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sábado, 20 de febrero de 2010

Orlando Zapata Tamayo cambia la vida por la libertad













Si viviésemos en un mundo civilizado, donde el orden jurídico fuese respetado, las prácticas del régimen castrista serían motivo de enjuiciamiento público cuando se configura un nuevo escenario de tragedia, del cual los detentores del poder en Cuba son los primeros responsables, al evidenciar una crueldad alucinante en esta nueva demostración de total irrespeto por el ser humano.


Orlando Zapata Tamayo, prisionero político, opositor pacífico en el reino de los hermanos Castro, es una víctima más a añadir a la larga lista de crímenes del régimen dictatorial instalado desde hace cincuenta años en Cuba. Ni siquiera al borde la muerte, sus carceleros, con Fidel a la cabeza y Raúl de ejecutor, son capaces de hacer una introspección y tener un gesto de respeto por la vida humana.

En huelga de hambre desde hace 75 días, Orlando Zapata Tamayo, de 42 años de edad, un simple trabajador de la construcción civil, un hombre sin formación académica, pero sí un luchador de fortísimo carácter y elevado espíritu de misión. Aún sabiendo que tiene la vida en un hilo, no abdica de su lucha por la libertad, usando la única arma de la que dispone en este momento, para alcanzar a Fidel y todo el grupo de verdugos, marcándolos definitivamente con su sello de LIBERTAD.

Preso desde la fecha de la mala memoria para la libertad en Cuba, la célebre Primavera Negra de 2003, este trabajador de la construcción civil, forma parte del grupo de los 75 prisioneros de conciencia, que fueron arrastrados por los sicarios de Fidel Castro, la notoria "seguridad del estado", para las mazmorras del poder, en su caso particular, condenado a 36 años de prisión, apenas por pensar diferente y querer ser un hombre libre.

Desgraciadamente, Orlando Zapata Tamayo no tiene la fuerza de un nombre o de una estirpe, que obligue a los líderes mundiales a batirse en su defensa. Los hipócritas que juegan el juego del poder en el llamado mundo occidental, ni siquiera miran, para no sentir una vergüenza más que nauseabunda, por este nuevo crimen al cual asisten impávidos y serenos, en un acto de abominable complicidad con la oligarquía asesina de Cuba, que elimina vidas de forma implacable, fría y sin pudor.

Si Orlando Zapata Tamayo llegara a morir, Fidel Castro y su hermano Raúl y todos los lacayos que forman parte de la larga lista de oportunistas que dan su aval a esta dictadura, jamás podrán librarse del estigma que hace tiempo les persigue, pero que aquí muestra toda su naturaleza malévola, la de puros asesinos, en su estilo más que fascizante, porque en nada se diferencian de Batista, Salazar, Pinochet, Noriega, Ceausescu, Pol Pot y tantos otros, quedando por ello sujetos a un futuro tribunal internacional, donde deberán ser juzgados por prácticas criminales y de índole asesina, contra la humanidad.

Con esta heroica decisión de cambiar la vida por la libertad, Orlando Zapata Tamayo reduce a los Castro a la insignia criminal que los marca desde hace mucho, y los desafía a un acto de coraje, sabiendo que nunca lo tendrán, porque no tienen la hombría suficiente. Exactamente porque son esclavos de su propio terror, razón por la cual se agarran al poder desesperadamente, en una tentativa de evitar ser juzgados en la plaza pública por el pueblo cubano, tal vez lidereados por algunos que ahora comen con ellos en la misma mesa.

Carlos Moreira

(del excelente Blog /www.cuba-opinion.net)

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