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domingo, 17 de octubre de 2010
¿Dictadores Buenos y Malos?
¿Por qué Fidel Castro es el ex presidente cubano
y Pinochet el ex dictador chileno?
ROBERTO ALVAREZ QUIÑONES
¿Por qué Augusto Pinochet recibía el trato de dictador por parte de los políticos y los medios de comunicación, y Fidel Castro el de presidente de Cuba?
¿En qué proceso electoral fue elegido presidente el general Raúl Castro? ¿En cuáles comicios democráticos fue electo antes su hermano Fidel?
¿Cuál es la razón por la que Anastasio Somoza, Rafael Leónidas Trujillo, Fulgencio Batista, Jorge Videla, Francois Duvalier y su hijo “Baby Doc”, Marcos Pérez Jiménez, Juan Carlos Onganía, José M. Velasco Ibarra, Humberto Castelo Branco , Juan María Bordaberry, René Barrientos, Alfredo Ovando, José Félix Uriburo, Juan Vicente Gómez, Pedro Aramburu, Porfirio Díaz, Carlos Castillo Armas, José María Guido, Gustavo Rojas Pinilla, Leopoldo Galtieri, o Alfredo Stroessner, son todos ellos ex dictadores y Fidel Castro es el ex presidente cubano?
¿Hay dictadores buenos y dictadores malos?
Estas son preguntas que se hacen los cubanos, tanto los que viven en la isla como los que están dispersos por los cuatro puntos cardinales del planeta gracias a dos “presidentes” que nunca nadie eligió.
La palabra dictador fue creada en la antigua república de Roma, hace 2,500 años, cuando en situaciones de extrema gravedad los cónsules, por orden del Senado, nombraban a un “dictator” que asumía todos los poderes generalmente por seis meses, hasta el restablecimiento de la normalidad.
Con el surgimiento de las democracias modernas en el siglo XIX, el término de dictador volvió a ser utilizado para designar a todo jefe de gobierno que ejerce el poder “manu militari” (por la fuerza) de forma absoluta haciendo trizas el principio enunciado por el barón de Montesquieu en el siglo XVIII de la independencia de los tres poderes en que se sustenta la democracia moderna: Legislativo, Ejecutivo y Judicial.
Sin embargo, desde la segunda mitad del siglo XX los medios de comunicación de todo el mundo y los políticos latinoamericanos consideran dictador sólo al hombre fuerte que es de derecha. Si es de izquierda y antinorteamericano lo llaman presidente, aunque nadie lo haya elegido, oprima a su pueblo, sea corrupto hasta la médula y convierta a su país en ruinas.
En Nicaragua, los Somoza (padre e hijos), de extrema derecha, eran dictadores. Pero el sandinista Daniel Ortega, una vez derrocado Somoza en julio de 1979 se mantuvo en el poder por la fuerza hasta 1990, pero no era dictador, jamás un medio de prensa latinoamericano o de EEUU dejó de llamar presidente a Ortega en esos 11 años.
Tampoco fue considerado dictador el general Juan Velasco Alvarado, quien en 1968 encabezó en Perú un golpe militar contra el presidente Fernando Belaunde, democráticamente elegido, e instaló una dictadura militar nacionalista e izquierdista que gobernó hasta 1975. Velasco se autoproclamó “Presidente del Gobierno Revolucionario de Perú”, y así fue tratado pese a que encarcelaba o deportaba a sus oponentes políticos, suprimió la libertad de expresión y de prensa, nacionalizó algunas industrias fundamentales, y estableció vínculos militares y políticos con la Unión Soviética --Moscú le entregó grandes cantidades de armamentos-- y con el régimen de Fidel Castro, mientras empobrecía a los peruanos.
