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sábado, 9 de abril de 2011

Para Cuba: Conocimiento, libertad y vida. Por Zoé Valdés.

Zoé Valdés. PARA CUBA: CONOCIMIENTO, LIBERTAD Y VIDA. Zoé Valdés. Excelentísimos señoras y señores. Queridos amigos: Me atrevería a considerar que estoy aquí con ustedes esta tarde por varias razones: La primera, porque a todos los cubanos nos urge la libertad de nuestro país. La segunda, porque siento una profunda admiración por Carlos Manuel de Céspedes, porque me inclino ante su extraordinaria obra de poeta, de político, de cubano insigne, que realizó gestos de un gran valor y belleza a favor de la libertad de los cubanos, por la independencia y soberanía de la isla, y en ello dejó la vida. Carlos Manuel de Céspedes es una de las figuras que debemos rescatar, volver a estudiarla, inspirarnos en sus ideales para lograr instaurar un estilo de pensamiento que fue el del glorioso siglo XIX de hombres cuyos principios sirvieron como modelo para construir la solidez de aquella República que vino después, y que no fue tan mala como nos contaron. En la actualidad tenemos a varios cubanos, escritores, que han dedicado horas al estudio de la personalidad de Céspedes, como es el caso del historiador Don Enrique Ros, con quien tuve el gusto de conversar hoy al mediodía en la Librería Universal, y de quien esta vez me llevo su libro Céspedes. De Yara a San Lorenzo. La Lealtad y la Perfidia, y el de nuestro querido Raúl Chao, con su magnífica novela Contramaestre. Creadores, historiadores como ellos, son los que hacen y harán falta en Cuba para reorganizarnos en un porvenir digno de vergüenza y justicia. Yo tuve el honor de hacer la transcripción paleográfica de los dos últimos Diarios de Carlos Manuel de Céspedes en San Lorenzo, escritos con mano firme hasta el día antes de su muerte. Me sumí, durante mi trabajo de Servicio Social de estudiante universitaria, en sus ideales de buen cubano, de hombre bueno y justo, y pude hacer surgir lo escrito en primera línea, con la tinta que él mismo se fabricaba con zumo de limón y corteza de árbol molida, y luego extraer lo que había redactado debajo de lo ya escrito, apenas visible, porque el tiempo y la caligrafía encima de la otra habían casi borrado la frágil tinta; no olvidemos que sus carceleros le quitaron el papel y todo instrumento que sirviera para expresarse. Sí, queridos amigos, eso ocurrió al hombre que escribió mucho antes que Fidel Castro: “La historia dictará su fallo”, que entre otros fragmentos del documento era la frase que más molestó a Castro cuando el historiador Eusebio Leal, quien guardaba celosamente esos cuadernos en el Museo de La Ciudad, le presentó la idea de hacer una edición especial de estos Diarios donados por una de las bisnietas de Céspedes. Fidel Castro no pudo soportar que alguien se le hubiera adelantado con una frase mucho más sencilla y mejor construida, sobre todo porque esa frase lo antecedía demasiado, lo sobrepasaba, ya que la suya recordaba mucho más a la desafortunada frase hitleriana. Yo me considero una mujer de José Martí en el mejor sentido de la palabra, y una amante de Carlos Manuel de Céspedes, semejante a la Caridacita a la que tanto él amó. Hago este rodeo introductorio para que sepan de dónde viene mi amor hacia la obra del Padre de la Patria, y por qué hoy me ha tocado hablarles de este proyecto de Cuba Corps, del que formo parte como miembro del Grupo de Consejeros, y que se ha inspirado justamente en la ardua labor de próceres como Céspedes, que supo, desde La Demajagua, que los hombres no podían seguir malviviendo esclavizados, que urgía su libertad, que urgía la vida y el conocimiento para que los cubanos pudieran independizarse de manera más sabia, más duradera y definitiva. También estoy aquí porque formo parte del Proyecto 8, constituido en Francia, en la que un grupo de 8 escritores y 8 cineastas, provenientes de diferentes partes del mundo, nos hemos implicado para lograr que se cumplan los 8 objetivos del Milenio, antes del 2015. Esos objetivos son: Erradicar la pobreza extrema y el hambre en el mundo, erradicar enfermedades como la malaria y el sida, conseguir la igualdad en la educación universal para niños y niñas, reducir la mortalidad infantil, promover la igualdad entre el hombre y la mujer, mejorar la salud de la madre, garantizar un partenariat mundial, garantizar el equilibrio del medio ambiente. Estos objetivos, con los que yo me he comprometido personalmente coinciden a plenitud con los objetivos de Cuba Corps, y entonces me dije que si yo estoy colaborando para que estos objetivos se cumplan en el mundo, ¿por qué no implicarme como lo hice en ocasiones anteriores, a través de Amnistía Internacional, de Reporteros Sin Fronteras, y de otras organizaciones, para que en nuestro país exista una plataforma que ayude a construir una sociedad civil futura, con un profundo carácter democrático, apoyados por disímiles instituciones del exilio, las que han mantenido una cordura y un equilibrio en su firme posición frente a la dictadura, y cuya relación entre ellas es extraordinariamente productiva y enriquecedora; por supuesto, ninguna de estas instituciones, ni este proyecto, tienen ni tendrán nada que ver con ninguna institución oficial del régimen cubano. Porque el trabajo de Cuba Corps es un trabajo directo con las personas, con los jóvenes, con los niños. Resulta una tarea que requiere de muchos esfuerzos humanos y económicos, pero en el que no se mal-invertiría una sola energía ni una sola