Los familiares cubanos del Che Guevara, su viuda y su hija Aleida, pasan el tiempo enredados en litigios por los beneficios económicos que les provee el fantasma del guerrillero
LA HABANA, Cuba -Hace un par de meses, la empresa farmacéutica cubana Labiofam desató una escandalosa polémica con el anuncio de dos fragancias con los nombres Che y Hugo (Chávez).
LA HABANA, Cuba -Hace un par de meses, la empresa farmacéutica cubana Labiofam desató una escandalosa polémica con el anuncio de dos fragancias con los nombres Che y Hugo (Chávez).
Algunos medios de prensa alertaron que tras la censura del proyecto podían esconderse los intereses comerciales de las familias del guerrillero argentino y del fallecido presidente venezolano.
La “nota oficial”, publicada por el gobierno cubano, hacía pensar que la prohibición era un asunto exclusivamente ideológico. Pero la teoría de una disputa por los derechos de comercialización de un producto dedicado al Che Guevara se torna posible.
En primer lugar: la imagen del Che está en cientos de productos artesanales que se venden a los turistas, lo cual hace pensar que el gobierno cubano no quiera quedarse fuera del lucrativo negocio.
Segundo: llama la atención que el director de Labiofam sea José Antonio Fraga Castro, sobrino de Fidel Castro. Cualquier otro dirigente no consanguíneo con el dictador hubiera sido removido inmediatamente del cargo.
Y tercero: ya se ha hecho habitual que los familiares cubanos del Che Guevara (aquellos reconocidos oficialmente), tanto su viuda como su hija Aleida, pasen el tiempo enredados en litigios y disputas por los beneficios económicos que les provee el fantasma del guerrillero.
Viuda administradora
Apartada de la vida pública durante años, después de confesar su convivencia con un antiguo miembro de la escolta de su difunto esposo, Aleida March nunca ha sido vista con muy buenos ojos por los principales dirigentes cubanos, mucho menos cuando decidió administrar personalmente los derechos de autor del Che y beneficiarse de ellos sin dar cuenta a nadie, ni siquiera a Fidel Castro, solo haciendo valer sus “beneficios de viudez”.
A principios de los años 90, en medio del desastre económico de la Isla, las formidables ganancias por la venta de escritos e imágenes de su esposo a editoriales europeas, estimularon la faceta de empresaria de Aleida March, que en un estilo bien “capitalista”, tomó la decisión de crear una especie de Fundación, disimulada bajo el nombre de “Centro de Estudios Che Guevara”.
El carácter personal de la decisión de Aleida no entusiasmó a Fidel Castro, que, fuera de las ganancias del negocio, jamás permitió una inauguración oficial del “Centro de Estudios” y lo ha mantenido al margen de las instituciones académicas. La “corporación” familiar, aunque tolerada, no es tomada en cuenta en las actividades oficiales relacionadas con el Che. En fin, el Centro no existe de manera oficial, aunque sí legal.
Tal vez, para evitar un escándalo por declaraciones adversas de la viuda de tan famoso personaje, Fidel Castro permitió que se construyera el fastuoso edificio (a fin de cuentas el capital no saldría de su bolsillo verdeolivo) y se le autorizara una existencia en plano secundario, controlada por el gobierno (como todo lo que existe en la Isla) pero con libertades a la hora de comercializar aquella sustancia volátil, intangible, llamada “Che”, y que más por conveniencia que por derecho correspondía a los herederos directos.
Tengamos en cuenta que una mujer enfurecida frente a los medios de prensa extranjeros (primero, por los años de silencio y, segundo, por no haber sido consultada sobre los detalles arquitectónicos del mausoleo al Che, en Santa Clara, ni sobre el destino final de los restos de su esposo), no convenía a nadie.
La familia excluída
Ignorando aquella famosa carta de 1965 donde el Che renuncia a sus cargos en el gobierno cubano, y al mismo tiempo, declara que no lega nada a su mujer y sus hijos, los herederos cubanos no han titubeado a la hora de convertir al “paradigma del hombre nuevo” en la gallina de los huevos de oro.
A tono con los tiempos, el modelo de “revolucionario” que promovían los discursos oficiales terminó por transformarse en un lucrativo negocio que ha llevado a la familia Guevara March a enfrentamientos con la extrema izquierda que se niega a aceptar que el “legado ideológico” de aquel que han erigido en su símbolo, sea comercializado por editoriales que se anuncian como “alternativas” y hasta voceras de las “izquierdas” más violentas.
Hace solo unos años fue de gran resonancia ―y continúa siéndolo― la querella que Aleida Guevara March mantuviera con miembros del grupo político latinoamericano Revolución o Muerte, quienes, de manera gratuita, pusieron a disposición del público, en su sitio digital, el texto íntegro de Apuntes críticos a la economía política.
En aquella ocasión, esgrimiendo un discurso bien agresivo con amenazas de fuertes demandas internacionales, la hija del Che reclamó la exclusividad de los derechos de comercialización y hasta hizo una apología de la editorial Ocean Sur, a quienes han “rentado” por un tiempo una buena parte de la papelería e iconografía del Che.
Es con el emporio editorial Ocean Sur ―que busca mano de obra barata en Cuba y comercializa una buena parte de su producción en los Estados Unidos― con quien la familia del Che ha establecido nexos muy beneficiosos.
El lujo del Centro Che Guevara (en la exclusiva barriada de Nuevo Vedado, justo frente a una de las casas de la familia Guevara March), permite sospechar el monto de las ganancias de una empresa próspera cuya mercancía está compuesta por una terrible sombra.
Las giras de Aleida Guevara March
Las constantes giras mundiales que realiza Aleida Guevara March para la presentación de los libros de su padre son equiparables a los programas de actuación de una diva de la escena.
Detrás de todas estas apariciones públicas y discursos “revolucionarios”, están los intereses financieros de Ocean Sur, que ha establecido un convenio con el eufemísticamente nombrado “Proyecto Editorial Che Guevara” perteneciente a la “Fundación” presidida por la viuda del guerrillero, y que, como afirman algunos, es un verdadero “monopolio”.
Cuando estalló el escándalo por el anuncio de la “revolucionaria” línea de perfumería de Labiofam, los que conocen la avidez económica de los Guevara y los Castro, estaban claros de cuánto de tufo financiero se escondía detrás de los sucesos.
El hecho de que no le hayan cortado la cabeza a José Antonio Fraga Castro, por lo que pudo parecer una torpeza ideológica, habla mucho de la naturaleza “familiar” de los intereses monopólicos de nuestro socialismo insular.
A fin de cuentas, todo fue un asunto entre familias. Negocios son negocios.
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