¡DOS KILOS POR PERSONA! Maduro siembra la miseria e impone la tarjeta de racionamiento cubana
Presionado por el desabastecimiento de alimentos que está poniendo a prueba hasta la paciencia de los propios chavistas, el presidente socialista Nicolás Maduro introducirá pronto una polémica tarjeta de racionamiento en Venezuela.
Pero la medida para combatir el multimillonario desvío de alimentos subsidiados ha sido denunciada por la oposición como la prueba que faltaba sobre la “cubanización” de la nación petrolera.
El Gobierno calcula que al menos un 40 por ciento de la comida que importa para vender a los venezolanos más pobres termina en el mercado negro, acentuando el desabastecimiento.
Y su “Tarjeta de Abastecimiento Seguro” con los colores amarillo, azul y rojo de la bandera venezolana es una idea popular entre las personas que hacían fila recientemente delante de un enorme supermercado estatal en el centro de Caracas.
“Si hay escasez, hay que racionar para que a todos nos lleguen los productos”, dijo Yusmery Palacios, una médica de 36 años. “Es una medida que nos va a beneficiar”.
El Gobierno no ofreció detalles sobre el funcionamiento de la tarjeta, que comenzará a ser emitida en los próximos meses.
El objetivo es evitar que una misma persona compre grandes cantidades de alimentos para revenderlos después en el mercado negro o contrabandearlos a Colombia, donde un kilo de harina venezolana es vendido hasta seis veces más caro.
“Son sistemas para proteger toda esta inversión del contrabando”, dijo Maduro al lanzar la tarjeta a mediados de marzo, “para que, de verdad, todo esto llegue al pueblo de manera segura y libre”.
Racionar los alimentos, responde sin embargo la oposición, demuestra el fracaso del Gobierno por reflotar la economía de esta nación crónicamente dependiente de las importaciones donde una década de controles de precios y cambio vaciaron los anaqueles de los supermercados.
La tarjeta magnética, dicen los críticos, es la versión venezolana de la libreta de abastecimiento de Cuba, varios de cuyos programas sociales fueron replicados por el fallecido líder venezolano Hugo Chávez y, hoy, por su sucesor Maduro.
Pero a diferencia de la isla de gobierno comunista, en donde la libreta es desde hace medio siglo la única forma de acceder a productos básicos subsidiados como el arroz o los frijoles, la tarjeta de Maduro será de uso voluntario y sólo para comprar en la red de supermercados del Estado.
Allí, enormes carteles invitan a los venezolanos a registrarse para recibir la tarjeta y prometen sorteos de casas y autos chinos. Unas 380.000 personas se inscribieron, según el Ministerio de Alimentación.
“ERROR CONCEPTUAL”
A pesar del optimismo del Gobierno, economistas advierten que la tarjeta no menguará la escasez.
Experimentos anteriores como la instalación de códigos de barras en los automóviles no lograron contener el masivo contrabando de combustible barato venezolano a Colombia que es transportado escondido entre otra mercancía o, hasta a pie.
“La tarjeta parece un error conceptual. Es no ir a la raíz del problema”, dice Gustavo Rojas, director de Polinomics, una encuestadora con oficinas en Caracas y Washington.
“La única forma de comer es producir o importar, y ninguna de las dos están funcionando correctamente”, agregó.
Venezuela importa un 70 por ciento de los alimentos que consumen sus 29 millones de habitantes. Pero la falta de dólares, los controles de precios y una inflación anualizada cercana al 60 por ciento acentuaron la escasez de productos.
Es habitual ver largas filas delante de los supermercados para comprar arroz, leche o papel higiénico. Y la escasez empieza a golpear también a los sectores populares que constituyen la base del chavismo.
Maduro fue elegido por escaso margen tras la muerte de Chávez en el 2013. Y una encuesta de la firma Datanálisis mostró esta semana que su popularidad se desplomó a un mínimo de 37 por ciento o 10 puntos menos que al inicio de una ola de protestas en febrero.
El Gobierno y los empresarios se sentaron recientemente a discutir cómo sacar al país del aprieto. Pero el sector privado insiste en que no hay suficientes divisas para normalizar las importaciones, aún después de que el gobierno ampliara la oferta de moneda dura en marzo.
“Están saliendo a flote todos los errores, los desaciertos y todas las mentiras que han deteriorado la calidad de vida de nuestro pueblo pese a la insistencia de algunos de mostrar los ‘éxitos’ de un modelo económico que a todas luces fracasó”, escribió en su columna el líder opositor Henrique Capriles, derrotado el año pasado por Maduro por 1,5 puntos porcentuales.
DOS KILOS POR PERSONA
La introducción del sistema de racionamiento en Venezuela parece ir a contramano incluso con la tendencia en Cuba.
Medio siglo después de adoptar la libreta en respuesta al embargo comercial de Estados Unidos, las autoridades comunistas de la isla pretenden eliminarla como parte de sus reformas de mercado. El presidente Raúl Castro ha dicho que la libreta es “irracional e insostenible”.
Pero Maduro está bajo presión para actuar. Un 60 por ciento de los venezolanos compra en la red de supermercados estatales a precios subsidiados creados hace una década por Chávez como parte de las políticas sociales financiadas con petróleo.
Y unas semanas atrás, anunció una nueva “ofensiva económica” que incluye reducción de precios, mayor fiscalización y mano dura con los especuladores, mientras en los alrededores de tiendas estatales como Mercal, Pdval y Abastos Bicentenarios es habitual ver personas revendiendo productos al triple de su precio original.
“Yo paso hasta 7 horas diarias en cola para comprar lo que necesito para trabajar”, dice Gladis Núñez, una mujer de 50 años que se gana la vida vendiendo arepas -tortas de harina de maíz- en las calles de Caracas. “Si esto reduce la gente (en las colas) ¡Bienvenida sea la tarjeta!”
Las autoridades ya limitan la cantidad de productos que pueden ser comprados, pero nada impide que una misma persona haga varias compras al día.
Núñez podrá, por ejemplo, llevarse 2 kilos de leche, 4 kilos de azúcar y 2 kilos de arroz. La harina de maíz que necesita para fabricar sus arepas no, porque se agotó, aunque pareciera no importarle.
“No va a ser como en Cuba, porque aquí somos libres y tenemos de todo”, dijo la mujer. Reuters
La Patilla
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