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martes, 4 de enero de 2011

La imagen se la llevó la realidad




LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) – Hasta hace unos años la imagen creada para la Seguridad del Estado en Cuba hacía ver a sus integrantes como émulos de los héroes de las novelas de caballería. Entre las hazañas que realizaron estaba la de haber desbaratado más de seiscientos atentados organizados por los enemigos contra el jefe supremo. La lectura de esos éxitos era obvia. Los adversarios son malos y estúpidos; los combatientes de la Seguridad, buenos, valientes y sagaces.

El primer resultado de esos triunfos era que la proyección del jefe subía, sobre todo su invencibilidad y su ascendencia internacional. No se atenta tanto contra la mediocridad. Y la comunidad de inteligencia recibía sus merecidos premios, y a la par, su imagen se llenaba de bellos y atractivos colores. Pero todo eso pertenece a un pasado diseñado con cuidado.

En lo personal, sufrí sus acciones represivas, por vez primera, en 1981, cuando invadieron mi vivienda y me amenazaron con echarme encima un perro pastor alemán para que me destrozara. En otras ocasiones, a quemarropa, me han amenazado de muerte.

Pero la primera vez que vi a la Seguridad del Estado propinar golpes en plena vía pública fue en el año 1999. En esa ocasión se iba a realizar un juicio, luego suspendido indefinidamente, contra el periodista Mario Viera, en el Tribunal Provincial de La Habana. Estaban en el área dos o tres decenas de opositores para apoyar al comunicador. De pronto llegaron al lugar un número indeterminado de paramilitares que realizaron todo tipo de provocaciones. Se formó un gran desorden.

De los ómnibus que pasaban por la calle Prado y de los balcones de las viviendas situadas frente a la sede del tribunal se gritaban consignas antigubernamentales. Resultaba evidente que la situación se les estaba yendo de las manos. Y entonces aparecieron los policías de la Seguridad del Estado golpeando a los opositores pacíficos.

Después, esa manera de actuar no ha sido excepcional. Incluso han reprimido con alevosía y ensañamiento a indefensas mujeres; se les ha visto saltar cercas o verjas de casas ocupadas para gritarles obscenidades a sus dueños, o para pintar en el piso y las paredes consignas “revolucionarias”.

Están muy cerca de convertirse en sicarios. Están realizando un trabajo sucio a plena luz del día. Y todo por migajas. Por andar en un viejo auto Lada de la época soviética o en una pequeña motocicleta, por algún que otro módulo de ropa y por pagar a bajo precio los centros de recreación y descanso. Mientras, los grandes jefes, sus hijos y allegados, siguen disfrutando de una buena vida y del poder vitalicio.

La realidad del castrismo terminó con la imagen que la Seguridad del Estado había creado de sí misma. Lo bueno o malo de este tipo de historia es que siempre llega el momento, a veces a través de los que ni si quiera fueron culpables directos, en que hay que responder por ese tipo de acciones.

fornarisjo@yahoo.com

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