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miércoles, 12 de octubre de 2011

DE INGENIERO A VENDEDOR DE HELADOS.PERRO QUE MUERDE LA MANO DE SU DUEÑO..TEMINA SIN LENGUA......!!!!

Eliécer Ávila: De ingeniero a vendedor de helados
El estudiante de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) que interpeló a Ricardo Alarcón en 2008 es hoy un desempleado.



"La frustración es muy mala, pero mucho peor es perseverar en un proyecto condenado al fracaso", dice Eliécer Ávila, el estudiante de Ciencias Informáticas que en 2008 se convirtió en noticia internacional al interpelar y dejar muy mal parado, por sus respuestas, al presidente del Parlamento cubano, Ricardo Alarcón.

Es lunes 10 de octubre y ya va a caer la noche en Puerto Padre. Por esas paradojas del destino, la calle donde Eliécer Ávila está tratando de ganarse la vida se llama Carlos Manuel de Céspedes. Se cumplen 143 de que el Padre de la Patria diera la libertad a sus esclavos.

Hoy Eliécer, de 25 años, es un ingeniero informático desempleado. Luego de cumplir su servicio social en un club de computación y electrónica, quedó en la calle. En Las Tunas no hay empleo ni para él ni para sus compañeros de carrera. Esta es tierra dejada de la mano de Dios.

"Dile a Eliécer que ande al hilo, que lo estamos observando", dice Magali, su tía, que le advirtió el mayor Rogelio, segundo jefe de la policía política en Las Tunas.

Y Eliécer va al hilo, ganándose la vida con lo que aparece. Su esposa —ahora su ex— adquirió una heladera de las llamadas acá "coppelitas" para trabajar por cuenta propia. Con tal de que la máquina no pare, el joven hace todo lo que puede, pero no es mucho. El domingo por la noche los ladrones se llevaron una de las correas de transmisión del motocompresor y no hay forma de reponerla.

"No basta con reponer la correa del motocompresor cuando aparezca. Antes es preciso protegerla de los ladrones", dice.

Cuando el entonces estudiante de cuarto año de Ingeniería Informática interpeló al presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el funcionario confesó ser un perfecto ignorante en temas económicos. No mentía. Solo así puede explicarse que un Gobierno emplee los recursos de la nación en formar profesionales a los que luego echará a la calle para producir absolutamente nada.

Mantener a los cubanos simulando que estudian y trabajan, que aman y defienden a su país cuando en realidad no hacen ni lo uno ni lo otro, ¿es el resultado de la ignorancia? ¿Acaso será un bien ajustado mecanismo de relojería destinado a otros propósitos?

Según el historiador Manuel Moreno Fraginals, empleándolos en labores productivas todo el tiempo biológicamente posible, a los esclavos se les suprimió la vida de relaciones, dejándoles sin tiempo para otras funciones que no fueran las imprescindibles para la supervivencia. Esto, con independencia de las exigencias productivas, obedecía a razones de seguridad, buscaba evitar rebeliones.

Pero a los esclavos no solo se les suprimió el tiempo libre, sino que también se les prohibió pensar; de ahí las ordenanzas para que los mayorales los hicieran trabajar cantando todo el tiempo.

Por si fuera poco, concluida la cosecha azucarera, cuando los esclavos no tenían trabajos útiles que realizar, se les obligaba a llevar objetos de un lugar a otro como eficaz método de conjurar rebeldía.

Cabe preguntarse si se estarán empleando métodos esclavistas en Cuba en pleno siglo XXI.

Cuando, al finalizar la tarde de este 143 aniversario de la gesta emancipadora llevada a cabo por Carlos Manuel de Céspedes, el ingeniero Eliécer Ávila hizo balance de las cuentas de su exesposa —valga decir, de sus propias cuentas— había trabajado como aquellos africanos, llevando cosas de un lugar de otro. A saber: 95 pesos de ingresos y más de 300 pesos de gastos. 150 pesos en hojalata para proteger de los ladrones la correa de la heladera; 24 pesos en tornillos para asegurar la hojalata; 100 pesos en pago de mano de obra al instalador. Esto, sin contar el salario del operario, los gastos de materia prima, la amortización de la heladera y los tributos fiscales.

Así van las cosas en Cuba, de un lugar a otro para llegar a ninguna parte. Aunque sí, siempre hay un lugar que nos está esperando a los cubanos, la cárcel. Para ella no sobran ingenieros en este país.

Diario de Cuba

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