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domingo, 21 de junio de 2015

Marita Lorenz ruineria alemana en Cuba y los bretes de Miami

Marita Lorenz y el cuento de nunca acabar con Fidel Castro


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Por Miguel Fernández Díaz
Un cable de la agencia española EFE repica por todas partes que “la primera amante” de Fidel Castro tras llegar al poder, Marita Lorenz, celebra sus 75 años con la publicación de sus memorias en español. Como todas las versiones sobre la vida -y la muerte anunciada varias veces en Miami- de Castro, pues el relato rebotó de sitio digital en sitio digital y, como era de esperarse, también ocupó espacio en nuestro descolocado periódico local, elNuevo Herald.
Ediciones Península acaba de sacar en Barcelona el libro de 260 páginas Yo fui la espía que amó al comandante, al precio minorista de $21.30. Marita principió a contar su vida en inglés (Nueva York, Thunder’s Mouth Press, 1993) y alemán (Munich, Goldmann, 1994). Hoy ambos libros se venden, de uso, a un quilo en Amazon.
La reportera de EFE Lucía Leal se llegó a Baltimore para entrevistar a  Marita y escuchó su vieja historia de haberse enamorado de Castro a los 19 años y parirle un hijo que vino a conocer en 1981. Marita cuenta que en el ínterín convino con la CIA matar a Castro con dos pastillas con toxina botulínica, pero desistió de hacerlo por amor. Así mismo narra que anduvo conspirando con Orlando Bosch y otros exiliados cubanos para matar a Kennedy.
Todo empezó cuando la motonave alemana Berlin, capitaneada por Heinrich Lorenz, hizo escala en La Habana y fue abordada por Castro el 29 de febrero de 1959. Leal reporta que Marita confesó: “Todavía le amo, y amo el recuerdo que tengo [de] aquel joven barbudo que se atrevió a besarla en el barco de su padre”. En el documentalLieber Fidel – Maritas Gechichte (2000), del realizador Wilfried Huismann, Marita afirmó que tan solo se habían tomado de la mano, porque Castro “tenía miedo de que lo viera papá”.
Complicaciones de un aborto
Huismann se embulló tanto con Marita que dio impulso al cuéntame tu vida con énfasis en el romance con Castro:Lieber Fidel – Mein Leben, meine Liebe, mein Verrat [Querido Fidel -Mi vida, mi amor, mi traición] (Munich, List Verlag, 2001). Aquí Marita recordó haber quedado embarazada de Castro y ser sometida por la fuerza a un aborto que practicó un tal Dr. Ferrer, tras ser secuestrada en Hotel Habana Hilton el 18 de septiembre de 1959.
Marita alega que Castro no tomó la decisión y prefiere la versión de que detrás de estos hechos está la CIA. En todo caso la peripecia puso fin al romance, que ya había dado pie al rumor de que Esperanza Bustamante, reina del carnaval de La Habana en 1959, coronada por Juan Almeida, retorció contra Castro un eslogan de su revolución: “Comandante, consuma productos cubanos”.
Marita regresó adonde su madre en Nueva York y esta última, Alice Lorenz, quien trabajaba para la inteligencia militar estadounidense, publicó la sensacional historia “Fidel Castro Raped My Teen-Age Daughter” [Fidel Castró violó a mi hija adolescente] en el número de mayo de 1960 de la revista Confidential.
Una historia de madre
Además de haber violado a su hija, seducirla con falsas promesas y mantenerla incomunicada y drogada en el Habana Hilton, la madre de Marita acusó a Castro de ordenar el aborto con cinco meses y medio de gestación. Al referir que Castro sólo había tomado la mano de su hija en la cubierta del MS Berlín, agregó que con la otra mano Castro apuntó hacia las luces de La Habana y exclamó: “Todo esto es mío. Toda Cuba es mía. Yo soy Cuba”.
Marita siguió a Nueva York en aquel barco, pero el 4 de marzo de 1959 volaba ya de regreso a La Habana en Cubana de Aviación por invitación de Castro. Tras hospedarse en el Habana Hilton se percató de que no podía salir ni llamar por teléfono ni tener correspondencia. Y en eso se apareció Castro, quien a la media hora de tensa conversación se habría encimado sobre ella para arrancarle sus ropas y el crucifijo que colgaba de su cuello antes de violarla.
En las visitas siguientes, Castro prometió que se casaría y Marita fue con él a la gira de abril por EE. UU. Enseguida cayó en la cuenta de que estaba embarazada y unos meses después, el capitán Jesús Yánez Pelletier llevó a Marita al quirófano del Dr. Ferrer. A la postre ella pudo volver a Nueva York e ingresó de urgencia en el Hospital Roosevelt por infección en el ovario izquiero y la trompa de Falopio. Alice Lorenz redondeó su relato con que el Dr. Ferrer había sido ejecutado para guardar en Cuba el secreto del aborto.
