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domingo, 30 de octubre de 2011

Leticia.Por Jorge Ignacio Pérez desde Barcelona




"Me tocó la época de las redadas fuertes de la policía en busca de jineteras, ¡que dañan la imagen del país pero, coño, ingresan una cantidad de dólares a la economía nacional del carajo!"



Después de tres meses sin hablar prácticamente con nadie —excepto con los viejitos y con la gente de sus casas—, comenzó a sonar mi teléfono el día 21 de abril, cumpliéndose con puntualidad el vaticinio que me llegó escrito a mano desde la isla. Mi madre, a quien después de los 50 se le despertó un mundo nuevo con el espiritismo, había consultado en mi nombre a un tarotista medio brujo que reencarnó en un indio americano, según él mismo me confesó en una sesión íntima cuando me practicó un rogamiento de cabeza. Este hombre, quien además era nuestro vecino y yo no supe de sus contactos con el Más Allá hasta hace muy poco, le aseguró a mi madre que a partir del 20 de abril mi situación iba a mejorar notablemente. No falló porque, como ya digo, el 21 tuve al menos un par de sorpresas. Esta vez el poder de la mente fue demasiado lejos al realizar una conexión Habana-Helsinki-Sabadell-Barcelona.

Resulta que María Antonia, la primera novia que tuve en mi vida a los quince años, o al menos la primera mujer que ví desnuda, había ido de visita a La Habana y el recuerdo la llevó a mi casa. Ella hacía siete años que vivía en Helsinki porque se había casado con un cartero finés que luego se la llevó de la isla. Pues mi madre le dijo dónde yo estaba y le dio mi dirección de correo electrónico y mi teléfono. María Antonia, a la usanza de los viejos tiempos, prefirió enviarme un mensajero terrenal en lugar de un mail, y así fue como Leticia, su prima, que vive en Sabadell, me llamó y quedamos esa misma noche.

Tengamos en cuenta que a Leticia hacía 20 años que no la veía y que, la única vez que la había tenido delante, ella rondaba los 11 y yo los 17 años. Con esas cuentas rápidas la cité para una de las cuatro esquinas de Paseo de Gracia y Aragón, un sitio que, además de quedarme de camino, me daba cierta movilidad para improvisar cualquier incursión que hiciera falta. Llegué con puntualidad para no hacerla esperar, porque me había dicho por teléfono que portaba un cuerpo que llamaba mucho la atención. Claro, capté al vuelo que se trataba de una broma cubana ya que aquí nadie, casi nadie, se mete con las mujeres por la calle, excepto los albañiles de andamio que a esa hora debían estar viendo el fútbol. Así que no quise elucubrar demasiado y me ajusté más a pedirle señas de su vestuario.

Fue muy fácil reconocernos. Su carita alegre no había cambiado mucho, pero su cuerpo ya no era grácil —no era de niña, claro—, y tenía los kilos típicos de una cubana paridora, según se apresuró a contarme. Ese mismo día, Leticia había perdido el trabajo en una fábrica de textiles y, para aliviar el encabronamiento, se había dejado doblegar por el poder de los cubatas. Tiramos hacia arriba en busca de un salón de baile que yo conocía perfectamente y que nos pillaba cerca, pues, me dije, el fuego que trae esta mujer hay que sacarlo con fuego. Hablaba alto, disparatadamente, vulgarmente a lo cubano, lo que me hizo sentir, más que avergonzado, en mi patio de nostalgia.

Bailamos sin mirar al suelo, entre risotadas y meneítos de caderas. Nos tomamos un par de copas —yo a palo seco; ella siguió con sus cubatas—, y luego nos fuimos a mi piso que no había visitado nadie aún. Pero, como yo sospechaba, aquella fiesta altisonante no era otra cosa que una válvula de escape para una mujer que llevaba ocho duros años en Cataluña, con un hijo ya adolescente y habiendo realizado los trabajos más ocasionales.

La música la escogió ella, el diseño de iluminación corrió a su cargo, elevó las cortinas que yo no me atrevía a levantar hasta que no me sintiera con un mínimo de identidad en aquel espacio; se subió a una banqueta tipo bar que tengo para invitados —¿qué invitados, si no había ido nadie a mi casa desde que la alquilé?—,y, no sé si ella lo quiso así, pero quedó debajo de una luz cenital que la silueteaba, ocultando los detalles de su rostro. Yo que he visto tantos monólogos en mi vida —en el teatro, quiero decir—, recuperé con tal imagen mi contubernio con las tablas, como aquel observador que fui y que al día siguiente tenía que entregar 60 líneas al periódico, haciendo fortísimos actos de fe para que la reseña quedara lo más digna posible dentro de lo que me dejaban decir.

