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domingo, 15 de noviembre de 2009

Guantánamo, zona congelada


Los miles de cubanos encarcelados por intentar escapar de la isla hacia la Base Naval de Guantánamo son una sombra contra cualquier régimen.

Hace un par de días hablé con Alderlai Guerra Blanco. Cumplió varios años de castigo en el tenebroso Combinado de Guantánamo. Cuenta Aldernai y lo saben los guantanameros que años atrás con solo estar sentado un grupo de jóvenes en el parque ya era motivo para ser acusado de intento de salida ilegal.

Heriberto García Primelles vino desde Cienfuegos un día de 1982 pensando que de llegar a la ciudad ya estaría cruzando el mar y pisaría territorio norteamericano. Esa idea forma parte de la imaginación popular. Las otras son todas verdades que pesan más que cualquier ocultamiento.

Todavía nos seguimos preguntando los porqué de un campo minado si la amenaza no es de la potencia extranjera, si no del millón de cubanos que ha intentado irse. Por qué la sanción de salida ilegal contra la falacias de un permiso de salida, permiso que es más un chantaje jurídico, y no una simple formulación burocrática.

Dos veces en los soleados días de verano entre los años 2003 y 2005 Alderlai atravesó el campo minado que da acceso a la base militar sin que las minas le partieran la vida y fue regresado y puesto bajo las patas peludas de los tribunales cubanos. A varios kilómetros como quedan Ulloa y Baitiquirí de los posibles puntos de escape para tratar de entrar a la base, sin embargo han detenido a jóvenes y sin probarles nada los han condenado a cuatro años de prisión por el mismo delito.

José Ángel Simón, hoy un preso disidente, lleva en su cuerpo las esquirlas de las minas antipersonales sembradas en territorio cubano para evitar las salidas ilegales. Las piernas, los pectorales y la cabeza están repletas de fragmentos de explosivos. Ese hombres es una prueba contra las verdades de mi isla como campo de exterminio.

La noche del domingo, mientras apurábamos una cerveza de fabricación local, alguien le preguntó a Alderlai de dónde sacó el valor para atravesar los sembrados de minas y sin titubear respondió que del horizonte. Y estiró la mano en línea recta y dijo: del lado de allá tiene que estar la vida. No todo puede ser esto que hemos vivido siempre.

Yo no quise preguntar más. Ya mi cerveza estaba tibia
Publicado en: Animal de alcantarilla

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