidos Mexicanos se atiende una propuesta de un diputado para pedir la excarcelación de los presos políticos que se están pudriendo en las mazmorras de la tiranía, y de los cuales, dicho sea de paso, nada sabemos; ¿estarán vivos o casi muertos?, ¿los alimentarán bien?, ¿atenderán su salud como es debido? Nada sabemos porque el dueño de la finca –recuerden que Raúl Castro no es más que el hermano del Hermano– no permite que organización internacional alguna los visite ni, claro, aparece en la única prensa que existe en la Isla, la castrista, información sobre ellos.

El Gobierno mexicano se precia de no intervenir en los asuntos internos de otros países. El gobierno cubano interviene, de la manera que mejor le parezca o que se le presente, en los asuntos internos de cualquier país. Si el Gobierno o el Senado mexicano, o ambos, no expresan en esta oportunidad su opinión sobre la muerte del disidente político Orlando Zapata Tamayo y a la vez exigen la liberación de los presos políticos, podríamos pensar que en un futuro las autoridades mexicanas harían lo mismo con sus ciudadanos sobre la base de que el desgobierno cubano no emitiría opinión.

Claro, lo anterior le sirve a todos los Estados y Parlamentos de Latinoamérica, que algunos ya se han manifestado, y a otros les ha faltado el valor –¿por qué será?– para hacerlo. Ponemos aparte, claro, a los gobernantes ahijados de Fidel Castro que están de acuerdo con que los hombres que no tienen otra vía para protestar, se inmolen.

Fidel Castro está rabioso: ha pedido a su embajador particular en México que advierta al Congreso mexicano que si aprueba la iniciativa de pedir la liberación de los presos políticos, esto puede incidir negativamente en las relaciones entre nuestros dos países. La pregunta: ¿acaso no es una interferencia en los asuntos internos de otro país enviar semejante carta, semejante amenaza a su Congreso? Hay que ver hasta dónde llega la insolencia de Fidel Castro y sus diplomáticos o diplomados.
Ahora, le corresponde al Senado mexicano demostrar, como dicen aquí, de qué está hecho. Tengan la seguridad, señores Senadores, que con la carta del amanuense antillano se les ha presentado una oportunidad invaluable: demostrar que sólo los cobardes ceden ante las amenazas de un sátrapa. Piénsenlo bien, por favor.

Cuba Libre Digital

Vergonzoso silencio en Latinoamérica ante la cuel represión castrista en Cuba




Todos estos países que tienen un silencio cómplice a las barbaridades de Cuba contra sus opositores mantuvieron un vociferío contra Honduras por espacio de siete meses y algunos todavía lo hacen, tras la salida del poder de Manuel Zelaya.

Excepto por Costa Rica y Chile, cuyos mandatarios han expresado su condena abiertamente, el resto del continente americano ha tenido una actitud de silencio cómplice y de abierta solidaridad con el gobierno cubano, tras la muerte del disidente político Orlando Zapata tras una prolongada huelga de hambre, la que mantiene actualmente el periodista y sociólogo Guillermo Fariñas.

El recién electo presidente chileno Sebastián Piñera ha mostrado simpatía por la acción de Fariñas, condenó la inacción de La Habana que terminó con la vida de Zapata.

Una comisión del Senado chileno le entregará hoy lunes a Piñera una petición para que gestione ante las Naciones Unidas la liberación de unos 200 presos políticos o de conciencia. Asimismo, el mandatario chileno reclama el fin a todo forma de "opresión política" en la isla.

Por su lado, Óscar Arias, presidente de Costa Rica, emitió recientemente un comunicado donde condenó la muerte de Zapata.

Arias dijo que fue irónico que la muerte del disidente cubano ocurriera mientras los mandatarios del continente, excepto Estados Unidos, Canadá y Honduras que no fueron invitados, estaban reunidos en Cancún, México, hablando sobre "democracia".

Vergüenza

Pero al silencio de lo que ocurre en Cuba de parte de los mandatarios del continente y de la Organización de Estados Americanos (OEA), ocurre la vergüenza que provoca el apoyo abierto e incluso la defensa al régimen de los hermanos Castro.

El presidente brasileño Inacio Lula da Silva llegó incluso a justificar las redadas del gobierno cubano contra los opositores, señalando que sus autoridades cumplen con la legislación interna.

El gobernante brasileño desató una polémica al declarar que "la huelga de hambre no puede ser usada como un pretexto de derechos humanos para liberar las personas. Imagine si todos los bandidos que están presos en Sao Paulo entran en huelga de hambre y piden libertad".

La declaración fue rechazada por el Congreso e incluso miembros de su propio Partido de los Trabajadores, que señalaron que no pueden aceptar que una persona sea detenida y encarcelada simplemente por pensar distinto al gobierno.

De hecho una comisión del Senado brasileño se solidarizó con los presos políticos cubanos. Mientras, el mandatario paraguayo Fernando Lugo dijo que no se pronunciará en el caso de Fariñas, luego que el huelguista de hambre le pidió "que no guarde silencio cómplice".

A través del secretario general del gobierno paraguayo, Miguel López, Lugo dijo que no puede intervenir y tampoco puede ser responsabilizado por los problemas mundiales.

Le pidió a Fariñas que haga igual petición a los demás mandatarios y organismos internacionales.

Por su lado, México realizó una declaración a través de su Cancillería, en la cual lamentó lo ocurrido a Zapata, pero a la vez defendió al gobierno de los hermanos Fidel y Raúl Castro, al señalar que ningún país debe "erigirse en juez de la situación imperante en otros países en materia de promoción y protección de los derechos humanos".