No sé bien qué pasó. Leticia no había comenzado a hablar —solo se acomodó debajo del haz de luz— pero la intuición me indicaba que iba a presenciar un soliloquio improvisado, desgarrador y efímero. Voy a intentar reproducir sus palabras en primera persona porque vale la pena volver a escucharla:

"Mira, Jorge, tú no te acobardes que lo que yo he pasado en esta vida no se lo deseo ni a mi peor enemigo. A los dieciséis me casé y enseguida tuve a mi hijo Yosvani. Pero, aventurada al fin, y precoz también, el matrimonio se fue a pique y tuve que regresar con el tirano de mi padre. Como no me gustó nunca estudiar, me lancé a la vida fácil, entre comillas, para independizarme al menos económicamente. Y poco a poco me fui metiendo en los ambientes nocturnos de La Habana donde abundan los billetitos verdes."

"Me tocó la época de las redadas fuertes de la policía en busca de jineteras, ¡que dañan la imagen del país pero, coño, ingresan una cantidad de dólares a la economía nacional del carajo! Hasta que me cogieron y me llevaron a una estación que está en el Malecón. Como yo tengo la boca un poco salá, empecé a decirles que yo hacía con mi cuerpo lo que me daba la gana, que ellos no eran nadie para prohibírmelo, que saliendo por la puerta iba a ir a buscar un extranjero, que iba a gritar a los cuatro vientos que yo era una puta."

"Me metieron en un calabozo y allí continuaron el interrogatorio y yo gritaba más alto cada vez. El oficial que tenía delante no aguantó más y descargó toda su ira contra mi rostro y me golpeó tan fuerte que me fracturó el tabique de la nariz. Yo había mandado a llamar a mi padre que, como tú sabes, es militar, y el muy cabrón estaba detrás de la reja cuando me rompieron la cara y no hizo nada. Ese mismo día pensé en irme del país fuera como fuera, porque, teniendo la bestia tan cerca, qué carajo iba a hacer yo en Cuba. Y me fui, claro, pero no he dejado de sufrir."

"Al cabo de los años, porque creo que las cosas deben resolverse sin rencor, llamé a mi padre y me dijo que él no tenía ninguna hija que se llama Leticia, y me colgó el teléfono. ¡Imagínate, yo que pensaba que la distancia, el amor filial, si es que lo hubo alguna vez, lo iban a hacer reflexionar! Pero su compromiso con la patria, según su propio lenguaje, era más importante que yo."

"Aquí he limpiado suelos con la frente bien alta, trabajé de canguro y también ejercí la prostitución en un bar de mala muerte. Eso no se lo he contado a nadie y no sé por qué te lo cuento a ti. Debe ser que ya no me cabe adentro esta historia y los cubatas estos me han hecho vomitarla. O que me inspiras confianza, yo qué sé…Pero dejémoslo ahí. Ahora tengo 31 años y unas ganas de vivir del carajo. Por eso cogí el tren sin pensarlo y vine a ver Barcelona de noche. Mañana será otro día. ¿Por cierto, no tendrás algo de ropa más cómoda que esta?"

Leticia no soltó ni una lágrima. Yo hubiera llorado por ella, pero supuse que esa acción no cabía dentro de su perfil. Cuando quiero, desenrosco la llave de paso y limpio mis lagrimales con la sal del emigrado, una sal casi siempre etílica y, como ya he dicho, con nada de hielo.

Fue una obra en un solo acto, sin apoyaturas escenográficas, sin cambios de luces, sin banda sonora, sin efectos especiales, sin otra dramaturgia que la improvisación. Me acordé del fabuloso monólogo de Estorino Las penas saben nadar, interpretado magistralmente durante años por Adria Santana, también sentada Adria sobre una banqueta. Sobre aquel escribí una tímida crónica y sobre este, al que asistí en primera fila sin parpadear durante 20 minutos, otorgué un silencio sepulcral a Leticia, hasta ahora que me animé a contarlo.

Al día siguiente, tempranito, la acompañé hasta la estación más cercana de los ferrocarriles catalanes con la promesa mutua de que esos cubatas no se iban a quedar ahí.






