Esa es la versión de nuestra historia reciente elaborada por los órganos de difamación del comunismo internacional y repetida hasta el cansancio por la prensa corrupta y materialista que lo mismo promueve el aborto indiscriminado que convierte en gobernante respetable a matarifes como Fidel Castro, a quién ni siquiera se atreven a llamar dictador. En las líneas que siguen nos proponemos poner la historia de nuestro heroísmo y de nuestra disposición a inmolarnos por amor a la patria en su verdadero contexto.
Desde mediados de 1959, a solo unos meses de triunfar la revolución, los patriotas cubanos Luís Santana y Ramón Trujillo se alzaron en armas en las Montañas del Escambray. Para mediados de 1960 ya el Escambray se había convertido en un polvorín y en una amenaza real al férreo control del régimen comunista. Fue entonces cuando la tiranía desató una fiera ofensiva que tuvo su mayor intensidad entre 1960 y 1962 pero que no terminó hasta 1966 en que fue hecho prisionero el campesino Pepe Rebozo.
Las primeras víctimas de este heroico esfuerzo fueron Porfirio Remberto Ramírez, Plinio Prieto, Angel del Sol, Sinesio Walsh y José Palomino Colón, quienes fueron fusilados por proceso sumario el 12 de octubre de 1960 en La Campana, cerca de la ciudad de Santa Clara. Todos estos hombres eran veteranos de la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista y decidieron retomar las armas cuando comprobaron los derroteros comunistas de la revolución.
Después del fusilamiento de Plinio Prieto, el Comandante Evelio Duque Mijares fue designado jefe de los alzados en el Escambray. Gracias a su talento organizativo fueron creadas siete columnas guerrilleras al mando de hombres del temple de Edel Montiel, Joaquín Membibre, Diosdado Mesa, Vicente Méndez y Osvaldo Ramírez. Fue por esa época de finales de 1960 que la tiranía designó al comunista Dermidio Escalona a llevar a cabo lo que ellos llamaron La Primera Limpia del Escambray y los rebeldes calificaron como La Gran Ofensiva.
Al mismo tiempo, los cubanos que buscaron refugio en los Estados Unidos mostraban su disposición a regresar con las armas en la mano formando filas en los campamentos de entrenamiento autorizados por el Presidente Dwight D. Eisenhower el 17 de marzo de 1960. Trece meses después, el 17 de abril de 1961, 1200 cubanos pisaron las arenas de Playa Girón imbuidos de una fe ciega en sus aliados norteamericanos. Después de todo, los Estados Unidos eran no solamente “el coloso” del norte sino la primera potencia del mundo. Los dos pueblos, el de Cuba y el de los Estados Unidos, estaban estrechamente unidos por lazos históricos, geográficos y económicos. Además, los cubanos considerábamos como verdad incontrovertible el argumento común por aquellos días de que “los americanos no van a permitir una base comunista a 90 millas de sus costas”.
Muy pronto nuestra inocencia se vería pulverizada por la traición de un presidente más preocupado por su imagen de estadista ilustrado que por el cumplimiento del compromiso con hombres que habían sido entrenados para desafiar las balas en nombre de la salvación de la democracia y de la preservación de la libertad en el continente.
Porque nadie con suficiente información puede negar que la debacle de Girón fue el resultado de la falta de apoyo aéreo prometida a los invasores por funcionarios de muy alto nivel en el gobierno de los Estados Unidos. A partir de ese momento, y con seguridad durante muchos años por venir, Washington será mirado con cautela y hasta con desconfianza por una proporción considerable del pueblo cubano. Sobre todo, si tenemos en cuenta que, como resultado del Pacto Kennedy-Khrushchev, en octubre de 1962, el presidente norteamericano se comprometió a la ignominia de perseguir a los grupos cubanos que se proponían derrocar a la tiranía con las armas en la mano.
Los cubanos, aunque decepcionados ante la traición, demostramos que no necesitábamos ayuda norteamericana para continuar la lucha. En el mismo mes de octubre de 1962, comandos de Alpha 66atacaron el Puerto de Isabela de Sagüa dando muerte a 20 militares castristas, incluyendo a algunos rusos. El 15 de octubre el mismo grupo hundió una lancha guardacostas del régimen comunista y el 31 del mismo vez volvieron a atacar instalaciones militares en la costa norte de Cuba.
