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sábado, 4 de diciembre de 2010

Detenido 1263: celda 16.por Luis Felipe Rojas




Era sábado 27 de noviembre, salimos temprano para Guantánamo y a las 12:40 pm estábamos en el punto de control conocido como Río Frío, a escasos kilómetros de la ciudad del Guaso.
Cuando la Policía detuvo la máquina en que íbamos, me pidió el carné urgentemente, al igual que al chofer y a la hora de estar bajo el ardiente sol del este oriental, pretextaron una comprobación al vehículo.
Mi hijo Malcom, de siete años empezó a vomitar por la náusea y la falta de alimentos. Algunos policías se acercaron, uno de ellos se veía algo apenado, pero allí nos dejaron unas horas más. A las 3:00 pm vino un oficial del G2 y me montaron en una patrulla de carretera y me llevaron directo a la unidad de operaciones. Un leve altercado al bajar me dejó un rasguño en la frente y un hematoma en el brazo. Lo demás fue puro trámite. Atrás quedaba mi Exilda con los niños. En Guantánamo quedaba a la espera de nosotros Rolando Rodríguez Lobaina y su esposa Yanet pues seríamos los padrinos en el bautizo de sus tres hijos el domingo 28. Es la primera vez que sé de la prohibición de un bautizo católico en los últimos 20 años. Quedaba el rostro de mi hijo Malcom cuando le dije adiós desde el jeep con las esposas puestas.

1263
Eres el 1263, me dijo el oficial Ramírez. A lo que le contesté, por esa cifra no voy a responder, que quede claro. Lo demás fue la angustia del encierro y la buena conversación de mis compañeros de celda. A los que después de explicarle que soy un perseguido político en mi país y que puedo denunciar incluso lo que le sucede a ellos mismos me contaron sus historias, pero con el miedo aún, me pidieron que no dijera sus nombres, sin embargo les pedí que escogieran sus seudónimos: Alfredo, Raciel y Carlos. En otra ocasión les contaré sus historias.
Desde las 3:00 pm del sábado que entré a Operaciones no probé alimento hasta el domingo en la noche en que bebí un jugo de naranja, ácido y sin dulce que dieron en la merienda. Al amanecer del lunes volví a beber un caldo oscuro que algún día supo a chocolate. Las dos noches fueron un infierno, las paredes están llenas de manchas de sangre, pues los reos se entretienen matando mosquitos contra la pared y con los residuos escriben sus nombres, anotan fechas, tiempo de estadía y sus lugares de residencia. El retrete emana su pestilencia todo el día y según pude ver, jamás barren la celda. Me negué a comer, pero pude ver la comida de los otros detenidos: sopa aguada y sin sabor me dijeron, arroz amarillo a la fuerza y un huevo hervido, frío y duro..
La noche anterior a mi detención en la misma celda estuvieron Abel López Pérez, Jordis García Fournier y Yoandris, jóvenes guantanameros, los dos primeros, presos políticos y activistas destacados de la oposición pacífica.
Pude darme cuenta de hasta donde la burocracia ha minado la vida del cubano. Querían que firmara mi detención, acta de decomiso del cinto y el teléfono, devolución del cinto y el teléfono, acta de advertencia y carta de libertad. Por supuesto, no firme nada.
El lunes a las 8:00 am me devolvieron a San Germán. Todo el trayecto fue al revés del sábado cuando iba con mi familia. Fue un retorno a la inversa, viendo como mi país se ha convertido en una jauría de fieras que pisan los jardines. Prohibir que asistiéramos a un bautizo de tres niños, qué locura.


http://cruzarlasalambradas.wordpress.com/

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