Mientras España mantiene un doble discurso, primero defiende la reinserción de Cuba en las negociaciones con la Unión Europea, por otro lado critica con guante blanco al régimen de La Habana.

El canciller español, Miguel Ángel Moratinos, dijo que a su gobierno siempre le "preocupa" cualquier situación que afecte a los presos de conciencia o a las personas que intentan expresarse libremente en Cuba.

Mientras la defensa abierta procede de los gobiernos aliados e izquierdistas aglutinados en la Alternativa Bolivariana para las Américas (Alba), que cerraron filas en torno a los hermanos Castro.

Honduras

Todos estos países que tienen un silencio cómplice a las barbaridades de Cuba contra sus opositores mantuvieron un vociferío contra Honduras por espacio de siete meses y algunos todavía lo hacen, tras la salida del poder de Manuel Zelaya.



Tomado de El Heraldo, de Honduras

Fidel, ni derecho ni humano

Referentes de los DD.HH., la política, la cultura y el periodismo firmaron una declaración que condena la implacable persecución a opositores del régimen cubano.




El salvajismo del gobierno de los Castro con los disidentes está cada vez más solo.



Referentes de los derechos humanos, como Julio César Strassera, Graciela Fernández Meijide, Patricio Aylwin y Ricardo Gil Lavedra, intelectuales como Guillermo O' Donnell, Santiago Kovadloff y Beatriz Sarlo y también periodistas, como Andrew Graham-Yooll, Pepe Eliaschev, Daniel Muchnik y Sylvina Walger, junto a personalidades argentinas e internacionales del mundo de la cultura y el pensamiento impulsaron con su firma una Declaración en apoyo a los opositores del régimen castrista y como reclamo por su liberación, que se dio a conocer ayer.

La Declaración, dirigida "a los gobiernos democráticos de América latina", tiene como objetivo solicitarle a los mismos que reclamen ante Cuba "la liberación de todas las personas que, en ese país, se encuentran encarceladas por delitos que, de acuerdo con los estándares internacionales, son derechos básicos".

"En Cuba existe una política de estado que expresamente viola las libertades fundamentales", dijo el documento que impulsó el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL). En el mismo se señaló que "la Constitución de Cuba, su Código Penal, leyes especiales como la número 88 y las sentencias de los tribunales populares, son una evidencia irrefutable de las violaciones a los derechos humanos en ese país".

Según un Comunicado que dio a conocer CADAL, la Declaración es "una petición a los gobiernos de América latina, como muestra de solidaridad democrática regional y con la aspiración que la misma logre incidir en una pronta apertura política en Cuba".
El documento señaló como "preocupante" que América latina se muestre "tan indiferente frente a estas injusticias que sufre el pueblo cubano y tan complaciente con su ilegítimo gobierno", sobre todo en países que "han sufrido terribles dictaduras, recibiendo en esos años de plomo importantes muestras de solidaridad democrática internacional".

"Es hora que América latina se ponga del lado de los demócratas cubanos y le exija al régimen de los hermanos Castro que inicie una apertura política garantizando derechos muy elementales como la libertad de asociación y expresión, lo cual posibilitaría la liberación de muchos presos políticos por el principio de la vigencia de la ley más benigna", añadió.

La Declaración, que lleva el título "El ejercicio de los derechos no es delito", está firmada, entre otros, por el fiscal del Juicio a las Juntas Militares Argentinas, Julio César Strassera; el ex presidente de Chile en el inicio de la transición democrática, Patricio Aylwin; la ex integrante de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, secretaria de la CONADEP y ex ministra de Desarrollo Social, Graciela Fernández Meijide; el diputado nacional, presidente de la Comisión de Justicia, ex ministro de Justicia y ex juez de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal, en cuyo carácter participó del Juicio a las Juntas Militares, Ricardo Gil Lavedra. También suscribieron la misma, los intelectuales Guillermo O' Donnell, Santiago Kovadloff, Beatriz Sarlo, Emilio de Ípola, Vicente Palermo, Daniel Sabsay, Sergio Fausto, Marcos Novaro, Claudia Hilb, Patricio Navia, Guillermo Rozenwurcel, Rafael Rojas, Heinz Sonntag, Demetrio Magnoli, María Matilde Ollier, Eduardo Viola, Héctor Leis, Gabriela Ippólito, Romeo Pérez Antón y Gabriel Palumbo.

Entre los periodistas firmantes se cuentan Andrew Graham-Yooll, Pepe Eliaschev, Carlos Lauría, Ricardo Uceda, Daniel Muchnik, Andrés Cañizález, César Ricaurte, Eduardo Ulibarri, Sylvina Walger, Dilmar Rosas, Claudio Paolillo y sus colegas Alejandro Nogueira y Hugo Machín, ex presos políticos uruguayos. Además, suscribieron el Documento dirigentes sociales como Silvia Uranga, Carlos Facal, Roberto Eisenmann, Paulo Uebel, Paola Silva y Carlos Bascuñán y los diputados argentinos Juan Carlos Vega, presidente de la Comisión de Legislación Penal y Fernando Iglesias, vocal de la Comisión de Relaciones Exteriores.
La declaración se hizo pública durante la realización de la conferencia "Una mirada progresista sobre la situación de los derechos humanos en Cuba".

Al borrador inicial se la agregó una mención sobre la trágica muerte de Orlando Zapata Tamayo, acaecida el 23 de febrero último, luego de una prolongada huelga de hambre, dijeron los organizadores. "En CADAL estamos convencidos que la permanencia de una dictadura en Cuba, sin reclamos firmes de apertura política, representa un límite democratizante para América latina y también consideramos que este reclamo lo tienen que liderar personas con trayectoria en la defensa de la democracia y los derechos humanos", explicó el Comunicado.





Fuente: DYN

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