Ser preso político en la isla de Fidel Castro
Bayonetazos, celdas de castigo, hambre, confinamiento en solitario
LA HABANA, Cuba.- En la isla de Fidel Castro ocurren cosas inverosímiles. El Fiscal General de la República, el señor Darío Delgado Cura, ha repetido lo mismo que sus antecesores: “En Cuba no hay presos políticos, porque respecto a la mayoría de aquellos que se auto titulan disidentes, son presos comunes”.
Sin embargo, hoy, que se conoce muy bien la trágica y larga trayectoria de la prisión política bajo el castrismo, no se recuerda que entre los miles de presos políticos que durante décadas sobrevivieron en las cárceles de Castro, sin visitas familiares, sin correspondencia, sin derecho prácticamente a nada, uno de ellos, uno solamente, haya recibido durante sus largos años de prisión un regalo parecido al de Gerardo Hernández Nordelo, el espía líder de la conocida Red Avispa.
La historia de Gerardo Hernández es muy distinta a la de Mario Chanes de Armas, uno de los presos políticos cubanos más memorables.
Hernández cumplió sólo 16 años de prisión en Estados Unidos pese a ser condenado a cadena perpetua, encontrado culpable de conspiración para asesinar.
A Chanes, a pesar de haber formado parte del asalto al Cuartel Moncada y de ser expedicionario del Granma, Fidel Castro lo condenó a treinta años de prisión, cuando aquél decidió no seguirlo en el comunismo; pena que cumplió hasta el último día, convirtiéndose así en el preso político que más tiempo ha permanecido en prisión.
A Gerardo le hicieron un regalo tan lindo como costoso: una fertilización in vitro, que pudo valer mucho más de veinte mil dólares –no se ha dicho quién la pagó–, mientras que a Mario Chanes no le permitieron asistir a los funerales de su hijo.
¿Quién, de los miles de presos políticos que han pasado por las cárceles cubanas, logró que el gobierno castrista o el gobierno de Estados Unidos lo complaciera e invirtiera una gran suma de dólares para que tuviera un hijo a distancia, con la mujer amada?
Bayonetazos, celdas de castigo, hambre, confinamiento en solitario… sólo eso obtuvieron en cautiverio.
Todos, sin excepción, sufrieron los traumas del confinamiento en solitario, específicamente en las unidades especiales de máxima seguridad.
Todos, sin excepción, conocieron las cárceles más crueles de la era moderna, cárceles a las que siempre se les ha negado la entrada a los relatores del órgano de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, según testimonios de numerosos especialistas de esa entidad internacional.
Sus testimonios son bien conocidos por los miles de opositores políticos que componen el Movimiento de los Derechos Humanos de Cuba. Sus libros han pasado de mano en mano, aunque estén prohibidos por el Consejo de Estado.
Recordemos al Mandela cubano, Eusebio Peñalver Mazorra, negro, de origen humilde, con grados de oficial del ejército de Fidel Castro, condenado luego a treinta años de prisión por luchar contra el comunismo, de los cuales cumplió 28.
Al Comandante Hubert Matos, con su valiosísimo libro “Cómo llegó la noche”, al poeta Ernesto Díaz Rodríguez, con su libro “Rehenes de Castro” y su buena y honda poesía –el último de los presos políticos en ser liberado, en abril de 1991, después de haber estado 22 años en prisión–, o aquel primero, “Contra toda esperanza”, de Armando Valladares.
Y más tarde, los 75 presos en 2003, entre ellos el poeta y periodista Raúl Rivero, Manuel Vázquez Portal, Jorge Olivera, Adolfo Fernández Saínz, el economista y querido Chepe, ya fallecido.
Con su afirmación de que en Cuba no hay presos políticos, quiso decir el señor Delgado que en nuestra isla no puede haber oposición política. ¿Ha leído acaso el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ya que, según señala “gran cuota de responsabilidad en la concreción de ese desvelo le corresponde a la Fiscalía General de la República”?
En fin, que entender a los comunistas en el poder, es en realidad algo muy complicado.
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