Por: Juan González Febles, periodista independiente
El régimen cubano se sostiene sobre una creciente montaña de violaciones a los derechos ciudadanos. Se trata fundamentalmente de violencia e intimidación por parte del estado contra el ciudadano. En este contexto de uso inmodesto de la fuerza, el presidio político y la aplicación caprichosa de la pena de muerte han sido la constante más sobresaliente de los últimos cincuenta y un años.
La pena de muerte no existía como figura penal para delitos de carácter político antes del triunfo castrista de 1959. Antes, se asesinaba políticamente a cuenta y riesgo, sin usar a los tribunales de justicia para eso. La pena de muerte resurgió en 1959, al calor de aquello que se solía decir de que “la revolución es fuente de derecho”. Al fin del camino, la revolución terminó por abolir el derecho en todas sus acepciones. En Cuba, no fue el cántaro lo que se rompió en la fuente: alguien secó la fuente y de paso rompió los cántaros.
El padre Conrado se refirió a que la premisa necesaria para que el futuro no sea incierto será cerrar definitivamente aquello que llamó, ‘la fábrica de presos’. La pregunta seria, podría ser: ¿Hasta qué punto esto puede ser posible y que la actual clase gobernante se sienta todo lo segura que aspira sentirse en el disfrute de sus privilegios y prebendas legatarios de poder? De no ser posible, ¿aceptarían cerrar la susodicha fábrica?
La respuesta a ambas preguntas es muy deducible. Nadie en su sano juicio espera que el régimen cambie. Al menos no lo suficiente para cerrar definitivamente su fábrica de presos, que es una forma de decir, dejar de criminalizar la disidencia y el actuar opositor pacífico.
Mientras primero no se respete la constitución y después esta sea modificada, porque ciertamente es un factor de criminalización de la disidencia. Mientras no sean derogadas las leyes más enconadamente violadoras de los derechos humanos, civiles, políticos, económicos y sociales, como podrían ser para citar ejemplos, la Ley de Peligrosidad Social y la Ley 88, no se hace nada.
Mientras la policía de Seguridad del Estado y el resto del Ministerio del Interior actúen sujetos a la orden dada sin escrúpulos por alguien que evidentemente no los tiene y no a la ley, Cuba se ahoga con el humo contaminante de su fábrica de presos. Ciertamente la única empresa que produce algo, aunque sólo sea dolor.
Mientras el presidente que nadie eligió diga de forma pública que las manifestaciones pacíficas serán reprimidas por lo que denominó, “el derecho de los revolucionarios a defender la revolución”, poco o nada hay que esperar. Ciertamente, el mal es de fondo.
A quien tocó inaugurar la fábrica de presos del comandante en el ya lejano año 1959 fue al también comandante Huber Matos. Desde aquel momento y de acuerdo a confesión del régimen, decenas de miles han traspuesto sus umbrales y son más de doscientas las cárceles sembradas por la revolución, de unas pocas (menos de veinte) que encontró en 1959.
(Fidel cazando el Nobel de la Paz bajo un a alfombra de muertos)
La excarcelación tramposa y con destierro de varias decenas de presos políticos que nunca debieron serlo, forma parte de una maniobra mediática dirigida a potabilizar para consumo externo la crueldad y dureza de un régimen que se funda en el terror y la miseria compartida.
La pretensión de que la amabilidad del tiempo de que hablaba Anatole France, cerrará la fábrica de presos y blandamente nos traerá felicidad, paz, concordia y reconciliación, es un sofisma. Las contradicciones internas que ahogan al régimen, hasta el momento no han erosionado la capacidad militar para reprimir o para ahogar en sangre cualquier asonada. Ahí está el show represivo montado por las flamantes tropas anti motín a modo de performance, contra estudiantes de medicina paquistaníes en Jaguey Grande, Matanzas.
Al igual que pasó con el Apartheid sudafricano, son las naciones que dan el santo y seña de la palabra democracia, quienes con presiones inteligentemente aplicadas y donde duele, podrían lograrlo.
