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miércoles, 5 de enero de 2011

El sueño y la pesadilla por Juan González Febles




Durante el periodo más álgido de la guerra fría, cuando una imperfecta república democrática regía los destinos de Cuba, las revistas reproducían fotos de las ancianas barrenderas de Moscú. Desde las páginas de la revista Bohemia, se mostraba la imagen de ancianas barrenderas con pañuelos anudados en la cabeza para proteger las orejas y el cuello del frío. Las piernas estaban cubiertas con trapos y en su mayoría calzaban viejas y deterioradas botas militares.

Lo más significativo de estas abuelas moscovitas era la expresión de desoladora tristeza con que se asomaban al lente. La tristeza y la melancolía eran el plato fuerte de esta muestra, pero más allá de todo, estaba la desesperanza profunda de quien sabe o cree saber, que no hay alternativa para la miseria. Que no queda espacio para soñar que mañana o en algún espacio ignoto del porvenir, vendrá algo mejor.

Los comunistas de entonces, afirmaban que se trataba de exageraciones creadas por la ‘maquinaria diabólica propagandística del imperialismo'. Decían que los medios de prensa en Occidente exageraban. En sus círculos internos, se comentaba de forma despectiva que eran rezagadas de la clase explotadora terrateniente. Sólo kulaks venidas a menos, a las que no habría que compadecer. Las pobres babushkas barrenderas de Moscú, eran peligrosas y derrotadas exponentes del ‘enemigo de clase'. Así decían.

Con la misma clásica expresión de tristeza, fueron trasplantadas al trópico, las abuelas barrenderas del socialismo real ruso. Las babushkas cubanas se asoman al lente de la cámara con la misma tristeza. Se trata del mismo escobillón y el mismo carro con los tachos de basura. Hasta el uniforme es parecido. El pañuelo anudado en la cabeza y la misma expresión de insondable tristeza.

Quizás nadie lo vio por no saber leer entre líneas el programa del Moncada. Este es el verdadero sueño del Comandante, devenido en la pesadilla de cada día que compartimos todos. El sueño de uno y la pesadilla de todos.

Nuestras babushkas pueden ser vistas en el boulevard de la calle Obispo. Allí están, en ese pomposo Casco Histórico diseñado como fantasía descocada para turistas de todos tipos y lugares, por el también multipremiado Eusebio Leal. Un consagrado historiador y despiadado hombre de negocios.

Nuestras babushkas barrenderas, nunca fueron exponentes de una derrotada clase terrateniente. Todas fueron jóvenes y algunas hasta bellas y agraciadas. Luego de entregar sus mejores años a la construcción de la utopía falsa o frustrada, la miseria y las bajas pensiones las lanzaron a vender en las calles los cigarrillos y la pasta dental de la cuota personal en la libreta de racionamiento.

La policía, esa representante del poder revolucionario en las calles, como la calificó el general y presidente designado Raúl Castro, las persiguió y multó en múltiples ocasiones. Parece que se hace mucho daño a la revolución de los dos hermanos, al vender cigarrillos y tubos de pasta dental.

Ninguna es familiar o allegada de generales o figurones políticos del régimen. Pertenecen al grupo marginado mayoritario conocido como pueblo cubano. Puede vérseles con la mirada triste propia de los que han sufrido alguno de los socialismos. Ya sea los clásicos que vienen desde el siglo XIX con su carga vacía de ideales y utopías o los más crueles y cercanos. Esos traídos por la mano férrea de Stalin, Mao, los Kim o Fidel Castro. O quizás los que esperan para mostrarnos su horror, al devenir del siglo XXI.

Como señal inequívoca del fracaso, allí están. Pienso que cada uno que siguió la consigna y la prédica del Comandante y empuñó un fusil para perpetuar la victoria militar del régimen en las arenas de Playa Girón, es culpable de que haya babushkas barrenderas en la calle Obispo habanera. Cada uno de los que ascendió las lomas del Escambray para estrangular el sueño libertario de aquellos tiempos, también es responsable de las abuelas barrenderas de Obispo. Las clases vivas de la república que entregaron la riqueza de un país que prosperaba, a cambio de una intervención yanqui que no ocurrió, son también responsables.

Como preludio de un inevitable final, ahí están. Tristes y protegidas del frío y la adversidad, sólo por sus pañuelos. Las abuelas barrenderas de Obispo son prueba palpable de que nada de lo hecho sirvió. El sueño de quien se nos vendió como mesías, se extiende omnipresente por la tierra empobrecida de Cuba, como la pesadilla compartida por todos. Pero... ¿Hasta cuándo?
(fuente:Radiografia Mundial)

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