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Jorge Ignacio Pérez nació en La Habana en 1965. Periodista cultural especializado en teatro, es autor del blog Segunda Naturaleza.

http://queridobob.blogspot.com/

sábado, 29 de octubre de 2011

F.U.E.G.O.UNA ALIANZA DE PATRIOTAS CUBANOS CONTRA LOS CHIVATOS DE LA DICTADURA ANUNCIA SU NUEVO BLOG




EL NUEVO LINK DE ESTA ALIANZA POR LA LIBERTAD DE CUBA:

http://fuegoencuba.blogspot.com/

ENTREVISTA A UNA BESTIA ASESINA Y PREGUNTAS SOBRE SU PASADO

Video Cortesía: WSCV 51 - Telemundo Network.
La doctora disidente cubana muestra su molestia ante preguntas efectuadas por el periodista Javier Ceriani sobre el tema de las celulas madre y su relación con Fidel Castro.








El destino de los talibanes cubanos: Carlos Lage camina por La Habana.Por ANGEL SANTIESTEBAN-PRATS


Las dos urracas defenestradas:El canciller Felipe Pérez Roque (izq.) y el vicepresidente Carlos Lage, defenestrados en el 2009.


Por ANGEL SANTIESTEBAN-PRATS*

- ¿Quién podría haber pronosticado que el vicepresidente cubano Carlos Lage, el “mayordomo” de Palacio, quien desde su juventud dedicó sus denodados esfuerzos a cumplir sumisamente con toda injusticia y política maquiavélica de Estado que se le ocurría a Fidel Castro, sería defenestrado de manera tan humillante y burlesca?
Sólo un conocedor de la sicología e ideología de un dictador como Carlos Alberto Montaner pudo, casi profetizar, tamaña locura sin que tuviera que esperar el entierro del “líder”. – Leyendo su libro Conversación en los funerales del Comandante. ¿Qué ocurrirá tras la muerte de Fidel Castro, desde las primeras páginas pude reconocer una realidad que fue vaticinada por el autor varios años antes de que sucediera.

Apenas unos meses después que llegara Raúl Castro al poder, se cumplió el vaticinio y Lage fue expulsado indecorosamente de la élite del Gobierno. Y, semanas después, a pleno medio día, con más de 34º C, pude ver a nuestro personaje, alguien diría “arrojado a los leones”, caminando, casi con asfixia, por la Plaza Roja de la Víbora (miren ustedes que ironía el nombre del lugar). Era uno más en la muchedumbre. Su camisa a cuadros, de marca elegante y costosa, estaba completamente sudada… Aún no sé definir si fue lástima o satisfacción lo que sentí por aquel evaporado “grano de sal”.

Siempre me he preguntado cómo Fidel Castro se olvidó de unos jóvenes que él mismo concibió. Algunos eran niños cuando llegaron a sus manos y, como alfarero, los formó a su imagen y semejanza, y después ni él mismo los pudo soportar. Les resultaron aborrecibles, sin decoros, con falta de humanidad, y, ante sus ojos, se parecían tanto a él que se convirtieron en iguales de peligrosos. Los hermanos gemelos Tony y Patricio La Guardia, en el año 59 eran jóvenes que no sobrepasaban los veinte años. Él los hizo tal y como fueron, eficientes Generales de sus cuerpos élites. Y luego a uno de ellos lo fusiló y al otro lo hizo cumplir varios años de cárcel. ¿Qué pensarían de Fidel Castro los padres biológicos de Tony y Patricio, al recordar cuando ellos se los entregaron, seguramente confiados, sanos de mentes y corazones? ¿Cuánto dolor habrán padecido esos padres al sobrevivir a la muerte de uno de sus hijos y soportar la humillante cárcel del otro?

Eso me hace recordar la anécdota que cuenta el Comandante Benigno, de aquel joven de 14 años que una pareja de campesinos le entregaran a Fidel una noche que visitó su bohío, allá en el más profundo paraje de la Sierra Maestra. “Se lo damos -le dijeron aquellos ancianos- porque es nuestro único tesoro, lo concebimos en la vejez y no queremos que el ejército de Batista lo aliste a la fuerza y nos lo mate”. Pero quizá más valía malo conocido que bueno por conocer.