En otro orden de cosas, con excepción de una minoría recalcitrantemente privilegiada, nadie en Cuba quiere que las cosas continúen como van. Tampoco que los mismos ancianos intolerantes del poder dicten las pautas del cambio. Quienes aman verdaderamente la democracia y no están dispuestos a transar por una variable antidemocrática de corte chino, ruso o vietnamita, deben afirmarse en la intransigencia de buscar la verdadera transición democrática para la Isla.
Esto requiere tacto y sabiduría para desmontar todas las jugadas político-policiacas de los continuistas y su izquierda bistec. La mejor arma para eso es la transparencia, aprender a decir no con una sonrisa. Desenmascarar siempre y tratar de estar dos movidas adelante del juego del contrario. Ya sea que la movida vaya encaminada a desmontar las Damas de Blanco, desacralizar la muerte heroica de Orlando Zapata Tamayo, desterrar a hombres que nunca debieron estar presos o cómo ya sucedió, intentar desaparecer a la prensa nacional independiente.
Para el régimen, en un futuro más o menos inmediato, resultará impresentable continuar con la criminalización de la disensión o la represión violenta de las manifestaciones pacíficas en demanda de cualquiera de los muchos derechos conculcados al pueblo. En tales circunstancias lo inteligente, lo recomendable sería crear un espacio de disensión in vitro con figuras de mercadeo que hagan el juego que les hace falta. ¡Quién sabe si ya se dieron cuenta y todo vendrá por ahí!
Por tanto, la presión debe mantenerse inalterada mientras se reprima al más humilde entre los ciudadanos, o mientras un solo prisionero político se mantenga en una postura dirigida a rechazar el destierro como vía de excarcelación.
No es mediante concesiones como se termina con una tiranía, aunque no sea necesaria la violencia física para ello. La verticalidad en el propósito puede hacer la diferencia. Martí se refirió a que la deshonra no pasa y la miseria sí. Parafraseándolo, podríamos decir que las presiones y las represiones pasarán, las respuestas dignas que se den a cada momento, siempre quedarán con nosotros y nadie podrá arrebatárnoslas nunca.
En el momento del oportunismo, sucede como dijera Beethoven: sobran los poetas para el príncipe y falta el príncipe de los poetas. Hagamos la diferencia. Sepamos decir no con una sonrisa y hagamos la contrapropuesta adecuada, para que la negativa afirme lo positivo y en definitiva lo correcto.
Ya fueron rebasados los tiempos de la pólvora y de aquellas “frías y eficientes máquinas de matar”, pero queda aún la saga de lo peor. Con dinero que sacan del sudor del pueblo cubano se compran muchas voluntades. ¿Cómo explicar si no, las complicidades y adhesiones que encuentra la dictadura cubana en medios políticos europeos y latinoamericanos? O las últimas medidas tomadas desde centros de poder de la democracia y que parecen concebidas por los analistas de la dictadura.
Aunque las rutas del dinero son siempre muy sinuosas, de vez en vez la revista Forbes o los informes sobre medidas tomadas por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, alentadas regularmente por la congresista cubano americana Ileana Ros Letinehn, dan cuenta de caudales fraudulentos que ruedan por esos caminos de Dios. Algunos iban férreamente asidos por las manos de personeros de la dictadura cubana o sus testaferros. Entonces, ha llegado el momento para reconocer que el dinero que corre contra la democracia, supera con creces al que corre a favor de esta.
En el momento actual la “fábrica de presos” a que se refiriera el padre Conrado, funciona con la energía de las intrigas político-policiales generadas por el Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista, la Dirección de Inteligencia del Ministerio del Interior, la Jefatura de Inteligencia Militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el dinero negro que se mueve entre Washington, Madrid, La Habana, Ciudad México, Brasilia, Teherán y por supuesto, Caracas.
De las estaciones intermedias bancarias, se encarga el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, que a cada rato nos deja saber sobre bancos multados y dinero lavado. Dinero para que funcione y se mantenga, la fábrica de presos, para armar y financiar tropas anti motines, para comprar políticos venales, influencias, oropeles y postales mediáticas a lo largo del mundo. Así será hasta que Dios y nosotros los hombres lo permitamos. Sepamos decir no, con elegancia y como dijera el poeta, sin perder la ternura.
juanchogonzal@gmail.com (Primavera de Cuba)
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