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sábado, 29 de octubre de 2011

Colapsado, el sistema de intimidación de la tiranía.Por Héctor Julio Cedeño Negrín




Colapsado, el sistema de intimidación de la tiranía.

En los años bárbaros, de la tiranía castrista, se cometieron crímenes atroces y todos los desmanes posibles. Como nadie escuchaba, ellos hacían y deshacían a su antojo. Hoy los tiempos han cambiado diametralmente y luego del derrumbe del comunismo internacional, el sistema creado para infundir miedo, ya no les funciona, ni les resuelve.
Cada día la población se atreve un poco más y la vanguardia que somos los opositores, hace tiempo que les perdimos el miedo. Los esbirros fascistas, fanfarrones y cobardes, de la Seguridad del Estado, extraviaron ya, su guapería habitual y hoy son ellos los que sienten temor. La dictadura solo sabe aumentar el número de represores, ante el incremento de la protesta.
Por ello solo actúan, cuando están en franca mayoría y cuando se encuentran en número, varias veces superior a nosotros. Y eso que siempre van armados hasta los dientes. Cuando estamos parejos se mantienen a distancia, a veces escondidos tras las columnas y los matorrales. Son como decimos en buen cubano; “una partía de pendejos”.
Cuando están solos, corren cuando nos ven o doblan en la primera esquina con disimulo y hasta se bajan de los ómnibus, cuando les conocemos. Así me pasó con el que llaman Volodia y que le decimos el Gorila, ese mismo que le fracturó las muñecas a un joven, en el parque Villalón, del Vedado. Al verme por la calle Monte, un 23 e febrero por la noche, hace ya varios años, cruzó a gran velocidad la calle y se escondió tras una columna, con ese corpachón que casi era más ancho que aquella columna. Ahora circula en moto el holgazán, pariente de “Pendejón González”.
La vez que menos personas han participado en mi arresto, fueron cuatro individuos y eso que no mido más de un metro sesenta y dos centímetros y tengo cincuenta y ocho años, de edad. En esta última detención, el sábado 22 de octubre, fueron siete los individuos que participaron y la emprendieron a golpes conmigo, aunque en verdad no hice resistencia y solo grite los lemas habituales contra la dictadura, ante la población congregada. Ellos no saben, lo que soy capaz de hacer, si me resisto verdaderamente.
Tienen un método bastante infantil, de provocar miedo. Algo así como decirles a los chiquillos, “duérmete niño, que viene el coco”. Ahora los esbirros que me reprimen, pertenecen a “Villa Marista”. Ese lugar tenebroso, que según el mito, allí la cosa si va en serio. Pretenden que cambiaron mis represores, de la Sección 21, para un nivel superior, porque soy recalcitrante.
Pero es un cuento, nada del otro mundo, son exactamente, los mismos esbirros de la tiranía, con los mismos métodos, bajos, cobardes y ruines. Y son tan “pendejos”, como los demás segurosos, de todo el país, yo no tiemblo, ni con los de Villa, ni los de Castilla. Tampoco me atemorizan, los de Pedernales, en Holguín, ni los esbirros de Santiago o de Guantánamo.
Lo que no saben los esbirros, es que viví varios años, en el Reparto Sevillano, al pie de ese antro que es Villa Marista y lo conozco bien desde hace más de cuarenta años. Siempre supe que era y sigue siendo aun, el mayor “Centro de Tortura, abuso y muerte” de la tiranía castrista, en la República de Cuba. He escuchado incluso, las historias más tétricas, contadas por los vecinos de ese macabro lugar, en épocas pasadas.
Y es que el miedo está en el corazón mismo de la dictadura. El sábado 22, de octubre cuando me conducían hasta la Unidad de Aguilera en Lawton, les decía, mírense en el espejo de Kadafi. Eso les desquiciaba y me gritaban ¡cállate! Amenazaban con meterme un zurullo de papel por la boca; “eso no va a suceder aquí”, “esto no es Libia”, “nadie va a matar a Fidel ni a Raúl”, pero el miedo a que si ocurra, lo siente el mismo Raúl Castro, en su bajo vientre y le provoca descomposición en el estómago.
Verdaderamente no dormirán tranquilos ni un solo día y despertaran con pesadillas, todas las noches, soñando con el final de Kadafi, que yace bajo el gigantesco arenal, del desierto libio, como una rata de la arena, algo asi como ese roedor, llamado elefantulo.
Héctor Julio Cedeño Negrín
Periodista Independiente de Cuba

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