Revelaciones al estilo Miami
Para mayo de 1963, Harvey Wilson se apeaba en The National Police Gazette con el rapto de Marita Lorenz como “crimen vergonzo de Castro, revelado por primera vez”. La tesis publicística radicaba en que Castro se comportaba con las mujeres tal y como con el pueblo de Cuba: echando mano a la mentira y la fuerza bruta.
Como si Alice Lorenz no hubiera contado jamás su historia, Wilson usó el nombre de Lisa para la protagonista de su relato y dio otra versión de la violación, que no habría acaecido en la primera, sino en la segunda visita de Castro al aposento de Marita en el Habana Hilton: “The hulking, bearded dictator threw off his clothes and raped Lisa brutally. She injured a disk in her spine in a futile attempt to resist him. After the inhuman assault, Castro dressed without a word and stalked out”. Otra revelación de Wilson estribó en que, al enterarse del embarazo, Castro sugirió a Lisa casarse con Yánez Pelletier.
Antes de que Marita diera a imprenta por primera vez sus memorias, Cindy Adams sacó en The New York Post, el 23 de octubre de 1992, la historia lacrimógena de que ella no podía felicitar a su hijo en su cumpleaños 33. Se llamaba Andrés Vázquez, pero el padre era Castro. Al filo de la edición príncipe de sus memorias vio la luz -en la edición de noviembre de 1993 de Vanity Fair- la “dudosa historia” de amor que Marita contó a Ann Louise Bardach.
Progenie de dictadores
Aunque esta vez recordó que había pasado ya del séptimo mes de embarazo cuando abortó por ingerir un vaso de leche con droga, presuntamente servido a Castro por la CIA, Marita insistió en haber tenido un hijo. En septiembre de 1981 viajó a Cuba para decírselo a Castro, quien tras recibirla con “Welcome back my little assassin” permitió que conociera por fin a Andresito: “It’s got my mouth, my eyes. Oh, God, it’s got Fidel’s nose [and] his white, white skin and Fidel’s curly hair”. Esa noche se acostó con Castro y al día siguiente, tras desayunar con Andresito, voló de regreso a Miami.
A solas con Castro, Marita confesó que en marzo de 1962 había tenido una hija con el depuesto gobernante venezolano Marcos Pérez Jiménez. Castro habría replicado con enfado: “¿Cómo pudiste ir con ese monito de mierda después de haber estado conmigo?”
Marita conoció a Pérez Jiménez en marzo de 1961, al recoger en su paradero de Miami Beach la contribución de $200,000 para la causa de Cuba. Seguía vinculada al exilio beligerante desde que Frank Sturgis (Fiorini) atinó a reclutarla para matar a Castro con dos píldoras en diciembre de 1959.
Antes de que Castro entrara a la habitación 2408 del Habana Hilton, Marita había descargado ya las píldoras por el bidet. Al preguntar Castro si ella andaba de ronda con “esos contrarrevolucionarios de Miami”, Marita asintió e igual respuesta dio a la pregunta de si había venido a matarlo. Castro le tendió entonces su pistola, que ella tomó para devolvérsela y hacer el amor. A su regreso a Miami fue encarada por la gente de Fiorini: “Now we’ve gotta go to war because of you!
La última noche
Marita narró también que, en el verano de 1962 y por los campos de entrenamiento paramilitar en Everglades, Florida, conoció a un tal Ozzie, quien resultó ser Lee Harvey Oswald. Se topó de nuevo con Ozzie en un motel de la sagüesera de Miami, el 18 de noviembre de 1963, junto con los ex marines Fiorini y Patrick Hemming más el ex jefe de la fuerza aérea castrista Pedro Díaz Lanz.
En dos autos fueron a casa de Orlando Bosch, quien aguardaba con los hermanos Ignacio y Guillermo Novo más un tercer vehículo con armas y siguieron rumbo a Dallas, Tejas. Esta caravana constituye uno de los ejes centrales del best seller del abogado Mark Lane (Plausible Denial, Thunder´s Mouth Press, 1991) sobre la participación de la CIA en el asesinato de John F. Kennedy, sobre todo porque Marita soltó también que había visto en Dallas a Howard Hunt conversando con Fiorini y Oswald.
Todos los implicados negaron de plano las alegaciones de Marita y Bosch no vaciló en tacharla de “psicópata aventurera”.
Marita confió de paso a Bardach que había viajado de nuevo a La Habana en 1988 y no pudo ver a su hijo, porque cumplía misión médica en Nicaragua, pero sí pudo tener su última cópula con Castro: “It began with him and ended with him”.
Lo que parece no tener fin son sus historias que se desdicen.

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