En 1964, Alpha 66 puso en marcha el llamado “Plan Omega” que consistía en infiltrar guerrilleros dentro de la isla. El primer grupo, bajo el mando del Comandante Eloy Gutierrez Menoyo, fue a parar a la cárcel. En los próximos veinte años Alpha 66 continuó sus hostilidades contra la tiranía con el desembarco de fuerzas al mando del Capitán Vicente Méndez el 17 de abril de 1970, otro desembarco encabezado por el Coronel José Rodríguez Pérez en septiembre del mismo año y varios desembarcos en la década de 1980 dentro del llamado “Plan Máximo Gómez”. Todos terminaron en fracasos a causa de la escasez de recursos y la falta de ayuda por parte de gobiernos supuestamente amigos de nuestra causa.
Otro de los grupos que decidió continuar operaciones militares contra el régimen comunista fue elJURE, encabezado por el ex Ministro de Obras Públicas Manolo Ray. Durante casi todo el año 1964, Ray adquirió armamentos y estableció bases de operaciones en distintos lugares del Caribe, incluyendo Cayo Anguila a unas 40 millas náuticas de Cuba. Sin embargo, su presencia fue detectada por el gobierno de Las Bahamas, los combatientes fueron hechos prisioneros y las armas incautadas dándose por terminada la operación.
Otra historia, pero con un desenlace verdaderamente trágico, fue la de Tony Cuesta, quién fundó los “Comandos L” en 1962 y a quien se le atribuyen mas de 30 operaciones de infiltración y ataque contra el régimen comunista. En 1966, en el curso de una de esas operaciones, Tony perdió la vista y una mano con el agravante de sufrir un encarcelamiento de doce años en las prisiones comunistas.
Por otra parte, el escenario de nuestra lucha por la libertad se ha extendido a los cuatro puntos cardinales. Nuestros combatientes por la libertad han asestado golpes a la tiranía comunista y a sus testaferros en México, Venezuela, Bolivia, Estados Unidos, Angola, Perú, Brasil y otros países que harían interminable la lista. Específicamente en Panamá, los compatriotas Luís Posada Carriles, Guillermo Novo Sampol, Gaspar Jiménez Escobedo y Pedro Remón trataron de poner fin a nuestra pesadilla nacional ajusticiando al verdugo de nuestro pueblo durante la Décima Cumbre Iberoamericana de Panamá en el año 2,000. Por ello, sufrieron cuatro años de vejación y cárcel antes de ser exonerados.
Asimismo, y dentro de la misma tónica, salta el ejemplo del Dr. Orlando Bosch , el pediatra que sacrificó felicidad personal y bienestar material para luchar por su patria en su guerra “por los caminos del Mundo”. Pero si queremos un ejemplo del patriotismo y el valor personal elevados al grado sumo, ahí tenemos al Ingeniero Ernestino Abreu Horta, quién a los 73 años, edad en que muchos estamos acariciando nietos, se infiltró en Cuba en 1998 para combatir a la fiera con las armas en la mano en su propia madriguera.
Y en tiempos recientes hemos sido testigos del encarcelamiento inaudito e ilegal del compatriota Santiago Álvarez y de sus compañeros de lucha Osvaldo Mitat y Ernesto Abreu. Ilegal por haber violado la propia constitución norteamericana e inaudito porque estos hombres no representaban amenaza alguna para los Estados Unidos. Por el contrario trataban de combatir a un enemigo jurado de este país. Sin embargo, Washington los envió a la cárcel esgrimiendo el manido argumento de violación de la Ley de Neutralidad. Una Ley de Neutralidad que Washington convenientemente ignoró cuando en 1954 financió la sublevación contra Jacobo Arbenz en Guatemala, cuando en 1965 invadió la República Dominicana, cuando en 1983 mandó los infantes de marina a la Isla de Granada y cuando en 1994 derrocó al dictador Raúl Cedras en Haití.
No podemos, por otra parte, concluir este trabajo sin mencionar el ejemplo heroico y edificante de nuestro presidio político de todos los tiempos. El presidio sí de Oscar Elías Biscet, de Héctor Maseda, de Antúnez, de Víctor Rolando Arroyo , de Ariel Sigler y de tantos otros. Pero cuidado con olvidarnos del presidio de Pedro Luís Boitel, de Armando Valladares, de Huber Matos, de Roberto Martín Pérez, de Mario Chánez de Armas, de Eusebio Peñalver y de millares de cubanos con tantos méritos como ellos pero que no caben en el espacio limitado de un comentario.
De lo que no cabe dudas es de que entre los patriotas que hemos mencionado unos han confrontado a la tiranía por medios no-violentos mientras que otros decidieron combatirla con las armas en la mano pero todos, absolutamente todos, han hecho despliegue de valor personal y amor a la patria. Su ejemplo debe ser para nosotros acicate, ejemplo y compromiso de no abandonar jamás este camino glorioso de luchar por la libertad de Cuba.
Miami, Noviembre del 2009.