La líder opositora Martha Beatriz Roque fue testigo del controversial incidente que ocurrió el pasado jueves 2 de julio en la residencia del jefe de la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana, durante las celebraciones por el día de la independencia de ese país. Un grupo de opositores increpó al cardenal Jaime Ortega y Alamino por sus declaraciones sobre que en Cuba no había presos políticos, de lo cual se han difundido versiones contadas y filmadas. Sobre esos hechos opina Roque en entrevista con 14ymedio.
Pregunta. El Arzobispado de La Habana acaba de desmentir una versión en la que se le atribuía al cardenal Jaime Ortega expresiones despectivas sobre la prensa independiente. Usted estuvo presente, ¿qué opina sobre lo ocurrido?
Respuesta. Pienso que no fue una forma correcta de dirigirse a una persona que ocupa en la Iglesia la posición que tiene el cardenal Jaime Ortega, como tampoco fue adecuado hacerlo en el lugar y en las circunstancias en que ocurrió el incidente. Hay que remitirse a algunos videos y grabaciones de voz, en una de ellas se escucha a Jaime decir que los opositores "están tocando las trompetas de Miami".
Aunque estuve presente en la casa del Jefe de la SINA en la celebración por el día de la independencia de los Estados Unidos, no fui testigo directo del incidente, pero sí hablé con todos momentos después. Las cosas se pusieron difíciles a medida que iban hablando, hasta el punto que el padre Polcari tuvo que intervenir y pedirles que se alejaran de ahí.
Los que intervinieron en el incidente fueron Egberto Escobedo, que fue la persona que habló; José Díaz Silva, María Cristina Labrada Varona, que es la esposa de Escobedo, y la Dama de Blanco de Matanzas Leticia Herrería. Todo ocurrió en medio del patio de la residencia del jefe de la Oficina de Intereses en el entorno de la celebración por el 4 de julio. Escobedo me dijo personalmente que ellos le habían dicho al cardenal que por esa conducta de negar la existencia de presos políticos el pueblo de Cuba no estaba de acuerdo con él. Lo cual lo veo como parte de esta inyección totalitarista que tenemos la mayoría de los opositores, de hablar igual que el sistema que sistemáticamente habla en nombre del pueblo y allá vamos nosotros también a hablar en nombre del pueblo.
"Nunca olvidaremos el fusilamiento de aquellos tres cubanos en 2003. Aquello fue una atrocidad, pero nadie que cometa este tipo de delito puede estar en una lista de presos políticos"
P. El eje de la discusión se relaciona con unas declaraciones del monseñor Jaime Ortega donde niega la existencia de presos políticos en Cuba. ¿Comparte usted esa opinión?
R. En dos ocasiones el cardenal ha expresado que en Cuba no hay presos políticos. En una tercera ocasión precisó que las listas que a él le han presentado no son de presos políticos. Nosotros hicimos un trabajo para analizar las diferentes listas que se hacen y hemos confeccionado un documento al respecto que próximamente se publicará. No me parece necesario precisar los autores de dichas listas, porque no quiero que nadie se sienta agredido con esto. Lo cierto es que en algunas de ellas hay una cantidad de personas allí que no solo no son presos políticos, sino que en algunos casos ni siquiera están presos en estos momentos.
P. ¿Se refiere a quienes han realizado actos violentos?
R. En lo personal no estoy de acuerdo con que aquellas personas que han venido a Cuba a realizar hechos violentos, actos terroristas o asesinatos, sean considerados presos políticos. Pienso que hay que tener misericordia con ellos, sobre todo los que somos católicos, porque el régimen en muchos casos ha impuesto penas excesivas y esto tampoco es permisible desde el punto de vista humano. Estoy hablando de quienes han cometido delitos graves, pero no como para merecer la condena de pasarse el resto de su vida en una cárcel.
Todos sabemos cómo ha tomado decisiones en este sentido el señor Fidel Castro. Nunca olvidaremos el fusilamiento de aquellos tres cubanos que hurtaron la lancha Baraguá para salir de Cuba en el año 2003. Aquello fue una atrocidad, pero nadie que cometa este tipo de delito puede estar en una lista de presos políticos, porque no lo es.
P. ¿Pero usted coincide con el cardenal en que en Cuba no hay presos políticos?
R. En Cuba sí hay presos políticos, pero no son todos los que aparecen en esas listas. Esas listas hay que depurarlas. Para eso habría que hablar con los jefes de las organizaciones y que sean ellos los que digan quién es quién y si sigue preso o no, porque también ocurre que si no se actualizan, las personas salen de prisión pero permanecen en las listas. Hay que consensuar las listas y solicitar la opinión de abogados especialistas en el tema para explicar algunos casos.
"Sostengo que fue irrespetuoso increpar a Jaime Ortega y además una falta de cortesía con los anfitriones"
P. ¿A cuáles casos se refiere?
R. Por ejemplo, es usual que en Cuba una persona sea golpeada por la policía y luego lo acusen de atentado. Conozco una familia completa a la que la policía política le rompió la puerta de la casa, les dio golpes y fueron a prisión hasta por nueve años, cumpliendo bajo el delito de atentado. Estoy hablando de Osvaldo Rodríguez Acosta y su hijo Osvaldo Rodríguez Castillo, junto a Juana Castillo, la esposa de Osvaldo, que fue sancionada a cinco años de privación correccional sin internamiento. Sin embargo, en uno de los dictados aparece como "asesinato de la policía en tentativa" y leer eso es muy duro.
P. Alguien que se limitara a leer los documentos oficiales de un caso como ese que usted pone de ejemplo pudiera afirmar que esas personas no están presas por motivos políticos.
R. Exactamente. Se está diciendo lo que no es y que yo pienso que ellos son presos políticos, como pienso que otros que aparecen en algunas listas no lo son.
P. Entonces, quizás el cardenal pudo haber "caído en la tentación" de hacer una cándida lectura de los documentos oficiales.
R. No sé cómo puede haberlo leído, pero sostengo que fue irrespetuoso increparlo y además una falta de cortesía con los anfitriones. Lo único que pude hacer fue saludarlo y tratar de borrar la impresión que pudo haberse llevado de que todos los opositores tenemos conductas similares.