moneda, puesto que el objetivo es crear centros diversos en las diferentes provincias y lugares recónditos de Cuba, que sirvan para corregir la mala o ninguna educación que reciben los niños cubanos en las escuelas de la dictadura; también fundar centros de sostén a los padres, y crear pequeñas escuelas donde se enseñe el verdadero sentido de la nación cubana, el del mestizaje cultural y su historia real, lo que nos han borrado, lo que nos reescribieron ellos, mintiéndonos, con una tinta que no era aquella tinta digna, hecha de limón y corteza de árboles, que sirvió a Céspedes, sino la tinta de la infamia. Nací, como algunos aquí en esta sala, en 1959, no he visto jamás a mi país libre, y les puedo asegurar que una de las más perfeccionadas torturas de los hermanos Castro ha sido la de borrarnos la conciencia de nuestra diversidad, la de sembrar la ignorancia, la de implantarnos la desconfianza en nosotros mismos, en nuestras capacidades, en nuestros valores. Y por eso repito que urge, urge, lo subrayo, contrarrestar ese crimen, sanar a los cubanos de esa herida, salvar a los niños del horror y de la ignominia. Debemos empezar, debimos hacerlo desde mucho antes, desde el exilio, a contribuir de manera enérgica, de forma discreta, precisa, a que los cubanos recobren la fe en sí mismos, en su propia cultura e historia, para que dejen de ser personas moribundas, agonizantes, zombis, y vuelvan a ser los cubanos que siempre fueron, los cubanos que son, que existen, aquí en Miami, y también dispersos por el mundo, pero sobre todo en Miami: Cubanos y cubanoamericanos que han seguido la tradición de sus padres, que respetan, hoy por hoy -y mucho más que los jóvenes cansados o viciados del interior de Cuba-, la historia de su tierra de origen. En lugar de ponernos a esperar a que los de adentro nos inspiren, vamos a inspirarlos nosotros a ellos con un élan vital nuevo. Con la fuerza que todos ellos, exiliados, tuvieron y hemos tenido para hacer de Miami una tierra prometida fértil, competente, triunfante y auténtica; es la fuerza que debemos trasladar a las nuevas generaciones de cubanos que han nacido y crecido en el horror ignoble del castrismo. No estoy hablando y ojo con esto, para nada, de dialogar con el régimen, me refiero a dialogar con el pueblo, con aquellos que enfrentan al régimen: con Idania Llanos, con Sonia Garro, quien desde hace más de un año hizo, con todo riesgo, una pequeña escuela en su casa en la que recibe a los niños de su barrio, con mujeres como Caridad Caballero, o como Sara Martha Fonseca Quevedo, y Ariadna Molina, mujeres como la madre Reina Luisa Tamayo Danger, y todas nuestras madres, y por supuesto, como Martha Beatriz Roque, y Jorge Luis García Pérez Antúnez, el Dr. Oscar Elías Biscet, y otros nombres que no podemos revelar en estos momentos por razones que ustedes seguramente comprenderán. Debemos crear una red de confianza que de la vuelta a la isla, todas las veces que sean necesarias, debemos ayudar a romper el miedo, a crear un mapa cambiante en dirección contraria a la impuesta por la dictadura. Para eso necesitamos una matriz de información humanitaria, y de mucha sabiduría y cultura para que no nos falle la infraestructura, y de este modo podamos crear algo bello, lo hermoso y útil que siempre ha creado el cubano, en su país primero, y por dondequiera que ha ido, sin dañar a nadie, sin que el sacrificio quede a medio camino; para que, cuando llegue la hora de la justicia, de la venganza con justicia que tanto nos han escamoteado y que nos merecemos, y por fin nos toque el reconocimiento de nuestro dolor, aún no reconocido por el mundo, podamos contar con cubanos fuertes, ávidos, inteligentes, conocedores de nuestra historia y del gran esfuerzo que hicieron sus predecesores, para que ellos pudieran vivir en democracia, con plenas libertades y sentir amor por la vida. Entonces, ya podremos todos –sin borrar algunas frases desafortunadas de estos últimos 52 años que hicieron de nosotros seres “humalos” –como diría Arturo Cuenca- a los ojos de nosotros mismos y del mundo, porque no necesitaremos borrarlas, ellas se borrarán solas, o serán enterradas en el olvido-, podremos entonces recordar con júbilo y tranquilidad (la serenidad que emana de un ser normal universal) las palabras y el pensamiento de los hombres que hicieron de nosotros seres humanos dignos, como en esa frase de Carlos Manuel de Céspedes: “La historia dictará su fallo”. Y para entonces, nosotros tendremos la dicha de saber que hemos contribuido a que el fallo de la historia se halla adelantado en el espíritu de los niños que hoy necesitan de nuestra esperanza. Yo, que en los últimos tiempos vivo sin vivir en mí, desesperanzada con Aquella Isla, les digo, que probablemente éste no sea el proyecto ideal para tumbar a la tiranía, pero es el proyecto más humano que podemos poner en práctica ya, para que no se trate solamente de tumbar muros poco a poco, de a buchito, sino para que de un golpe seco, los hombres y mujeres de hoy y de mañana, se arranquen de cuajo el terror de sus corazones y puedan salir a las calles a reclamar lo que el pueblo cubano necesita: Libertad, vida, verdad histórica, con conocimiento y reconocimiento. Muchas gracias. Palabras pronunciadas en la Edición de anoche de Cuba Corps en el Westin Colonnade Hotel. Agradezco las palabras de presentación de Carlos Alberto Montaner, y la invitación a Olga Nodarse Chao y a Raúl Chao, así como a los demás miembros de Cuba Corps.

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