Fidel se lo entregó a Camilo Cienfuegos que iba con él aquella errada noche para los ancianos, y para el joven, por supuesto. Poco tiempo después el adolescente, una madrugada, robó una lata de leche condensada. Al ser descubierto, Camilo le envía un mensaje a Fidel pidiéndole un consejo sobre qué correctivo imponerle. Y Fidel le respondió tajante: “fusílalo”. Camilo, sorprendido, le vuelve a enviar otro mensaje diciéndole que es el joven entregado por los ancianos, y que robó una lata de leche condensada. Y Fidel, con ese impulso gélido que lo caracteriza le vuelve a responder: “Ya te dije que lo fusilaras”.

Las preguntas son mi gran tortura porque siempre quiero entender a los demás, aunque no comparta sus sentimientos ni sus actos. Pero, ¿no fue un acto de cobardía de Camilo Cienfuegos ejecutar la orden cuando él no compartía el criterio, máxime que estamos hablando de la vida de un adolescente? Y en cambio, cuenta Benigno, el Comandante Camilo se ocultó en las letrinas para no presenciar el fusilamiento. Tal vez el lugar que encontró en aquel momento fue el más adecuado a sus sentimientos.

Pero volvamos al libro de profecías de Montaner. Por ser cáustico, pronosticó que, una vez desaparecido Fidel Castro, el “Grupo de apoyo al Comandante”, tendría que hacer una alianza para sobrevivir, ya que su peso político se desvanecería, pues apenas tenían anclaje en las Instituciones.

¿Y qué sucedió con los jóvenes “talibanes”?

Raúl Castro, sin dar tiempo a que la ausencia del hermano diera paso a esa “alianza” política, los cazó uno a uno y los fue deponiendo y expulsando indecorosamente como piedras en el zapato: Felipe Pérez Roque, Otto Rivera, Hassan Pérez, Juan Contino Aslan y Carlos Manuel Valenciaga. Y como no podía ignorar al Ministro de Cultura Abel Prieto, le suprimió el poder político, para mantenerlo como “domador de leones”, frente al conflictivo y volátil sector intelectual, ¿hasta que encuentre a la persona idónea para sustituirlo? Y si miramos más atrás, comprenderemos que ha sido un proceso de continúa defecación política: Luis Orlando Domínguez, sancionado a varios años de prisión; Roberto Robaina, que provenía del la FEU y la UJC, y quien fuera Ministro de Relaciones Exteriores; Humberto Rodríguez, presidente del INDER; el General Abrantes, cuya muerte en prisión aún es un misterio por esclarecer. No olvidemos al General Ochoa, “Héroe de Cuba”, al que también le hizo morder la pólvora en el paredón de fusilamiento.

Al final, sus séquitos no han sido más que títeres que exponen la imagen y sacrifican sus cuerpos, sus manos cumplen el designio del cerebro que las maneja, el que realmente traza la política y obtiene los beneficios.

Tan cierto es que esos nombres ocuparon por años los espacios mediáticos de la oficialidad, como que hoy nadie los recuerda. Ese es el pago por ser parte del Gobierno, sin hacer respetar sus criterios, ni mucho menos lograr que prevalecieran ante cualquier especulación errada del Comandante u otro de la cúpula sagrada del Gobierno, y que el pueblo los identificara como defensores de su estándar de vida. Sólo cumplieron ordenes, jamás lograron sus sueños políticos, salvo chupar la teta del poder y aceptar cien por ciento todo lo sugerido por el Máximo Líder. La historia recogerá, en algún momento, a esa caterva de talibanes como parte del engranaje diabólico del sistema imperante en la Isla.

¿Qué queda de los viejos Comandantes?

Cómo diría mi vecino: “sólo los cascos y las malas ideas”. O como escribe Montaner, “Ancianos y achacosos, atados a la antigua leyenda de la Sierra Maestra”. Algunos de ellos, los que aún se mantienen respirando en esa muerte aceptada, resignados a consumir los beneficios de la revolución, asisten a los actos oficiales para dar una imagen de falsa unidad. A cambio seguirán viviendo como millonarios en un país sumergido en la mayor pobreza de su historia. Ante los ojos del pueblo viven en suntuosas casas, que por cierto, ni siquiera tuvieron el decoro de construirse, se pasean en yates de recreo, comprados en el mercado internacional con el dinero del pueblo, o confiscados a traficantes de drogas que entraron en las aguas cubanas. Muchos de estos personajes derrochan los recursos de la nación para complacer a ex esposas o a ex compañeras sentimentales.