En la vecina Bolivia el general Alfredo Ovando, golpista derechista era un dictador. Cuando en octubre de 1970 Ovando fue derrocado por otro general derechista, Rogelio Miranda, éste también fue dictador. Miranda fue depuesto casi de inmediato por un contragolpe militar encabezado por el izquierdista general Juan José Torres, quien ya no fue dictador porque se declaró antimperialista y nacionalizó las minas principales del país. Diez meses después, en agosto de 1971, el “presidente” Torres fue derrocado por el general Hugo Banzer, dictador por su condición de derechista.
En Panamá, en 1968 el coronel Omar Torrijos dio un golpe de estado junto con otros militares que derrocó al presidente constitucional Arnulfo Arias Madrid. Torrijos disolvió los partidos políticos, se autoascendió a general, asumió poderes absolutos con el título de “Líder Máximo de la Revolución”, y se mantuvo por la fuerza en el poder hasta su muerte en un accidente de aviación en 1981. Pero nunca fue considerado dictador porque era de izquierda, antinorteamericano, amigo de Fidel Castro y obtuvo de Washington la devolución del Canal de Panamá.
Es obvio, pues, que los medios de comunicación en general tienen una visión ideologizada de lo que es un dictador, lo cual viola la objetividad periodística de la que tanto presumen.
Todos deben ser repudiados
No, no hay dictadores buenos y dictadores malos, sino simplemente dictadores. Y todos deben ser repudiados por igual, sea cual sea su afiliación política e ideológica. Quien gobierna por la fuerza y controla todos los poderes públicos, sin someterse al escrutinio popular, deviene negación de la democracia y hace regresar la sociedad a la Edad Antigua. Como decía Simón Bolívar, “Huid del país donde uno solo ejerce todos los poderes: es un país de esclavos”.
No hay líderes mesiánicos por derecho divino con la misión histórica de guiar a sus pueblos, como alegan los líderes populistas. Suiza, Noruega y Luxemburgo son los tres países con más alto nivel de vida sobre la Tierra (según la ONU) y ninguno tiene caudillos “iluminados”.
Se comprende que en los países en desarrollo hayan surgido líderes populares que han encabezado procesos revolucionarios para derrocar regímenes dictatoriales. Lo que es inadmisible es que esos líderes en vez de restablecer las libertades democráticas se conviertan luego en tiranos peores que los derrocados. En el siglo XXI, las naciones no necesitan ya héroes --tipo Cid Campeador--, sino instituciones democráticas que garanticen las libertades individuales y un estado de derecho.
Fidel y Raúl Castro llegaron al poder el primero de enero de 1959 luego de derrocar al dictador Fulgencio Batista –que gobernó Cuba por 6 años y 9 meses—, pero 52 años después siguen en el poder y no lo van a dejar mientras vivan.
Fidel prometió desde la Sierra Maestra que habría elecciones democráticas cuando triunfase la revolución, y que sería restablecida la Constitución de 1940. Pero 36 días después de asumir el control del país, el propio Castro redactó la “Ley Fundamental”, por la cual el Consejo de Ministros que él presidiría definitivamente una semana después asumió los tres poderes públicos. También abolió la Constitución de 1940, y lanzó la consigna de “¿Elecciones para qué?
En 51 años y 9 meses jamás en Cuba ha habido elecciones presidenciales y son ya muy ancianos los que recuerdan los últimos comicios de 1948, cuando fue elegido Carlos Prío presidente de la república.
No obstante, el diario La Opinión de los Angeles hace unos días publicó una melíflua nota de la AP sobre el cumpleaños del tirano mayor, que tituló: “Cumple 84 años el ex presidente cubano”. Lo mismo hicieron las cadenas de TV de EEUU, y todos los medios del mundo.
Títulos como ese son una afrenta al pueblo cubano, como es una ofensa a los chilenos llamar ex presidente a Pinochet.
(Alvarez Quiñones, periodista radicado en el sur de California, es analista de temas políticos y económicos. Trabajó varios años en el diario Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, y fue parte del cuerpo de editores del diario La Opinión de Los Angeles).
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