Las manos de Fidel Castro, el alfarero que pretendió ser, contaminó el barro con sangre, y esos jóvenes que imaginó formar, de alguna manera, los deformó. Bajo su égida distorsionada y pútrida, jamás logró ser maestro ni modelo para alguien. Tampoco habrá que esperar años de distancia para usarlo como símbolo de muerte y miseria.

Su egoísmo y astucia caudillista le hizo olvidar la historia real, no la que él ha intentado tergiversar y manipular a su antojo, sino la voz de pueblo que es quien en definitiva juzga y escribe las páginas de los libros futuros, aunque el miedo ante el terror impuesto evite, momentáneamente, que ese pueblo le grite tirano.

* Escritor residente en La Habana. una de las más prominentes voces de la literatura cubana actual. Su libro de cuentos Dichosos los que lloran ganó el premio Casa de las Américas en el 2006. Es autor del blog Los hijos que nadie quiso. Actualmente enfrenta un proceso legal, con petición de 15 años de cárcel.

Del Blog:Cafe Fuerte

TODO LO QUE BRILLA NO ES ORO:Reflexion y Autobiografia de Herminio Barbarito Rodriguez Aguero





Hace un tiempo atras una "AMIGA", refiriendose a mi persona y mis problemas le comentaba a otra"TODO LO QUE BRILLA NO ES ORO".Sepa USTED;"AMIGA"que : Con apenas 17 años me enamore perdidamente de una joven de extraccion humilde , de origen ...campesino.Deje las comodidades de mi hogar paterno para casarme con ella.Todo lo que habia dentro de mi era AMOR, por esa joven, no veia otra cosa, no valore en aquel entonces que esa familia seguia ciegamente en aquel tiempo a la revolucion y YO era un contrarevolucionario.Esto marco toda mi vida profundamente"AMIGA",como tu no puedes imaginarte.Por mucho que trate nunca fui reconocido por mi suegro, me odiaba en lo mas profundo de su ser y siempre fue un inmenso obstaculo para mi.Pero haci y todo y a pesar de los pesares Yo seguia amando a aquella guajirita, teniamos los mas y los menos pero no habia falta de amor en mi.De esa relacion nacieron mis dos hijos, trabajando muy duro de sol a sol, salia de mi casa de noche y regresaba de noche, porque nunca el regimen me dio oportunidad de aspirar a un puesto bueno, por mi condicion de CONTRAREVOLUCIONARIO.Asi y todo trabajando de sol a sol construi con mil sacrificios una casita para mi familia en el batey del antes central San Jose y como no tenia donde sacar mas dinero sembraba en el campo en mis dias libres comida para mis hijos, bajo el sol y la lluvia, arroz , frijoles , malanga.Mis hijos fueron creciendo y llegaron a la adolescencia y se les hacia dificil llegar a la ciudad para sus escuelas."AMIGA", entonces vendi aquella casita y compre un solar en la ciudad y fabrique una casa para mi familia, para que estuvieran mas cerca de sus escuelas y pudieran estudiar, es facil decirlo "AMIGA",pero fue muy duro , muy dificil trabajaba hasta de noche y mientras los demas dormian yo levantaba mi nueva casa, porque no tenia para pagar los ttrabajos y tenia que hacerlos yo.Despues con sacrificio ,con mucho sacrificio la mitad de esa casa me sirvio para adquirir un apartamento en ciudad Habana para el disfrute de TODA LA FAMILIA "AMIGA".Despues "AMIGA", por mis luchas en la oposicion contra la DICTADURA que hoy desgobierna mi querida PATRIA "AMIGA".Los Estados Unidos de Norteamerica me otorgaron una visa para viajar a esta generosa Nacion como refugiado politico."AMIGA", TODO ESTO ME LLEVO 40AÑOS DE MI VIDA, no lo construi en un dia ni dos.Hoy desgraciadamente, por la infamia y las calumnias de "AMIG@S", COMO TU, mi familia me separo de ellos, pero te digo una cosa"AMIGA", A PESAR DE TODO yO LOS AMO, porque lo unico que no podran arrancar de mi alma "AMIG@S" COMO TU, y la maldita DICTADURA QUE HOY ESCLAVIZA MI PATRIA, es el inmenso AMOR que llevo por dentro.Yo te pregunto "AMIGA"¿QUE COSA ES BRILLAR PARA TI?


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